lunes, 3 de mayo de 2010

LA PREAUTONOMIA VALENCIANA (XV)


BLAVERISMO

El blaverismo (en valenciano: blaverisme) es la denominación con que habitualmente se conoce a un movimiento social nacido como reacción contra la corriente
pancatalanista del nacionalismo valenciano, escorado a las tesis catalanistas fusterianas en nuestra Comunidad. Debe su nombre a la apasionada defensa por parte de este movimiento de la historia y de la cultura de nuestro pueblo entre las que destacan, como más importantes, tanto la lengua valenciana como la franja azul (blava en valenciano) en la Real Señera del Reino de Valencia. Esta denominación tenía originalmente una connotación negativa —que aún se mantiene entre los grupos sociales y políticos que consideran al blaverismo como un tipo de ultraderecha—, aunque modernamente es asumida y reivindicada por algunos de sus integrantes para diferenciarse de otros movimientos que, al igual que este, se autoproclaman también valencianistas pero contrarios al secesionismo lingüístico.

El “secesionismo lingüístico” término acunado por los partidarios de las anexiones catalanistas, se aplica por este tipo de elementos subversivos a la auténtica historia de nuestro pueblo, a los partidarios de las tesis valencianistas contrarias totalmente a la anexión de nuestra Comunidad al proyecto de los Países Catalanes. Por tanto, el Blaverismo considera que los secesionistas lingüísticos” son precisamente aquellos que niegan la independencia de la lengua valenciana y de la historia y cultura del Reino de Valencia.

El blaverismo es un movimiento originalmente populista y heterogéneo, de base valenciana y nacido durante la
transición democrática, que aglutina sectores de ideología mayoritariamente regionalista o foralista. El movimiento tiene especial arraigo en la capital y las comarcas adyacentes. Aunque inicialmente nació como reacción contra la corriente pancatalanista del nacionalismo valenciano, en la actualidad utiliza de forma genérica y despectiva el término "catalanista" contra cualquier ideología o grupo político que no coincida plenamente con las tesis valencianistas sobre la lengua y cultura valencianas así como a la adscripción nacional de los valencianos.

Surgimiento del blaverismo

Hay dos puntos de vista acerca del surgimiento del blaverismo. Los dos son parcialmente complementarios, y diferentes sensibilidades políticas pondrán más énfasis en uno u otro.

Reacción al
fusterianismo.

El blaverismo, de acuerdo a sus partidarios y algunos de sus críticos, surge como reacción a las tesis pancatalanistas del escritor valenciano (que él mismo se identifica como “un fulano catalán de Sueca)
Joan Fuster. Fuster, en su ensayo Nosaltres els valencians (1962) y otros escritos, promulga un nacionalismo esencialista, basado fundamentalmente en la lengua y en factores culturales (aunque también, en menor grado, étnicos) y concluye, tras un análisis histórico de la identidad valenciana muy influido por el marxismo, que los valencianos, mayoritariamente o esencialmente, comparten nacionalidad con sus vecinos catalanes.

Estas tesis gozarán de éxito entre buena parte de la intelectualidad y de los universitarios de los años 60, por su componente claramente
antifranquista, catalanista y de ruptura, que a su vez contagiará a toda la izquierda (cuyos partidos políticos adoptarán mayoritariamente la bandera cuatribarrada (lo que conocemos como la “márfega”) y el término País Valenciano, incluso cuando rechacen el pancatalanismo). La ruptura fusteriana no fue planteada sólo en relación con el franquismo, sino también con el valencianismo anterior a la Guerra Civil.

La ruptura interna del valencianismo provocada por el surgimiento del nuevo valencianismo
fusteriano favorecería la derivación (y el notable éxito) de una parte del valencianismo tradicional hacia planteamientos claramente anticatalanistas, dando lugar al blaverismo. Este movimiento hará suyo un determinado universo simbólico al que el nuevo valencianismo de raíz fusteriana había renunciado, arrastrando hacia sus planteamientos a los participantes de lo que, siguiendo al profesor A. Ariño, cabe llamar un valencianismo emotivo o temperamental. ¿Y por qué se tilda al blaverismo como un “valencianismo emotivo o temperamental”? Simplemente porque hay que criticarlo y denigrarlo de la manera más efectiva posible, echando por tierra la importancia que nuestro pueblo valenciano tiene dentro del estado español y por tratarse de un pueblo totalmente diferente y diferenciado del catalán, tesis que como se dice, son las que mayormente adoptan los profesores universitarios catalanistas aleccionando a los estudiantes de cerebro anodino a los que consiguen llevarse al “huerto”. Son precisamente estos universitarios los que posteriormente y, al ejercer las profesiones de letras mayormente, se encargarán de continuar aleccionando a través de los centros escolares, a los jóvenes valencianos.

Es importante enfatizar que lo que definirá al blaverismo no será la denuncia del argumento esencialista fusteriano como falaz, sino su respuesta igualmente esencialista pero del todo antagónica. A la frase de Fuster: «No es que la bandera valenciana sea igual que la catalana. Es que es la misma. Al igual que la lengua, y tantas otras cosas», el blaverismo responderá con una negación rotunda de que ambas comunidades compartan alguno de estos aspectos. La frase de Fuster es `”lapidaria” y, por supuesto, la pronuncia llevado de un espíritu pelotero hacia la región catalana. No es el único vendido que hace apología del catalanismo desde su residencia en tierras valencianas. Hay muchos otros que sería bastante difícil enumerar por su actitud, tanto activa como pasiva, los que trabajan para la consecución de la anexión del Reino de Valencia a Cataluña y, ello, hace que el movimiento valencianista o blavero como también se le denomina, adopte una actitud beligerante y salga a la calle para manifestar su desacuerdo y defender sus más profundas raíces históricas.

