Por: Ricardo de la Cierva
Estas
cinco tesis forman la panoplia dialéctica actual de. pancatalanismo en el Reino
de Valencia. Como vamos a demostrar desde fuentes seguras, se trata de un
conjunto de errores y distorsiones históricas, absolutamente insostenibles
desde el análisis histórico y filológico; desde una concepción cultural
rigurosa. Pero ésta es la plataforma que alberga al reducto interno
pancatalanista en el Reino de Valencia, en la Universidad de Valencia, en un
sector importante de la intelectualidad valenciana a quien he llamado el de
los tlaxcaltecas, y por supuesto en el propio PSOE que gobierna, desde su
creación, la nueva entidad. autonómica denominada Comunidad Valenciana, con sentido
que quiere ser salomónico y que para huir de los extremos opta,
paradójicamente, por una denominación tan genuinamente castellana; la de Comunidades, ya que no se han atrevido
a erigirse en germanías, que les
hubiera gustado mucho más. Tan increíble victoria ha logrado, durante sus
campañas del siglo XX, el pancatalanismo invasor_ con la complicidad ocasional
de la propia Real Academia Española, en un gesto típico de la flojera, la
inconsecuencia y la cobardía de nuestros grandes intelectuales, que luego
suelen entonar tarde y mal su No es esto, no
es este) Formulado, pues, descarnadamente el planteamiento de la: cuestión,
vamos a exponer, desde fuentes serias y seguras. la realidad histórica y cultural básica del Reino de
Valencia, a lo largo de su evolución secular; para analizar después, ya desde
bases firmes, la gestación y desarrollo de la campaña pancatalanista que se ha
despeñado, durante los últimos tiempos, en una increíble orgía universitaria.
Y
es que en esta España de nuestras autonomías y nuestros demás pecados, donde
sólo gracias a la acción cohesiva de la Corona no hemos caído ya en el
aquelarre cantonalista, apunta el peligro de los reinos de taifas en tres
zonas vitales de España. Primero, la gran Castilla, Castilla la Vieja, de la
que se han desgajado, por pequeños egoísmos de campanario, sus dos fuentes
principales, que son la Montaña
cántabra y La Rioja, donde nació nuestra lengua. Segundo, el llamado País
Vasco, que ahora se empeña n conquistar el viejo reino de Navarra; y tercera,
Cataluña, el principado, que ahora intensifica sus planes para otra conquista
interior, la del Reino de Valencia después ~l fracaso de la Generalidad en 1936
cuando envió al capitán Alberto Bayo tras las estelas de Jaime I a la
conquista de las Baleares. Dos entidades autónomas quieren por rito conquistar
a otras dos, ante la indiferencia de una Castilla desmembrada. Para un
historiador, el espectáculo delirante, pero cierto. Algo hemos apuntado ya
sobre proyecto vasco de conquistar Navarra, quizá para devolverle la visita a
don Sancho el Mayor. Ahora vamos a estudiar en serio las dos reconquistas -la
histórica y la antihistórica- del Reino de Valencia.
Como
norma general, para esta síntesis histórica v cultural voy a seguir, aunque no
exclusivamente, a los especialistas del propio Reino de Valencia y a los
grandes profesionales; luego, en el estudio monográfico da la campaña me
referiré de nuevo a los propagandistas exteriores e interiores del
pancatalanismo; es decir, a los que he llama(1) amistosamente, invasores o txacaltecas, respectivamente.
Dos publicaciones valencianas de divulgación, pero que deben despreciarse
porque se han concebido v desarrollado sobre las investigaciones de los grandes
especialistas Ubieto, Fullana, Cremades y otros-, pueden resultar mm les para
el lector no iniciado: me refiero a la obra de profesores de universidad J.
Aparicio y R. Ferrer y del catedrático de Instituto A. Vila, Historia del pueblo valenciano (Valencia,
Vicent García editores, 1983), y al fundado resumen de Pere Aguilar i Pascual,
Nostre idioma, editado en
Valencia en 1984. Según este resumen, el sustrato que alienta en los orígenes
de la lengua valenciana - e1 bajo
latín que había surgido, desde la decadencia imrial romana, del latín vulgar
fecundado, a su vez, por ibérico originario. El actual territorio del Reino de
Valencia concentró el esplendor de la cultura ibérica, de la que hoy se
conocen allí una cincuentena larga de yacimientos cada vez mejor estudiados,
entre los que destaca el que ~ ofreció el hallazgo más asombroso de esa
cultura, la Dama de Elche. Sobre la cultura ibérica autóctona habían
influido, a su vez, los fermentos colonizadores de los fenicios, sus vástagos los cartagineses o púnicos y los griegos. Una huella clara
de la lengua ibérica son sus sufijos en iste
que hoy conserva el valenciano.
El latín vulgar que hablaba la mayoría del
pueblo hispanorromano, tras asumir al pueblo y a la cultura ibérica (la
romanización en el Mediterráneo hispánico fue más intensa que en el centro
celtibérico de Hispania y mucho más que en el Norte cantábrico, casi
irreductible, como ya vimos en el caso de la depresión vasca, que se quedo sin
romanización profunda), fue degenerando, en tiempo, de la decadencia
imperial, en el bajo latín, fuertemente matizado según provincias romanas y
regiones, del que fueron surgiendo, ya en la Edad Media, las diversas
lengua> romances en todo el territorio de
Hispania. El padre Fullana -especialista máximo en filología valenciana y designado
por ello académico de la Española ya en nuestro siglo- cita estas lenguas
romances entre las que se derivaron del latín vulgar: italiano, francés,
gallego, castellano valenciano, catalán, provenzal, mallorquín. Al degenerar e:
latín vulgar, según las regiones, en bajo latín (mientras se seguía escribiendo, mal que bien, hasta las fronteras da lo vulgar, el latín culto) es el que, como lengua
hablada: da origen a las diversas lenguas romances. Nadie se atreve a decir que
en esta fase primordial el valenciano se derivara del catalán; los dos nacen
más o menos simultáneamente, de forma autóctona, aunque emparentada, como por
lo demás les sucedía a todas las demás lenguas romance, en general e
hispanorromanas en particular.
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