Autor: José García Domínguez
No sólo pretenden sellarnos la boca, también quieren
cortarnos la lengua. Es su gran sueño. Aunque ya empiece a resultar un pelín
añejo; de hecho, va para un cuarto de siglo desde que nos lo revelaron por
primera vez. No obstante, ayer, el camarada-jefe de la cheka de Educación en
Tarragona sintió la necesidad imperiosa de recordárnoslo de nuevo; por si acaso
hubiésemos caído en la tentación de olvidado. Así, ese propio de Maragall y
Montilla volvió a dictar, en circular firmada y sellada, que por la presente
queda terminantemente prohibido hablar o escribir en castellano dentro de los
colegios públicos de esta plaza. Y cuidadito con no obedecer, porque el mando
está muy preocupado con el asunto y anuncia el envío inminente de comisarios
lingüísticos para castigar a los profesores rebeldes.
Mucho ojo, pues, con osar dirigirse a las víctimas en castellano, ya sea durante las clases, por los pasillos o mientras dure el recreo. Y más ojo aún con mancillar la sagrada memoria de Pompeu Fabra en las entrevistas con los padres, caso de transigir en ellas con el repugnante idioma de las fuerzas de ocupación españolas. Porque ningún funcionario ha de olvidar, amenaza el subalterno de Maragall, que no habrá excepción que valga, excusa que se tolere, ni atenuante que minore el justo castigo a los infractores. La norma, sentencia, es y será inflexible. Ni siquiera con los alumnos sudamericanos recién llegados se admitirá la menor violación del monolingüismo catalán obligatorio, concluye su aviso a navegantes. Aunque no sin antes recordar que obran así por nuestro bien y el de nuestros vástagos. Puesto que, según certifica ese sabio del tripartito, “el uso del castellano perjudica la cohesión social de los alumnos”. Especialmente, podría haber añadido, cuando su padre no resulte ser cierto zurupeto de Córdoba que puede permitirse el lujo de enviar a sus tres hijas al carísimo, exclusivo y multilingüe Colegio Alemán.
Pero no concluyen ahí los doctos hallazgos de esos metropayeses que controlan la educación en Casa Nostra. Porque también han descubierto que aprender a hablar perjudica a los niños sordos si proceden de familias castellanoparlantes. Como es sabido, esas personas sólo logran avanzar en el aprendizaje usando el mismo idioma en casa y en el colegio. Consciente y sensibilizada con el problema, la Administración de Maragall desea ayudarles al máximo. De ahí que esté recomendando no una, sino dos estrategias de actuación a los padres con ese problema: que pasen a hablar exclusivamente catalán con sus hijos o que se marchen de Cataluña. Razón ésta de que los logopedas de la Generalitat tengan órdenes estrictas de no recurrir jamás al español en las sesiones de terapia con los pacientes de lengua materna castellana.
Y mientras tanto, ese pobre diablo que responde por Pepe Montilla, berreando el domingo, en Barcelona, que Pilar del Castillo, Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy son “los responsables directos del espectacular aumento del fracaso escolar”. Como no sea del suyo.
Mucho ojo, pues, con osar dirigirse a las víctimas en castellano, ya sea durante las clases, por los pasillos o mientras dure el recreo. Y más ojo aún con mancillar la sagrada memoria de Pompeu Fabra en las entrevistas con los padres, caso de transigir en ellas con el repugnante idioma de las fuerzas de ocupación españolas. Porque ningún funcionario ha de olvidar, amenaza el subalterno de Maragall, que no habrá excepción que valga, excusa que se tolere, ni atenuante que minore el justo castigo a los infractores. La norma, sentencia, es y será inflexible. Ni siquiera con los alumnos sudamericanos recién llegados se admitirá la menor violación del monolingüismo catalán obligatorio, concluye su aviso a navegantes. Aunque no sin antes recordar que obran así por nuestro bien y el de nuestros vástagos. Puesto que, según certifica ese sabio del tripartito, “el uso del castellano perjudica la cohesión social de los alumnos”. Especialmente, podría haber añadido, cuando su padre no resulte ser cierto zurupeto de Córdoba que puede permitirse el lujo de enviar a sus tres hijas al carísimo, exclusivo y multilingüe Colegio Alemán.
Pero no concluyen ahí los doctos hallazgos de esos metropayeses que controlan la educación en Casa Nostra. Porque también han descubierto que aprender a hablar perjudica a los niños sordos si proceden de familias castellanoparlantes. Como es sabido, esas personas sólo logran avanzar en el aprendizaje usando el mismo idioma en casa y en el colegio. Consciente y sensibilizada con el problema, la Administración de Maragall desea ayudarles al máximo. De ahí que esté recomendando no una, sino dos estrategias de actuación a los padres con ese problema: que pasen a hablar exclusivamente catalán con sus hijos o que se marchen de Cataluña. Razón ésta de que los logopedas de la Generalitat tengan órdenes estrictas de no recurrir jamás al español en las sesiones de terapia con los pacientes de lengua materna castellana.
Y mientras tanto, ese pobre diablo que responde por Pepe Montilla, berreando el domingo, en Barcelona, que Pilar del Castillo, Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy son “los responsables directos del espectacular aumento del fracaso escolar”. Como no sea del suyo.
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