Ricardo García Moya
Mordisquean
a García Gasco y Escudero. Están inquietos. El croar de Raimon no les motiva y
languidecen ante la mariscada. Con la retaguardia amenazada por monjes de
Montserrat, en la trinchera les preocupa que el nuevo catecismo sea en idioma
valenciano y no en catalán. Claro, eso les pasa por creerse la tontería que
ellos mismos propagaron, aquella de que la Iglesia ordenaba antes de 1707
usar la lengua catalana en el Reino de Valencia. La realidad es que de Tortosa
a Orihuela se evangelizó en idioma valenciano, utilizándose catecismos en lengua
valenciana, no catalana. Cristianamente, por tanto, mitigaremos la fiebre
evangelizadora y catalanera con aspirinas documentales. Aquí tienen una,
bastante eficaz, del 10 de mayo de 1595:
“...
resolvieron en conformidad que se les proponga y enseñe en lengua Castellana
y Valenciana, porque comúnmente la saben y entienden todos y que en las dos
lenguas se hagan catecismos”(Bib. Nacional. Ms. 10388, f.104)
Tras
los decretos del manuscrito de la BN de Madrid -donde se reconoce el idioma
valenciano- no figuraba una comissió fallera o un matalafer badallant, sino
las máximas autoridades papales e imperiales. Los folios muestran la estrategia
promovida desde 1526 hasta 1600 para evangelizar moriscos valencianos, con aprobaciones
del Papa, Emperador, Cardenal Primado, Regente de la Cancillería Real,
Patriarca de Valencia, etc. Desde el Arzobispado de Valencia, amparado con
Breves papales como el de Gregorio XIII en .1576 y mandatos reales canalizados
por la Cancillería Real, se mantenía la unidad de acción, fuera en el . hablar
o en el morir: “...los entierros de los nuevos convertidos se ordenen en los
obispados de Tortosa, Segorbe y Orihuela como lo están en el Arzobispado de Valencia”(BN,
ib.)
La duda
surgió por usarse en el Reino cuatro idiomas: valenciano, árabe, castellano y,
entre el clero y humanistas, latín. Descartado este último, “algún prelado del
Reyno de Valencia apuntó que se creara cátedra de Arábigo, pues convenía que la
hubiese como en Indias para enseñar la lengua india”(Ib.). No se acepte la propuesta.
Las autoridades se inclinaron por el castellano y valenciano, acatando la
voluntad del Cardenal Primado. La orden se repetía invariablemente.
“... lo
mismo en lo que ha respecto a que no aprendan a leer ni escribir arágibo, y
que el enseñarles a leer y escribir en castellano o valenciano” (BN, ib.)
En todo
el proceso evangelizador encontramos órdenes del Arzobispo de Valencia a los
obispos de Tortosa, Segorbe y Orihuela, mandatos del emperador, escritos del
cardenal de Toledo, comentarios de Covarrubias, documentos de la Cancillería
Imperial, del Marqués de Denia, del Regente de la Cancillería del Reino, de catedráticos
de la ni Universidad de Valencia, etc. En los miles de folios que abordan esta
cuestión siempre se cita la lengua o idioma valenciano, jamás el catalán.
En
el XVI, sí decían evangelización en valenciano no engañaban como ahora (ustedes
ya me entienden); incluso en la Doctrina editada en Barcelona por el valenciano
Gaspar Punter, en 1595, reconocemos el advenimiento del valenciano moderno:
“celebrat en Tarragona; pera que ab esta; nos ha paregut; als chics y chiques,
autoritat que te la Iglesia; les sobredites coses”, etc.
El
respeto que las autoridades mantenían hacia el idioma era compartido por los
eclesiásticos del Reino. No existían motilones catalaneros como los de la
patética “Mata de jonc” (junc, en valenciano), o la fúnebre “SAÓ”. Estas joyas
podrían tomar ejemplo (aunque perderían la subvención) del carmelita. Jaume
Montanyes, prior del convento de Onda, Destinado a la isla de Cerdeña, estuvo
en contacto con italianos, catalanes y aragoneses desde su cargo de Vicario
General en Caller. Conocedor de idiomas clásicos y neolatinos, cuando escribió
la obra que le haría famoso se decidió por el valenciano, rechazando el latín,
castellano y, por supuesto el catalán.
En
1559, salía de imprenta el “Espill de ben viure, dedicat al Arquebisbe de
Valencia”, do Montanyés puntualiza que escribe en idioma “materno valenciano”
(Espill. Valencia 1559, Epíst.). ¿Qué pasaría si Montanyés viviera en el 2000 y
dedicara su Espill al arzobispo García Gasco? El rojerío de pacotilla y la
extrema derecha bolquera se lanzaría a la yugular de ambos. Desdé el diario
catalán que se edita en Valencia, criticarían, por ejemplo, que Montanyés
usara la palatal valenciana ch, la que dicen que no existe: “estes persones
charradores” (Espill, f.13); “parlar y charrar” (ib.). “gran charrador” (ib.).
Ellos prefieren el catalán “xerraire”. En 1559, el carmelita no usaba la
geminada -como la RACV-, escribiendo “solicit” (f.59) no “sol.lícit”.
La
lengua de Montanyés era la que Papa y el Emperador reconocían como valenciana,
la misma que admiró Cervantes. De la morfología nominal a las desinencias
verbales, el idoma del Espill mostraba su independencia respecto a los
vecinos:
“montanya,
gentilea, naturalea, llaugerea, servici, genero, ayorrixques, seuixcan...”.
Frases como “al verdader Parais aplegaren”(f.96), los comisarios de Canal 9 lo
convertirían en “al veritable Paradís arribaren”. Como es sabido, “arribar” es
verbo común a los romances hispánicos, mientras que “aplegar” es, actualmente,
exclusivo del idioma valenciano en su acepción de llegar.
Por
cierto, en el artículo del pasado lunes, donde yo habla escrito “una errata”,
alguien lo transformó en “un etarra” ¡Qué susto!. Hasta una sola letra puede
generar tratadas semánticas. Releyendo estas líneas me he percatado, por
suerte, que al místico Gaspar Punter le había comido la n de su apellido y -pese
a mi ateísmo cateto-, no quiero faltar el respeto al morellano que, en 1595,
edité la doctrina par chics y chiques en Barcelona. Resumiendo: si se tuviera
que publicar un nuevo catecismo, y si fuera rey de Valencia Carlos V o Felipe
II, se utilizarían los idiomas valenciano y español; pero, con el marxismo
(de los hermanos Marx) en el poder cultural, la evangelización a ritmo de
sardana está asegurada. Dada la situación, como Montanyés, diremos: “Si tu,
Senyor, me desampares...” (Espill, f.102).
Diario de
Valencia 3 de Diciembre de 2000
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