Por Ricardo García Moya
Las Provincias 8 de Marzo de 1994
¿Qué está gestándose tras el
desasosiego institucional que estamos viviendo, con regiones ávidas de engullir
a sus vecinas, con la aparición de castas (autonomías de primera, segunda y
tercera categoría), y el chalaneo descarado de un gobierno tímido, que rehuye
Ilamarse de España y utiliza eufemismos como "gobierno del estado o
central"?
Todo indica, y quisiera
equivocarme, que las regiones de España están reviviendo situaciones similares
a las que precedieron a enfrentamientos civiles. Vean qué ambiente reflejaba un
texto redactado en vísperas de la guerra de 1705: "Iban de camino por
Cataluña, unos soldados espanyoles (sic), cada cual de su nación: Julián Pérez,
castellano hijo de Madrid; Antonio Munyos, andaluz; Diego Carranza, aragonés;
Francisco Vives, valenciano; y Juan Roca, catalán". (Luz de la verdad en
favor de Catalunya; Bib. Universidad de Barcelona. Ms. Y 36, año 1701 ).
La conversación de los soldados
-personificaciones de las autonomías históricas- es controlada por el catalán
Roca con argumentos que Ilenan páginas enteras, mientras que los restantes
interlocutores apenas ocupan líneas con preguntas ingenuas. La teoría del
soldado Roca -salvo matices anacrónicos- es homologada a la esgrimida
actualmente: "Catalunya por
Espanya, que aunque su Majestad no sacara cosa de ella, y gastara en
conservarla, le es de provecho porque es muro de Espanya" (f.49).
Como si en aquellas fechas la
belicosa Francia no acosara a la península por el Bidasoa, Navarra y Aragón,
que también eran "muro de España". Y en las costas de Galicia,
Andalucía y Valencia no se repelieran continuos ataques de flotas francesas e
inglesas (Alicante había sido bombardeado en 1691 , poco antes de ser redactado
el manuscrito) . Para Roca, los valencianos somos "como cuervos", por negarnos a seguir a Cataluña; y Fernando el
Católico el más mal rey de cuantos hemos
tenido, pues debiéndosenos el ser Cabeza, nos ha hecho pies" (f.42).
¡Siempre tan egocéntricos!
Por si fuera poco, Roca acusa a
los valencianos de traidores por su rebelión de la Germanía, cuando es sabido
que la región que más veces se ha entregado a otras potencias ha sido la
catalana. Con decir que proclamaron conde de Barcelona al infante de Portugal,
al rey de Francia, al archiduque de Austria y -en el colmo del disparate- en
1712 "ofrecieron los Cathalanes al Turco el dominio del Principado"
(Bacallar V. Comentarios. Génova 1725,
p.93). EI sultán de Turquía, con buen criterio, no les aceptó como súbditos.
Pero lo inquietante del
manuscrito es la teoría política de Roca (no el actual, sino el del siglo
XVII), pues presume de que Cataluña "siempre obtiene premio de estos
movimientos" (f.45). Es decir, él considera positivo para Cataluña todo lo
que sea conflictivo al resto de España, pues la experiencia le dice que los
catalanes siempre han obtenido "premios" en estas situaciones; por
ejemplo, después de la "guerra dels Segadors", el monarca confirma
"sexto jurado a Barcelona. Eso es premio? Digasme, lo tiene Zaragoza? no.
Y Valencia? tampoco" (fol. 45).
Y surge el inevitable mosqueo. La
mayoría de los políticos catalanes actuales han estudiado en la Universidad
Central de Barcelona, lugar donde se conserva el manuscrito Ms Y36 que
recomienda sembrar cizaña en la nación ¿No será éste la base del ideario de
CiU? Ahora, para no perder el hábito, han creado otro conflicto: la unión de
comunidades autónomas. Con la estrategia habitual, la idea ha sido lanzada a
los medios de comunicación para analizar cómo reacciona el español medio; el paso
siguiente, tras marear la perdiz, será etiquetar de retrógradas a las
formaciones políticas que se opongan.
De
momento es notoria la aparición de subliminales mensajes sobre beneficios de la
fusión con Cataluña, que en un futuro incluiría la zona transpirenaica
(Rosellón, Perpiñán y Cerdaña). Pero conociendo antecedentes del asunto no
parece muy atractivo el centralismo barcelonés; y a los documentos me remito.
El paradigma perfecto lo ofrece
en 1627 el "Embaxador de Perpiñan", cuando suplica a Felipe IV que
ordene "dividir y separar los condados de Rossellón y Cerdaña del
principado de Cataluña, porque no tienen nada común unos y otros". (Baldo,
Luys: Aclamación pía y justa. Barcelona, 1627). Según el embajador, el
"Principado de Cataluña o Condado de Barcelona, que es lo mismo" (f.
15), parasitaba inmisericorde a los "dichos
condados, Ilevándose a Barcelona los dineros que allí se consumen, sin volver a
los Condados una blanca de ellos". Por tanto, "dicha unión ha
sido perjudicial, dañosa y muy desigual para el Rosellón y Cerdaña".
Como era de esperar, los
catalanes no deseaban perder, la fuente de ingresos y -burlando el deseo de
libertad de los demandantes- se apresuraron a escribir a las autoridades de
Madrid para boicotear "la pretensión que tienen los condados de Rosellón y
Cerdaña de desunirse y separarse del principado de Cataluña" (Bib. de Cataluña.
Ms. 1008, año 1627) .
En fin, tal como van las cosas,
podríamos aplicar unas frases del manuscrito de 1701 dirigidas al soldado Roca,
personificación del nacionalismo catalán: "Como se conoce, amigos, que éste todo lo que dice va con malicia, pues
nunca levanta la mano de la queja en sus historias y paridades" (f.
34). La historia, una vez más, se repite; y nosotros, los valencianos, somos la
moneda de cambio.
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