Ricardo García Moya
Diario de Valencia 23 de Septiembre de 2001
Existió el pintor catalán Joan Miró, el bueno, que en
1930 sorprendía a Europa con óleos coloristas cargados de infantilismo onírico.
En el polo opuesto, acechando ayuntamientos y universidades, se pavonea el
alcoyano Antoni Miró, artista con mensaje progre que alardea de “ir
contracorriente”, cuando en realidad navega en el transatlántico del catalanismo
con fanfarria y banderolas catalanas de cuatro barras, alusiones al PV y rebuscada
utilización de léxico y morfología barcelonesa para los títulos de sus cuadros
y exposiciones. En las reseñas de la última, «Sota l’asfalt está la platja”,
vuelve el papanatismo crítico a adornar con méritos de guerra a quien no
visitó trinchera. Proclamado vástago ideológico del fecundo Mayo francés por
la intelectualidad de langosta y subvención, sus vecinos de Alcoy no opinan lo
mismo.
La pintura
del Miró catalanero (no el catalán), es un producto para impresionar a la
burguesía ajena al mundo estético. Sus “remake” y collages disimulados de Magritte
o de Brueghel equivalen a los cromos de San Pancracio o las cacerías de ciervos
que -inspirados en la obra de Frans Snyders- tapaban desconchados en los comedores
míseros de posguerra (que no era el caso de su familia, por cierto). Todo
genio arrastra una retahíla de imitadores más o menos patéticos, pues no es
igual un paisaje de Claude le Lorrain, con dorados celajes de poética luz, que
un huevo frito sobre cerúleo horizonte. Este portento del Mayo francés, cuyas
obras son “obsequio de alto standing, en clientes importantes de empresas como
la CAM” (oferta de una empresa de grifería), gana millones con políticos que
gastan dinero público con artesanos que pintan las cuatro barras y usan el
catalán (no el valenciano). Las ideas del progre Miró vampirizan las de otros
creadores. Así, su gran ninot de 22 metros sobre el bailarín Gades -luchador
por la nación catalana con Marisol, admirador del camarada Fidel, etc.- tiene
su antecedente en las composiciones de Dalí y los cuerpos seccionados de Magritte,
como el célebre desnudo de “Manía de grandezas”. En realidad no me importa
que Zaplana, el socialista Sanus o Gloria Marcos compren paisajes con sol de
huevo frito, ciervos acartonados o hieráticos (con perdón), o cromos del
progre Miró ; lo que me socarra las turmas es que cacaree su ficticio “ir
contracorriente”.
Mira, progre Miró: contracorriente es lo que hace tu
familia al mantener en la empresa la voz compuesta “Mirofret” en valenciano,
con la t final usada por Ausias March, Martorell o Escalante. Contracorriente
es que te enfrentes a los políticos que nos incluyen en Cataluña o, desde
Murcia o Madrid, nos llaman Levante. Trata de defender la lengua valenciana de
tus padres, rotula en nuestro idioma tus cuadros y verás cómo los
ayuntamientos, diputaciones y universidades que ensalzan tu arte y te ceden
salas, te mandan a la mierda del ostracismo.
Como el
progre Miró, asimilamos basura léxica ajena y despreciamos la riqueza propia.
La voz “vacances", por ejemplo, no existe en idioma valenciano, siendo el
sustantivo “vacacions” el correcto para designar el período de descanso
estudiantil o laboral (“vacacions” en valenciano, “vacances” en catalán y
vacaciones en español); no obstante, los comisarios suspenderán a todo alumno
que pronuncie o escriba “yo estic de vacacions”, en perfecto valenciano. Habría
que recordar a los chaperos idiomáticos que la prosa académica siempre utilizó
“vacacions”, no el barbarismo impuesto por el terrorismo cultural. Así, en
las “Constitucions” de la Universidad de Valencia de 1611 y 1655 leemos
“...dels estudiants, y tinguen comoditat de poderles provehir en lo temps de
les vacacions, y pera llevar los abusos...” (p.5). La palabra “vacances”,
aunque la use la progresía de opereta (ya saben: Gloria Marcos, Tarancón, la
académica Ascensión, el gótico Hauf, etc.) no existe en lengua valenciana. Ya
puede la inmersión buscar con microscopio subvencionado por la Generalidad del
PP en cualquier texto valenciano, sea clásico o sainetero; sólo hallará
“vacació / vacacions”, como recogen los diccionarios de Escrig y el de la
Real Academia Valenciana (no confundir con la de Ascensión). Según cuentan los
etimólogos serios, la escoria léxica “vacances” comenzó a gestarse entre
sotanas, masturbaciones y agua bendita en el Seminario de Solsona en los años
en que disecaban al negre de Banyolas, es decir, en el siglo XX y no en
tiempos de Jaime I. El comando de Fabra la adoptó hacia 1920 y, con los ojos
cerrados y otra cosa abierta, los colaboracionistas valencianos (Fuster,
Carlos Salvador, Sanchis Guarner, Enric Valor...) la introdujeron en sus
tendenciosos escritos, despreciando el sustantivo valenciano “vacacions”.
Otro barbarismo llegado de Cataluña es la locución “al
voltant”, también inexistente en idioma valenciano hasta que los escritores
del Reino que reptaban por los Juegos Florales de Barcelona la usaron para
acentuar su sumisión. Este excremento gramatical aparece en Barcelona a
mediados del XIX, siendo aceptado rápidamente por los Milá i Fontanals, María
Aguiló, Serafí Pitarra, etc. La literatura valenciana, desde Martorell a
Galiana, logró su perfecta expresividad sin utilizar este barbarismo catalán,
con locuciones propias: “al contorn, lo / al derredor, proximitats, rodejant,
les cercanies, al costat...”. La Universidad de Valencia, por poner el mismo
paradigma, construía de esta forma: “entendrá que junt al estudi y en sos
contorns” (Constitucions, any 1611) En el norte del Reino, por la misma época,
hallamos “lo derredor del pati”, “als hereters del contorn lo que haurá” (p.
466), según recoge Beltrán Zaragoza (el ensayista catalanero propone como voz
culta para sustituir a las valencianas el barbarismo “voltant”, de otro modo
no le habría publicado la tendenciosa obra la “Societat Castellonenca de
Cultura”)
Adenda de agradecimientos para Zaplana y Tarancón por
lo suavemente que nos meten la lengua catalana. Así, sin brusquedades, el
sensible dúo nos la introduce poco a poco desde hace años, sea por Canal 9, la
Administración o la Universidad. En el examen de Selectividad de septiembre,
los alumnos valencianos han tenido que analizar textos barceloneses y, como es
costumbre, dogmas de Joan Fuster y Enric Valor sobre “La unitat idiomática del
Pnincipat, les illes i el País Valencia”. Estamos, ¡ay!, en el Reino del progre
Miró.
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