Por Ricardo García Moya
Las Provincias
28 de Septiembre de 1997
Hace
años, un etimólogo inmersor se escandalizaba al leer garsa, castellano garza,
en el Diccionario de la Real Academia
Valenciana; él sólo admitía el vocablo agró y rechazaba la otra acepción garsa, plural garses. El
inmersor seguía la estrategia de desprestigiar a la Real Academia, acusándola
de inventar una nueva lengua. En “El
valenciano enfermizo” defendía que garsa
en valenciano sólo equivalía a urraca en español. Por lo visto, olvidaba que Garça Real figuraba en el diccionario
de Pou (Valencia, año 1575), y que fue usada por clásicos como Roiç de Corella. Además, el catálogo de
Orellana sobre Pardals de l´Albufera
(año 1795) en “lengua valenciana”
también incluía Garza y Garza blava,
aves con historia en nuestro Reino.
Hacia
1550, el setabense Martí Pineda
aconsejaba a una dama valenciana que no frecuentara “fonts, horts, ni cabanyals”, porque allí recibían picaduras
mortales “moltes garces” (“Consells
y bons avisos”, estrofa 10) metáfora comprensible para los valencianos
renacentistas; las garzas abundaban en las palustres áreas de arrozales y
marismas (el poeta, irónico, cita la Albufera como un lugar vedado a la
virtud), donde no era extraño ver a la esbelta zancuda tratando de engullir
pequeñas sierpes con su afilado pico.
Desconozco
si hacia 1550 abundaban los ofidios venenosos, y si tenían posibilidad de
morder a la depredadora. De todos modos, la realidad zoológica no afecta al
juego literario del setabense Martí
Pineda, que llama garzas a las doncellas valencianas en floreo verbal
erótico-galante (Pineda, culto notario, quizá conocía el francés garce, muchacha frívola).
Ignorado
el étimo prelatino de garza, la
palabra perduraría en la época mozárabe como fósil léxico en zonas de su
hábitat natural. En el Reino de Valencia existía el punto geofísico ideal para
su nidificación y crianza en los cañaverales cercanos a Catarroja, coto de la monarquía musulmana antes de la Conquista y
lugar de procedencia de las garzas que solicitaba el soberano. Esta actividad
perduraba en 1597, cuando Felipe II dice que, “a Macian Verdeguer, vecino de Catarroja, le he mandado que cada año
cace en la Albufera Real algunas Garças; que las críe y traiga a los
estanques de nuestros Jardines Reales de Madrid, Aranjuez y otros” (Arch.Cor.Aragón, l.651).
Al
vecino de Catarroja le abonaban cien
ducados de Valencia al año por la captura de “Garses Reals”. El adjetivo Real
que Pou añade en 1575 al sustantivo Garça (escrito asimismo garsa y garza)
significaba en aquel tiempo perteneciente al rey; así, la misiva de Felipe II
alude a la Albufera Real, estanques Reales, jardines Reales, moneda Real,
etc.
Las
dos acepciones valencianas de garza son significativas de la actitud de los que
sólo admiten las ordenadas por el Institut d´Estudis Catalans, despreciando el
léxico legado por nuestros antepasados. Así, Martí Pineda usaba en 1550 el pronombre yo (no jo), el adverbio hui
(no avui), la conjunción Y (no la
i); los sustantivos faena y viuda
(no feina y vidua); los abstractos bonea
(no bonesa), perea (no peresa), noblea (no noblesa), llegea (no lletgesa). Con el clásico
artículo lo sustantiva adjetivos, lo negre (no el negre); une pronombres
enclíticos, oblidarme (no
oblidar-me); usa el cardinal dos
(jamás el arcaísmo dues); mantiene la y griega en joya y joyell (no joia i joiell); emplea dirigit y bodes (no adreçat i noces); es decir, vocablos y
ortografía que los catalaneros denuncian como invento de la Real Academia.
En
un verso de Pineda leemos:”parleu poc y
ab gancho”, con CH, dígrafo que
la universidad prhibe por considerarlo valenciano enfermizo. Ocultan que, según
el propio Corominas, el sustantivo “gancho
es mozarabismo que ofrece CH frente a la Ç castellana” (DCECH). Tampoco
place a los inmersores la terminación de gancho
en O; y eso que la lengua de Sant
Vicent, Martorell y Jaume Roig abundaba en palabras como caldo, sao, fondo, cego y clero. En otra metáfora picante, Pineda
también recurre a la CH en el fenecido arcaísmo valenciano “clochetes”, sinónimo del crochet vivo
en Francia y Argelia.
Utilizan
la ley del embudo. Ese Institut
d´Estudis Catalans que prohibe a los valencianos (no sé con qué autoridad) el uso de CH por ser galicismo medieval, ha
adoptado la acentuación de vocales de la ortografía francesa del siglo XVII.
La é cerrada con acento agudo y la è abierta con acento grave fue un
capricho de Pierre Corneille en 1663
(El genial dramaturgo lo mismo plagiaba al valenciano Guillén de Castro que
inventaba normas ortográficas).
¡Y
ojo con los regates! El etimólogo inmersor que fustigaba léxicamente a les Garses Reals de Catarroja es un
futuro juez lingüístico que revolotea sobre el CVC.
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