Autor: Ricardo de la Cierva - 1985
Un libro desmitificador que restablece muchas verdades
Casanova desapareció en el tumulto
Los catalanes apostaron por la continuidad de la Casa de Austria
El general Villarroel, barcelonés de estirpe castellana, también cayó herido pero siguió dirigiendo heroicamente la resistencia, hasta que recomendó la capitulación. El duque de Berwick entró en la ciudad y los catalanes, como si no hubiera pasado nada, se pusieron al día siguiente al trabajo. “El Decreto de Nueva Planta no se ensañó con el idioma catalán”. Se limitó a imponer el castellano en las causas judiciales, que antes se debatian en latín. El nuevo régimen resultó, según todos los historiadores solventes, enormemente positivo y provecho para Cataluña, que estaba anclada en la Edad Media.
Rafael de Casanova no murió heroicamente. Desaparecido en el tumulto. Se refugió en una finca de su suegro en San Baudilio. Volvió en 1.719 a Barcelona donde siguió ejerciendo la abogacía sin que nadie le molestase. Murió tranquilamente en 1.743, con mas de ochenta años, y sin la menor idea de que andando los siglos se iba a convertir en símbolo de una Diada que, tal y como se presenta por algunos radicales, nunca existió.
Un libro desmitificador que restablece muchas verdades
Casanova desapareció en el tumulto
Los catalanes apostaron por la continuidad de la Casa de Austria
El general Villarroel, barcelonés de estirpe castellana, también cayó herido pero siguió dirigiendo heroicamente la resistencia, hasta que recomendó la capitulación. El duque de Berwick entró en la ciudad y los catalanes, como si no hubiera pasado nada, se pusieron al día siguiente al trabajo. “El Decreto de Nueva Planta no se ensañó con el idioma catalán”. Se limitó a imponer el castellano en las causas judiciales, que antes se debatian en latín. El nuevo régimen resultó, según todos los historiadores solventes, enormemente positivo y provecho para Cataluña, que estaba anclada en la Edad Media.
Rafael de Casanova no murió heroicamente. Desaparecido en el tumulto. Se refugió en una finca de su suegro en San Baudilio. Volvió en 1.719 a Barcelona donde siguió ejerciendo la abogacía sin que nadie le molestase. Murió tranquilamente en 1.743, con mas de ochenta años, y sin la menor idea de que andando los siglos se iba a convertir en símbolo de una Diada que, tal y como se presenta por algunos radicales, nunca existió.
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