martes, 3 de diciembre de 2013

EL PROGRE MIRÓ



Ricardo García Moya
Diario de Valencia 23 de Septiembre de 2001

Existió el pintor catalán Joan Miró, el bueno, que en 1930 sorprendía a Europa con óleos coloristas cargados de infantilismo onírico. En el polo opuesto, acechando ayuntamientos y universida­des, se pavonea el alcoyano Antoni Miró, artista con mensaje progre que alardea de “ir contracorriente”, cuando en realidad navega en el transatlántico del cata­lanismo con fanfarria y ban­derolas catalanas de cuatro barras, alusiones al PV y re­buscada utilización de léxico y morfología barcelonesa pa­ra los títulos de sus cuadros y exposiciones. En las rese­ñas de la última, «Sota l’as­falt está la platja”, vuelve el papanatismo crítico a ador­nar con méritos de guerra a quien no visitó trinchera. Proclamado vástago ideoló­gico del fecundo Mayo fran­cés por la intelectualidad de langosta y subvención, sus vecinos de Alcoy no opinan lo mismo.
La pintura del Miró catala­nero (no el catalán), es un producto para impresionar a la burguesía ajena al mundo estético. Sus “remake” y co­llages disimulados de Ma­gritte o de Brueghel equiva­len a los cromos de San Pan­cracio o las cacerías de cier­vos que -inspirados en la obra de Frans Snyders- tapa­ban desconchados en los co­medores míseros de posgue­rra (que no era el caso de su familia, por cierto). Todo genio arrastra una retahíla de imitadores más o menos pa­téticos, pues no es igual un paisaje de Claude le Lorrain, con dorados celajes de poéti­ca luz, que un huevo frito so­bre cerúleo horizonte. Este portento del Mayo francés, cuyas obras son “obsequio de alto standing, en clientes im­portantes de empresas como la CAM” (oferta de una em­presa de grifería), gana mi­llones con políticos que gas­tan dinero público con arte­sanos que pintan las cuatro barras y usan el catalán (no el valenciano). Las ideas del progre Miró vampirizan las de otros creadores. Así, su gran ninot de 22 metros sobre el bailarín Gades -lu­chador por la nación catala­na con Marisol, admirador del camarada Fidel, etc.- tie­ne su antecedente en las composiciones de Dalí y los cuerpos seccionados de Ma­gritte, como el célebre des­nudo de “Manía de grande­zas”. En realidad no me im­porta que Zaplana, el socia­lista Sanus o Gloria Marcos compren paisajes con sol de huevo frito, ciervos acarto­nados o hieráticos (con per­dón), o cromos del progre Miró ; lo que me socarra las turmas es que cacaree su fic­ticio “ir contracorriente”.
Mira, progre Miró: contra­corriente es lo que hace tu familia al mantener en la empresa la voz compuesta “Mirofret” en valenciano, con la t final usada por Au­sias March, Martorell o Es­calante. Contracorriente es que te enfrentes a los políti­cos que nos incluyen en Ca­taluña o, desde Murcia o Ma­drid, nos llaman Levante. Trata de defender la lengua valenciana de tus padres, ro­tula en nuestro idioma tus cuadros y verás cómo los ayuntamientos, diputaciones y universidades que ensal­zan tu arte y te ceden salas, te mandan a la mierda del ostracismo.
Como el progre Miró, asi­milamos basura léxica ajena y despreciamos la riqueza propia. La voz “vacances", por ejemplo, no existe en idioma valenciano, siendo el sustantivo “vacacions” el co­rrecto para designar el perío­do de descanso estudiantil o laboral (“vacacions” en va­lenciano, “vacances” en catalán y vacaciones en espa­ñol); no obstante, los comisa­rios suspenderán a todo alumno que pronuncie o es­criba “yo estic de vacacions”, en perfecto valenciano. Ha­bría que recordar a los chaperos idiomáticos que la pro­sa académica siempre utilizó “vacacions”, no el barbaris­mo impuesto por el terroris­mo cultural. Así, en las “Constitucions” de la Uni­versidad de Valencia de 1611 y 1655 leemos “...dels estu­diants, y tinguen comoditat de poderles provehir en lo temps de les vacacions, y pe­ra llevar los abusos...” (p.5). La palabra “vacances”, aunque la use la progresía de opereta (ya saben: Gloria Marcos, Tarancón, la acadé­mica Ascensión, el gótico Hauf, etc.) no existe en len­gua valenciana. Ya puede la inmersión buscar con mi­croscopio subvencionado por la Generalidad del PP en cualquier texto valenciano, sea clásico o sainetero; sólo hallará “vacació / vaca­cions”, como recogen los dic­cionarios de Escrig y el de la Real Academia Valenciana (no confundir con la de As­censión). Según cuentan los etimólogos serios, la escoria léxica “vacances” comenzó a gestarse entre sotanas, mas­turbaciones y agua bendita en el Seminario de Solsona en los años en que disecaban al negre de Banyolas, es de­cir, en el siglo XX y no en tiempos de Jaime I. El co­mando de Fabra la adoptó hacia 1920 y, con los ojos ce­rrados y otra cosa abierta, los colaboracionistas valen­cianos (Fuster, Carlos Sal­vador, Sanchis Guarner, En­ric Valor...) la introdujeron en sus tendenciosos escritos, despreciando el sustantivo valenciano “vacacions”.
Otro barbarismo llegado de Cataluña es la locución “al voltant”, también inexis­tente en idioma valenciano hasta que los escritores del Reino que reptaban por los Juegos Florales de Barcelona la usaron para acentuar su sumisión. Este excremento gramatical aparece en Bar­celona a mediados del XIX, siendo aceptado rápidamen­te por los Milá i Fontanals, María Aguiló, Serafí Pitarra, etc. La literatura valenciana, desde Martorell a Galiana, logró su perfecta expresivi­dad sin utilizar este barba­rismo catalán, con locucio­nes propias: “al contorn, lo / al derredor, proximitats, ro­dejant, les cercanies, al cos­tat...”. La Universidad de Va­lencia, por poner el mismo paradigma, construía de esta forma: “entendrá que junt al estudi y en sos contorns” (Constitucions, any 1611) En el norte del Reino, por la misma época, hallamos “lo derredor del pati”, “als here­ters del contorn lo que hau­rá” (p. 466), según recoge Beltrán Zaragoza (el ensa­yista catalanero propone co­mo voz culta para sustituir a las valencianas el barbaris­mo “voltant”, de otro modo no le habría publicado la ten­denciosa obra la “Societat Castellonenca de Cultura”)
Adenda de agradecimientos para Zaplana y Tarancón por lo suavemente que nos meten la lengua catalana. Así, sin brusquedades, el sensible dúo nos la introduce poco a poco desde hace años, sea por Canal 9, la Administración o la Universidad. En el examen de Selectividad de septiem­bre, los alumnos valencianos han tenido que analizar tex­tos barceloneses y, como es costumbre, dogmas de Joan Fuster y Enric Valor sobre “La unitat idiomática del Pnincipat, les illes i el País Valencia”. Estamos, ¡ay!, en el Reino del progre Miró.


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