REVISTA DE HISTORIA MODERNA
Número 25 - 2007
LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXV)
RETROSPECTIVA HISTORIOGRAFICA Y ESTADO DE LA
CUESTION.
Páginas: 303 a 329
Autor: Carmen Pérez Aparicio.
En el caso de Borrull estamos ante un trabajo
que no aporta nuevos elementos documentales, sino que tiene como objetivo
demostrar la injusticia que supuso la abolición de los Fueros, cuya finalidad
no era otra que la de acabar con la constitución y la libertad del Reino de
Valencia. Este hecho marcaba para su
autor el punto de partida para reivindicarlos, precisamente en unos momentos en
que el absolutismo borbónico llegaba a su fin y se abrían las puertas a la
recuperación de las libertades políticas. Borrull se sumaba así a una corriente
surgida desde el mismo momento de la publicación del decreto y de la que
Minyana ya se había hecho eco.
En la línea argumental expuesta ya en 1707
por la Ciudad de Valencia para manifestar la disconformidad de los valencianos
con el decreto abolicionista, y utilizando profusamente la obra de Minyana,
trataba de fundamentar la nulidad del decreto sobre la inexistencia del delito
de rebeldía y la falta de potestad real para decretar la abolición. Aportaba
nuevas razones para demostrar que sólo uno de los tres Estamentos valencianos
-el Real- se rebeló contra el rey, mientras que los otros dos -Eclesiástico y
Nobiliario- se mantuvieron fieles al Borbón. por lo que no se podía afirmar que
el reino hubiera sido rebelde ya que la mayor parte de la representación había
permanecido fiel.Y puesto que no hubo unanimidad, cualquier disposición real
que obligara a todos ellos sería, en consecuencia, contraria a la legislación
foral, un argumento ratificado por el hecho de que el rey no tenía facultad
para abolir, mudar o corregir los Fueros valencianos. Esta medida había sido
también contraria a la razón natural y a las propias leyes de Castilla, según
las cuales no pueden pagar los unos por los delitos de los otros. En
definitiva, consideraba que el decreto había sido nulo y que, por lo tanto, los
Fueros permanecían vigentes.
En la misma línea argumental, Borrull
defiende que, por el contrario, fueron Felipe V y el virrey quienes, con su
inoperancia, facilitaron el desembarco enemigo y la capitulación de Valencia y
señala que si hubo poblaciones que aclamaron a Carlos III, lo hicieron movidas
por el temor a la repre4salias del ejército aliado. Manifiesta un firme empeño en
demostrar la incompetencia e incapacidad del ejército borbónico, que contrapone
a la llegada de grandes contingentes de tropas aliadas. A pesar de todo, de las
cuatro fortalezas valencianas, Alacant, Dénia, Montesa y Peníscola, sólo una,
Dénia, se entregó a los aliados y muchas otras poblaciones, como Xixona, Elig,
Sagunt o Morella, resistieron tenazmente. Su afán por demostrar la falta de
rebelión y exculpar de ellas a los valencianos, le lleva incluso a situarse en
la comprometida tesitura de asegurar que Xátiva no era austracista y que su
encarnizada resistencia a las tropas borbónicas fue fruto de la presencia de
una guarnición aliada. En este sentido, las noticias recogidas por el marqués
de San Felipe sobre la total indefensión de las costas, la falta de previsión
del gobierno borbónico y la inoperancia del virrey le permitían rebatir, con
testimonios felipistas, lo injusto e injustificado de la abolición.
En clara sintonía con el alegato de Borrull
en favor de lo que llama "libertad", hay que situar la obra de
Vicente Boix, "Historia de la Ciudad y Reino de Valencia", publicada
en 1845. En ella pretende seguir el camino trazado por los cronistas clásicos
de la Edad Moderna, Viciana y Escolano, si bien en este caso se prestan también
atención a los acontecimiento de la guerra en el Reino de Valencia a partir de
las obras ya publicadas de Minyana, el marqués de San Felipe y Belando, a las
que incorpora algunas fuentes documentales de carácter complementario
tangencial. Sin menospreciar los hechos militares, se sitúa en un plano
analítico para tratar de establecer las causas del conflicto. Su punto de vista
recoge las tesis, ya mencionadas, de la indefensión de los valencianos por la
falta de previsiones del propio gobierno borbónico y la inoperancia del virrey,
al tiempo que resalta el carácter minoritario de los seguidores del Archiduque,
a los que descalifica -como hizo Minyana en su momento- tachándoles de la
"canalla más soez y despreciable", movidos por el espejismo de las
promesas del general Basset.
Añade la existencia de diversas razones para
el descontento hacia Felipe V, resumidas en el rechazo de una dinastía
extranjera y de un monarca que se rodea de una corte también extranjera. No se
recata tampoco de criticar la ambición de los partidarios del archiduque y sus
críticas salpican por igual a unos y otros. Sobre Baset no escatima
descalificaciones por su responsabilidad en el clima de anarquía en el que se
sumió la Capital del Reino tras la proclamación de Carlos III. Del primer
Borbón censura sus errores de gobierno, especialmente su menosprecio a la
tradición política hispana -tan diferente de la francesa-, su afán de gobernar
la Monarquía con un modelo importado y, por supuesto, la "injusta"
abolición de los Fueros, que califica, además,
de premeditada. Responsabiliza a los dos partidos del clima de violencia
y extorsión que se vivió tras la batalla de Almansa, los dos son tachados de
ciegos y fanáticos y de responsables de la ruina del Reino de Valencia, víctima
de su encono. Culpa a las tropas aliadas extranjeras de la resistencia militar
contra el ejército vencedor y afirma, como colofón, que Felipe V había sido, a
pesar de todo, uno de los príncipes más dignos que había tenido España.
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