Ricardo
García Moya
Diario de Valencia 27 de Octubre de 2002
Entre los políticos valencianos,
ser conseller de Educació equivale a superar un rito iniciático interesante.
Así lo prueba el rostro del candidato Francisco Camps que, tras ejercer el
cargo, adquirió una expresión de asombro y desconfianza, como si en el ritual
hubiera pasado una noche colgado de las turmas. Hay que tener melsa, como
Tarancón, para cumplir el legado del Cipriano, distribuyendo entre los alumnos
las normas catalanas del “Gripau”, favoreciendo la rotulación en catalán o la
compra de mapas “colonialistas” que -aunque Ascensión diga que no-, siguen en
los centros de enseñanza. Esta ‘eskola borroka’ cantinflera impide -como debe
saber Tarancón-, que la Real Señera y la bandera de España se icen en
determinados centros de enseñanza “per ser símbols feixistes”, según los
comisarios que pagamos todos; y que han engañado a sus alumnos hasta hacerles
creer que el catalán “amb” es valenciano, o que somos un país catalán
conquistado por el catalán Jaume I.
El otro día sintonicé la chabacana
escuela de catalán Radio 9 cuando hablaba Camps.
Era alocución solemne y usaba
el catalán “validesa” (corrupción creada en Cataluña hacia 1890), pues Camps
tiene prohibido el antiguo valenciano “validea” por mandato del IEC y su miniyó
AVL. Como refuerzo de la ‘eskola borroka’ lingüística, la Conselleria de
Tarancampscón editó y edita panfletos donde se prohíbe la singularidad léxica,
sintáctica y morfológica del idioma valenciano. ¿Consecuencias? El pueblo
tiene miedo a ser considerado inculto, y si el programa SALT de Tarancampscón
ofrece, por ejemplo, los catalanes “perruca, perruquí, perruquer,
perruquera”, y si aparte de admitirlos, subvenciona su uso como “etiquetatge
i retolació” (sic), la maldad está hecha; por mucho que Camps ponga cara de
duque de Lugo, y Tarancón la de Don Tancredo.
Ayer observé en Benisa un gran
rótulo, de los que subvenciona la Generalitat, anunciando una “perruquería”.
Crucé la calle “Desemparats” (sic) y vi el “Casal dels Joves”, mientras una
furgoneta municipal de un “servei” de no sé qué, casi me atropella cerca de la
“Llotja”. La autoridad impone el catalán y el sumiso pueblo tiene miedo de
usar “llonja, desamparats, peluquería y servici”. En el bar de la plaza del
Ayuntamiento pido un “café en llet” y escucho un valenciano perfecto; pero el
letrero anunciando tapas, escrito con tiza, recuerda que la normalització
penaliza el uso de la lengua valenciana. El dueño del bar me habla un valenciano
genuino, con el prohibido pronombre “mosatros” (no el arcaico “nosaltres” o el
vergonzante “nosatres” de blandibú), y le pregunto si alguna vez ha oído lo de
“perruqueria”, respondiéndome que “¡En ma vida!” Respecto los nombres de las
tapas, da a entender que su hija es la que le dicta la ortografía correcta. Por
desgracia, en los institutos sólo se enseña catalán a nuestros hijos; por
mucha pantomima que nos haga el tricicle Camps, Ascensió y Tarancó (no cito a
Olivas por ser un manchego serio, preocupado por el tema de la chollo-pensión
de ex president).
El dueño del bar, cuando le
avisé de los catalanismos del rótulo, se apresuró a sacar un cuaderno para
tomar nota. Tenía palabras correctas como “navaixes” (no el catalán “navalla”),
pero ofertaba “sang” en lugar del valenciano “sanc” (velar sorda y frecuente
grafía sanch), vigente desde los clásicos: “vostra alta sanc” (DECLLC).
Doc. Real, any 1300); “sanc”
(Canals: Trad. Valeri Maxim, 1395); “la Sanc” (Ferrer, St. Vicent: Sermons, I, 106, 23, 1408) “Sanc de tisiquea” (Roig: Spill,
1460); “en la sanc” (Ferrer, Bonifaci: Biblia valenciana, 1478); “pedres
banyades de sanc” (Esteve: Liber. 1489); “lladre de sanc” (Timoneda: Mist.
Iglesia, 1569); “la bona sanc” (Pou: Thesaurus, 1575); “la sanch estava
chorrant” (Porcar: Coses, 1615); “llansar sanc per la boca” (Ms. del Loreto de
Muchamel, 1630); “de sanc, caudalós riu” (Ortí: Sol de academias, 1659);
“perque tinga sanch” (Mulet: Poesies a Marciana, c. 1643); “sanc en seba”
(Mulet: Bib. Nac. Ms. Inf. Tellina, c. 1660); “carn y sanc” (Ballester:
Ramellet, 1667); “chorrant sanc” (Sentiment de Mon Senyor, 1755); “rius de
sanc” (Conv. de Saro. 1820); .“chorrar mes sanc” (Lier: La mona de Pasqua,
1862); “te faré chorrar sanc” (Liern: Telémaco en l’Albufera,. 1868); “tinc per
sanc” (Escalante: El agüelo Cuc, 1877); “sanc en seba” (Millás: Els microbios, 1884); “sanc” (Borrás: El estudi
d’un pintor, 1886); ”la sanc” (Un defensor de Melilla, Alacant, 1893); “sanc”
(Fullana: Voc. 1921); “sanc” (Dicc. RACV, 1997). Hoy, en este teatro de pusilánimes,
la ‘eskola borroka’ impone el catalán “sang” con velar sonora.
Una de las frases hechas de la
lengua valenciana es “tindre sanc d’horchata”, aunque la ídem de los
valencianos ha permitido que sólo nos toleren escribirla en catalán: “tenir
sang d’orxata”.
Somos tan blandos que huimos
ante las bravatas de los matones del IEC y tagamochis como Eliseu Climent;
pues ¿ofrecen algún documento donde se escriba orxata en idioma valenciano? Ni
uno, salvo las miserias de los floralistes y colaboracionistas de siempre. La
voz valenciana “horchata” es un cultismo que mantiene la ‘h’ etimológica y la
‘ch’ palatal africada sorda por mozarabismo; aunque, excepcionalmente, se
omite la h por descuido o incultura: “dos gots de orchata” (Coloqui de Tito,
1789); no ocurre igual con la ch, siempre respetada. Corominas lo tenía claro:
“horchata, del latín hordeata, mozarabismo quizá de origen valenciano” (DCECH).
Igual que los sustantivos
lonja, migraña o cantimplora proceden de los valencianos llonja, migranya y
cantimplora; la voz “horchata” aparece en Castilla en el siglo XVIII, cuando
comienzan a llegar a Madrid los “horchaters valencians”; por tanto, aunque los
colaboracionistas lo prohíban, no hay que tener vergüenza de esta morfología
admitida desde Castellón: “fer horchata” (Colom: Lo que fa la roba, Castelló,
1875), a Alicante: “te la sanc d’horchata” (Un defensor de Melilla, Alacant,
1893), pasando por Valencia: “l’horchateria” (Escalante: En una horchateria,
1869); “les horchates” (Millás: Una agensia, 1874); “tinc per sanc aigua
d’horchata” (Escalante: El agüelo Cuc, 1877); “parlá un día en l’horchatera”
(Fambuena: Per les cartes 1881); “sanc d’horchata” (Borrás: El estudi d’un
pintor, 1886); “si horchata haguera pres” (Barber: De Valencia al Grau 1889);
“horchata, llimó...” (“La nova traca”, 29, VI, 1894); “horchata, horchater”
(Fullana: Voc. 1921)
El 9 d’Octubre, el político
“riu de sanc d’horchata” responsable de que el pueblo escriba validesa, sang,
orxata, desemparats, llotja, servei y demás arcaísmos y barbarísimos, desfilaba
sonriente y amparándose bajo la Real Señera.
La última broma de estos que
callan cuando nos llaman Levante o país catalán, ha sido aprobar la guía
Telefónica 2003 de la CV con “servei de trucada”. ¿Está de conseller Tarancón
o Eliseu Climent?
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