Y es que cuando una región (Cataluña) carece de la importancia medieval y de la inconmensurable historia que Valencia representó desde su fundación en el año 138 a.C. por los romanos, y todas aquellas etnias que pasaron por nuestra tierra, hasta la más destacada que fue la invasión morisca que duró hasta el año 1238, con la conquista del Reino Moro de Valencia por el rey cristiano Jaime I el Conquistador, pues hacer salir a la luz los complejos de inferioridad que les afectan al tratarse de una tierra, la catalana, que siempre fue feudo franco dentro de lo que conocemos como la Marca Hispánica, hasta que Jaime I hace que los territorios francos, más abajo de los Pirineos, pasen a ser de la Corona de Aragón. Después de esta negociación política con el frey franco, los condados de la Mara Hispánica son una simple anexión a la Corona de Aragón, sin más representación política dentro de la misma, hasta tal punto que el rey cristiano y sus sucesores nunca se han denominado reyes de Cataluña, sino, simplemente, condes de Barcelona y otros condados.

La
transición democrática y la UCD

Algunos críticos del blaverismo, particularmente desde la izquierda, relativizan la importancia del punto de vista anterior y consideran un anacronismo el hecho de que, mientras el fusterianismo nace con la publicación de Nosaltres els valencians en
1962, el blaverismo no se manifestará hasta 1977, en plena transición democrática. De hecho, el libro de Fuster será publicado en 1962 por la valencianista Editorial Torre, de Xavier Casp y Miquel Adlert, sin problema alguno. El blaverisno, es decir, el valencianismo de raíces netamente valencianas, no el valencianismo de izquierdas ni el valenciano-deportivo, del que también podríamos hablar, no se identificó hasta que vio los tejemanejes políticos en contra de la idiosincrasia valenciana, hasta que descubrió la traición que se estaba gestando en contra del pueblo valenciano. El libro de Fuster mencionado no fue ni más ni menos que la opinión de un acomplejado catalanista, un fulano catalán de Sueca, como él mismo le gustaba definirse y su panfleto, más que libro, no tuvo prácticamente incidencia alguna entre la población valenciana. Por parte de las izquierdas catalanistas valencianas se ha querido encumbrar al fulano de Sueca como al paladín de la democracia, máxime al tratarse de un “valenciano”, uno más de los traidores colaboradores de los que se sirve el catalanismo, hasta tal punto han querido hacerlo destacar como un mártir de la causa catalana que acusaron al valencianismo de la colocación de una bomba en su domicilio de Sueca, acción bastante dudosa pues por parte de las investigaciones policiales del caso no se ha podido averiguar la autoría del mismo. Si somos mal pensados podemos llegar a creer, supuestamente, claro, que la autoría bien podía haber sido de manos del catalanismo para presentar después el “atentado” como una acción del valencianismo. No obstante ello, hay que hacer mención a que lo calificado como “bomba” no fue ni más ni menos que un petardo colocado en una de las ventanas de la casa, precisamente en un sitio en el que los daños materiales no podían llegar a graves consecuencias, mucho menos atentar contra la vida del fulano de Sueca. Una acusación más totalmente infundada.

Por el contrario, estos críticos enfatizan el papel que habrían jugado al respecto políticos de la
UCD valenciana como Fernando Abril Martorell, el catedrático asesinado por ETA Manuel Broseta y el abogado Emilio Attard, que después de las primeras elecciones democráticas de 1977, que ganó la izquierda en Valencia, habrían decidido recoger la bandera del anticatalanismo para frenar el avance de los socialistas, comunistas y nacionalistas partidarios de una buena vecindad con Cataluña, y a los que se acusará de catalanistas o catalanizadores.

La primera declaración anticatalanista de un dirigente de la UCD corresponderá a Attard, máximo dirigente de la
provincia de Valencia, en diciembre de 1977. En 1978, el escritor Vicent Andrés Estellés es despedido como redactor jefe del diario Las Provincias, por supuestas presiones políticas procedentes de la UCD, y en junio del mismo año se publica en el mismo diario el artículo de Manuel Broseta, primero de una serie de colaboraciones estructuradoras de las ideas anticatalanistas y de la presunta estrategia de la UCD a este respecto.

No obstante estas manifestaciones de estos dos políticos de la UCD, en relación a su enfrentamiento con las fuerzas de izquierdas que pretendían y pretenden para Valencia su anexión a las pretensiones catalanas, ambos, durante la negociación del estatuto de la preautonomía y, después, durante la confección del mismo, se hallaban en una situación de “ni carne ni pescado”, es decir, en principio pasaban bastante de que en el futuro estatuto fueran o no reconocidas las señas de identidad más tradicionales de los valencianos. Manuel Broseta no se escondía de pronunciar lo de País Valenciano de cuyo nombre era partidario para la denominación de nuestra tierra valenciana en el futuro. Después, no sé si por convencimiento propio o por conveniencias políticas, le decantaron identificándose con el ideario blavero. Durante las negociaciones del
Estatuto Valenciano, la UCD defenderá: a) la bandera coronada tricolor, contra la cuatribarrada que defendían los ponentes socialistas y comunistas; b) la denominación valenciano para la lengua propia constaría sin referencia alguna a su filiación lingüística; c) la denominación de Reino de Valencia para la comunidad autónoma, contra la de País Valenciano que defendía la izquierda. A pesar de su posición minoritaria, la UCD valenciana hará valer su capacidad de bloqueo para imponer sus tesis en todos estos puntos, menos en el último. Finalmente, la UCD nacional rechazará la denominación País Valenciano en el Congreso de Diputados y se acabará adoptando la nueva denominación, sugerida por Emilio Attard, de Comunidad Valenciana.

No hay comentarios: