Roque Chabás
Madrid 12 de Diciembre de 1890.
4.
Nos refieren las actas del martirio del diácono San Vicente13, que muerto el santo en 304, mandó Daciano que arrojasen su cuerpo á un campo, para que careciese del honor de la sepultura. Los milagros que obró Dios para la conservación de aquel santo cuerpo, irritaron el furor del Pretor, que mandó echarlo en alta mar, metido en un saco, y atado á una gran muela. Apenas arrojado, ya se encontró su cuerpo en la playa y allí se le ocultó en las arenas, hasta que una virtuosa viuda llamada Jónica, inspirada por una celestial visión, sacó de aquel sitio las reliquias, y en compañía de muchos cristianos, las trasladó á un sitio inmediato á los muros de Valencia y los colocó bajo de un altar. Hé aquí las palabras: Cessante perfidorum crudelitate et fidelium crescente devotione, beatissimus Martyr ad sepulturæ honorificentiam inde levatus, digna cum reverentia deportatur, et sub sacro Altari extra muros ejusdem Civitatis Valentiæ ad quietem reponitur. Una constante tradición, señala aún este sitio en San Vicente de la Roqueta, al extremo de la calle del Santo, extramuros. Ya veremos cómo esta tradición tiene sólidos fundamentos.
No es difícil calcular la forma que tendría el sitio de la sepultura del mártir valenciano. Construída inmediatamente después de la paz de la Iglesia, debía estar dispuesta en el modo y forma de las de su clase en su tiempo. Aún permanece la sepultura de Santa Engracia en Zaragoza, construida por aquel tiempo y con idéntico objeto; semejante á ésta debió ser la de San Vicente en Valencia. En subterránea cripta, bajo estrecha bóveda, se colocaría un sarcófago de mármol, y sobre él, convertido en altar por conservar los huesos de un santo mártir, se celebrarían los divinos misterios. Que el sepulcro que hoy está en el Museo Provincial fuese el de San Vicente, ó bien fuese otro, no hemos de comenzar de nuevo, por ello, detenida polémica. Consignada está la que en pró sostuvo el Sr. Martínez Aloy, y en contra el señor D. Francisco Danvila y el que esto escribe, en los tomos I y II de la revista El Archivo14. Pero si los atributos, puestos en el del Museo, no permitieran admitir fuera aquel el sepulcro de nuestro santo, muy parecido le debió ser el que contuvo sus reliquias.
Prudencio, en el Peristéphanon, v15, describe en bellos versos el lugar de esta sepultura, y después de decirnos que vencidos los enemigos, y restituida la paz á los justos, un altar dió el debido descanso á los bienaventurados huesos del mártir, añade:
«Subjecta nam sacrario,
Imamque ad aram condita,
coelestis auram muneris
perfusam subtus hauriunt.»
Viene á decir que «los huesos de San Vicente, puestos en lugar sagrado, y colocados en un ara, ó altar, que ocupaba sitio inferior, aspiran allí bajo el aura del celestial galardón». Si no referimos todo esto á un lugar colocado bajo tierra, no podemos comprender las repetidas indicaciones de esta estrofa, que todas significan dicha colocación: Subjecta, imam, subtus.
Célebre fue en toda la cristiandad el mártir San Vicente, y no menos célebre la basílica donde estaba sepultado su cuerpo, y en que se conservaba su lecho. Nadie, que sepamos, ha señalado esta circunstancia, que consta textualmente, como vamos á ver. Sabida es la dichosa muerte de este santo, cuando postrado en un lecho formado de tiestos, se convirtieron éstos en flores odoríferas. Así lo cantaba en un himno la iglesia muzárabe16:
«Cernit deinde fragmina
«Cernit deinde fragmina
Vestiri semet floribus,
Redolente nectar carcere».
Pues bien; el Breviario Mozárabe, que en su himno de Laudes trae la anterior estrofa, en el de Vísperas canta17:
Per te, per illum carcerem
Honoris augmentum tui
Per fragmen illud testeum
Per quem trementes posteri
Exosculantur lectulum
Miserere, etc.»
Esta invocación al santo por su cárcel, por sus cadenas, por las llamas que sufrió, por los garfios que le despedazaron, termina por aquel lecho (lectulum) que la posteridad (posteri), en el tiempo en que el himno se compuso, iba á besar, con religioso respeto, todos los años, como se consigna claramente en la capítula que sigue á dicho himno: Annua devotione tanti Martyris solemne festum suscipimus. Y en la misa18, después del sanctus, se añade: Precamur ut istic, ubi nobis reposita est ejus reliquiarum portio, erecta sit patrociniis plenitudo. No puede señalarse más directamente el santuario de Valencia y el lugar de la sepultura del mártir.
