viernes, 5 de noviembre de 2010

LA SEGUNDA CRUZADA (III)


Autor: Desconocido

Fue entonces cuando llegó la noticia de la caída de Edesa, y Bernardo de Claraval decidió que había que hacer algo. En primer lugar habló con (o, mejor dicho, sermoneó una y otra vez a) Luis VII de Francia. El rey era un hombre piadoso y le remordía la conciencia por la excomunión que había sufrido y por las miles de personas que murieron en el incendio de Vitry. Bernardo supo sacar partido de todo ello y Luis VII no tardó en convencerse de que su deber era encabezar una cruzada.
Mientras tanto el príncipe Raimundo I de Antioquía tuvo que rendir vasallaje al Emperador Manuel I.
Mientras los almohades se extendían por Marruecos, en Al-Ándalus los almorávides estaban perdiendo el control frente a las llamadas segundas Taifas: Sayf al-Dawla fue proclamado rey de Córdoba, pero fue destituido a los tres meses a causa de sus abusos. Los cordobeses eligieron rey a al-Husayn ibn al-Husayn mientras Hamdin ibn Muhammad se declaraba rey de Málaga y Sayf al-Dawla marchó a Granada. Allí fue derrotado por los almorávides y tuvo que huir a Murcia, donde logró hacerse con el gobierno de la ciudad. En 1146 murió en la batalla de Albacete, mientras combatía contra los almorávides bajo las órdenes de Alfonso VII. Fue sucedido en Murcia por ibn Iyad. El almohade Abd al-Mumin tomó la ciudad de Fez. En las Baleares se proclamó independiente Muhammad, hijo de Alí ibn Yúsuf, quien reconoció la autoridad del lejano Califa abasí.
El rey Alfonso I de Portugal se casó con Matilde, hija del conde Amadeo III de Saboya.
El rey Erik Lam de Dinamarca, bajo la influencia del arzobispo Eskil, había multiplicado los privilegios y dones en favor de la Iglesia. Finalmente abdicó y se retiró al monasterio de Odense, donde murió ese mismo año. Si el país ya estaba muy debilitado por las guerras civiles que había mantenido en las dos últimas décadas, ahora la situación empeoró porque tres nuevos pretendientes se disputaron el trono, y Dinamarca estuvo nuevamente en guerra.
En Polonia, los hijos del difunto duque Boleslao III seguían disputándose la supremacía. Ladislao II fue expulsado por uno de sus hermanos, que se convirtió en el nuevo duque Boleslao IV. Desde entonces Ladislao fue conocido como Ladislao II el Exiliado.
Imad al-Din Zangi, después de una fiesta en la que bebió demasiado, encontró a uno de sus eunucos bebiendo de su copa. Furioso, le amenazó con ejecutarlo al día siguiente, y poco después cayó dormido. El eunuco, temiendo que su señor bien podía cumplir su amenaza, lo apuñaló y huyó en medio de la noche. Zangi dejó dos hijos: Ghazi, que gobernó Mosul y Nur al-Din, que gobernó Alepo. Nur al-Din completó la conquista de Edesa.
El Papa Eugenio III fue expulsado de Roma por segunda vez. Durante una ceremonia celebrada en Vezelay el domingo de Resurrección, Bernardo de Claraval aprovechó la presencia de numerosos nobles franceses para predicar la Segunda Cruzada, y el efecto de su oratoria fue similar al que consiguió Urbano II en Clermont. Toda Francia ardía en deseos de luchar por la cruz. En navidad hizo lo mismo en la ciudad alemana de Spira, donde ganó para su causa a buena parte de la nobleza alemana, incluyendo al mismo Emperador Conrado III.
En Rusia murió el gran príncipe de Kíev Vsiévolos Olgovich. Fue sucedido por Igor III, y poco después por Iziaslav II, pero el prestigio del título ya no estaba acompañado de ninguna autoridad efectiva. El príncipe más poderoso era entonces el de Súzdal, Yuri Dolgoruki, que seguía consolidando su estado y fundando nuevas fortalezas, como Moscú, en 1147.
El rey de Murcia Sayf al-Dawla murió y fue sucedido por ibn Mardanis, conocido también como el Rey Lobo, que pronto fue reconocido como rey de Valencia. Su suegro, Ibrahim ibn Hamusq, se había proclamado rey de Jaén y pronto aceptó la soberanía de ibn Mardanis y se convirtió en su lugarteniente. Probablemente era de ascendencia cristiana (se especula con que Mardanis es una deformación de Martínez). En cualquier caso, muchas de sus tropas y de sus costumbres eran cristianas, y mantivo alianzas con todas las potencias cristianas circundantes, incluidas las repúblicas italianas de Pisa y Génova.

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