Ricardo García Moya
Diario de
Valencia 11 de Marzo de 2001
En los tratados sobre modismos y frases
hechas hay un lugar de honor para la carabina de Ambrosio, un campesino andaluz
que se echó al monte en tiempos de la invasión francesa. Según dicen, su
carabina era inocua al carecer de pólvora, fracasó como bandolero y regresó a
los surcos. Así lo cuentan José Calles y Belén Bermejo en Dichos y frases
hechas (Madrid, 2000), aunque no informan sobre la documentación que les
permite localizar los hechos en Andalucía y enmarcarlos cronológicamente entre
1808 y 1813. Esta ambigüedad hace sospechar que fusilaron el relato a José Mª
Iribarren y su divulgado El porqué de los dichos (Pamplona, 1994). El
investigador navarro, más explícito, remite a la revista “Por esos mundos”
(Madrid, 1900) donde aparece la historia del Ambrosio sevillano que, a
principios del XIX, decide cambiar el arado por la carabina cargada con cañamones
y sin pólvora.
Los tratadistas de modismos copiaron a
Iribarren por su prestigio, al ser académico de la Real Academia Española.
Todos reproducen la historieta del andaluz y su inútil carabina entre 1808 y
1813, en tiempos de Napoleón. Podría ser cierto el relato, pero no lo es. El
verano pasado, al examinar el manuscrito de la comedia “El más temido valor y
temido valenciano Matías Oltra”, de Tomás Manuel Carretero, me llamó la
atención esta frase: “mis armas son carabinas de Ambrosio”, Era inusual la
pluralización y quien hablaba no era un andaluz, sino un valenciano; además,
el manuscrito estaba fechado en 1746, anterior a la época napoleónica. Sería la
primera documentación literaria del modismo.
El contexto donde surge la frase es tan
valenciano como la topografía de la acción, entre Mulvedre, Liria, el Grao,
etc. El dramaturgo, de posible origen manchego, debió vivir en el Reino por su
acertada utilización de vocablos emblemáticos que teñían de valencianidad el ambiente;
el recuerdo de san Vicente Ferrer y voces como meló de Alcher, “troset”, “sara
huells” o “chirivia” son puestas en boca de Vicenteta, Grifol o Corbellot. En
consecuencia, la expresión: “mis armas son como las carabinas de Ambrosio
sugiere la existencia de algún comerciante valenciano que hubiera vendido
carabinas en mal estado, quizá de las viejas y usadas en la Guerra de Sucesión
mereciéndose el sambenito.
En lengua valenciana aparece la voz
“caravina” antes que en castellano y catalán. En las poesías que fray Pere de
Denia compuso contra los micalets catalans, escritas hacia 1651 (murió en
1658), encontramos el plural “caravines” con labiodental, igual que en otro
poema de 1687: “desparassen caravines” (Sacro Monte Parnaso, Valencia, 1687,
p.189). En castellano daría carabina, con bilabial; mientras que en catalán
surgió “carrabina”, también con bilabial y una vibrante múltiple que, quizá,
demostraría esa raíz aria de guerreros carlovingios que juraban “en catalá de
l‘altra part del Pirineu” (L‘Avenç, Barcelona, 1893). El germanismo
morfológico, amante de dígrafos y grupos consonánticos marciales como redobles
de tambor o disparos de ametralladora, debiera normalizarlo el IEC en grafías
como Herr Herriberrt Barrerra o Marrta Ferrrusola.
La falsa historia de la carabina de
Ambrosio ilustra cómo un modelo de prestigio -el texto del académico Iribarren-
puede generar falsa tradición culta. Esta conducta robotizada afecta a los
valencianos, como vemos en el sainetesco caso de Muchamel, topónimo que jamás
se escribió con tx, Mutxamel, en idioma valenciano. La inmersión vendió como
grafía ancestral y culta la que era falsa y reciente, nacida de una invención
morfológica de Sanchis Guarner, similar a los fraudes históricos de Joan
Fuster.
Ejemplo de lo
dicho es el que cometió la pareja con un texto de 1561 de Almudéver. Según
Fuster, el citado Almudéver: “incorporaba unas vibrantes admoniciones sobre el
abandono del catalán por parte de sus contemporáneos valencianos” (Fuster:
Obres, Barcelona, 1994, p.274). Con lupa o microscopio, como ustedes quieran,
jamás encontrarán que Almudéver defendiera otra lengua que la valenciana. En
“Nosaltres, els valencians”, Fuster va más lejos, dando a entender que
Almudéver defendía una supuesta nación catalana: “los es- critores valencianos
del siglo XVI abandonan el catalán (y) Almudéver acusa a sus compa- triotas
valencianos de ser ingratos a la leche que habéis mamado y a la nación donde
habéis nacido” (p.l38). Ni Tarancón hubiera defendido mejor a la gran nación
catalana, pero Fuster engaña al lector.
El párrafo de Almudéver también fue
reproducido por Sanchis Guarner: “Si no fuerais ingratos a la leche que habéis
mamado y a la patria donde habéis nacido, no dormiríais con tan gran descuido,
antes, los ojos abiertos, veríais cómo se os van perdiendo las perlas y margaritas
que vuestros antepasados adquirieron y después os dejaron...Por eso os
exhorto” (La llengua, p.162). Los censores Sanchis Guarner y Fuster mutilaron
el texto original, sustituyendo con puntos suspensivos lo más sabroso del
alegato de Almudéver, ya que la alerta que da a los valencianos de 1561 era
contra los catalanes, por el robo de Ausias March; pues, pese a ser “valenciá,
los Cathalans lo san volgut aplicar”. ¡Qué honradez filológica e histórica la
de esta pareja! Almudéver era un valenciano digno -no un catalanero colaboracionista
como los citados- que dio la voz de alarma ante los saqueos culturales que los
catalanes intentaban cometer contra la nación valenciana. Lo triste es que
los estudiantes valencianos sólo se enterarán de la versión manipulada por
Fuster, editada por la Generalidad y elevada a texto sagrado por la sumisa
Universidad.
Más de lo mismo. La Generalidad de Mª
Angeles Ramón Llin y Zaplana nos remite, ¡otra vez!, la revista Saó. En ella,
el comando de motilones sólo utiliza el catalán, salvo un apartado donde el
pintamonas Harca se burla del racismo español, de don Pelayo, de la Reconquista
y del Imperio. Cegatos, cobardes y místicos malasombras, piensan que aún vive
José Antonio y Franco, o que estamos en la época falangista de Fuster. ¿No os
dais cuenta que el fascismo sois vosotros? Los que calláis las arengas de
obispos trabuquers, las barbaridades de Marta Ferrusola o Heribert Barrera,
o la entrega del pueblo valenciano al catalanismo nazi. Lamentablemente, os
seguirán dando pasta nuestros heroicos políticos que, sin duda alguna, son como
las carabinas de Ambrosio.
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