Madrid 12 de Diciembre de 1890.
4.
Nos refieren las actas del martirio del diácono San Vicente13, que muerto el santo en 304, mandó Daciano que arrojasen su cuerpo á un campo, para que careciese del honor de la sepultura. Los milagros que obró Dios para la conservación de aquel santo cuerpo, irritaron el furor del Pretor, que mandó echarlo en alta mar, metido en un saco, y atado á una gran muela. Apenas arrojado, ya se encontró su cuerpo en la playa y allí se le ocultó en las arenas, hasta que una virtuosa viuda llamada Jónica, inspirada por una celestial visión, sacó de aquel sitio las reliquias, y en compañía de muchos cristianos, las trasladó á un sitio inmediato á los muros de Valencia y los colocó bajo de un altar. Hé aquí las palabras: Cessante perfidorum crudelitate et fidelium crescente devotione, beatissimus Martyr ad sepulturæ honorificentiam inde levatus, digna cum reverentia deportatur, et sub sacro Altari extra muros ejusdem Civitatis Valentiæ ad quietem reponitur. Una constante tradición, señala aún este sitio en San Vicente de la Roqueta, al extremo de la calle del Santo, extramuros. Ya veremos cómo esta tradición tiene sólidos fundamentos.
No es difícil calcular la forma que tendría el sitio de la sepultura del mártir valenciano. Construída inmediatamente después de la paz de la Iglesia, debía estar dispuesta en el modo y forma de las de su clase en su tiempo. Aún permanece la sepultura de Santa Engracia en Zaragoza, construida por aquel tiempo y con idéntico objeto; semejante á ésta debió ser la de San Vicente en Valencia. En subterránea cripta, bajo estrecha bóveda, se colocaría un sarcófago de mármol, y sobre él, convertido en altar por conservar los huesos de un santo mártir, se celebrarían los divinos misterios. Que el sepulcro que hoy está en el Museo Provincial fuese el de San Vicente, ó bien fuese otro, no hemos de comenzar de nuevo, por ello, detenida polémica. Consignada está la que en pró sostuvo el Sr. Martínez Aloy, y en contra el señor D. Francisco Danvila y el que esto escribe, en los tomos I y II de la revista El Archivo14. Pero si los atributos, puestos en el del Museo, no permitieran admitir fuera aquel el sepulcro de nuestro santo, muy parecido le debió ser el que contuvo sus reliquias.
Prudencio, en el Peristéphanon, v15, describe en bellos versos el lugar de esta sepultura, y después de decirnos que vencidos los enemigos, y restituida la paz á los justos, un altar dió el debido descanso á los bienaventurados huesos del mártir, añade:
«Subjecta nam sacrario,
Imamque ad aram condita,
coelestis auram muneris
perfusam subtus hauriunt.»
Viene á decir que «los huesos de San Vicente, puestos en lugar sagrado, y colocados en un ara, ó altar, que ocupaba sitio inferior, aspiran allí bajo el aura del celestial galardón». Si no referimos todo esto á un lugar colocado bajo tierra, no podemos comprender las repetidas indicaciones de esta estrofa, que todas significan dicha colocación: Subjecta, imam, subtus.
Célebre fue en toda la cristiandad el mártir San Vicente, y no menos célebre la basílica donde estaba sepultado su cuerpo, y en que se conservaba su lecho. Nadie, que sepamos, ha señalado esta circunstancia, que consta textualmente, como vamos á ver. Sabida es la dichosa muerte de este santo, cuando postrado en un lecho formado de tiestos, se convirtieron éstos en flores odoríferas. Así lo cantaba en un himno la iglesia muzárabe16:
«Cernit deinde fragmina
«Cernit deinde fragmina
Vestiri semet floribus,
Redolente nectar carcere».
Pues bien; el Breviario Mozárabe, que en su himno de Laudes trae la anterior estrofa, en el de Vísperas canta17:
Per te, per illum carcerem
Honoris augmentum tui
Per fragmen illud testeum
Per quem trementes posteri
Exosculantur lectulum
Miserere, etc.»
Esta invocación al santo por su cárcel, por sus cadenas, por las llamas que sufrió, por los garfios que le despedazaron, termina por aquel lecho (lectulum) que la posteridad (posteri), en el tiempo en que el himno se compuso, iba á besar, con religioso respeto, todos los años, como se consigna claramente en la capítula que sigue á dicho himno: Annua devotione tanti Martyris solemne festum suscipimus. Y en la misa18, después del sanctus, se añade: Precamur ut istic, ubi nobis reposita est ejus reliquiarum portio, erecta sit patrociniis plenitudo. No puede señalarse más directamente el santuario de Valencia y el lugar de la sepultura del mártir.
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