SAN VICENTE FERRER, PREDICADOR
ÚLTIMOS AÑOS DE SAN VICENTE FERRER
Le pidieron con insistencia que asistiera al
Concilio de Constanza, pero él siempre señaló que se sentía urgido de manera
irresistible a la evangelización, gracias a la palabra, de los hombres de su
tiempo. Continuó predicando por tierras francesas, evitando las zonas afectadas
por la Guerra de los Cien Años que se había iniciado en 1339 y recorriendo las
que eran más directamente controladas por París.
Un testigo de aquellas predicaciones dirá: "El Santo era viejo, débil y pálido; pero después de decir la Misa y cuando predicaba parecía joven, en buen estado de salud, ágil y lleno de vida".
Después de estar por el Mediodía
francés, se internó en la Auvernia, pasando luego a la Bretaña, donde
transcurrirán los últimos meses de su vida. Falleció en Vannes el 5 de abril de
1419. Su sepulcro se halla en la catedral de dicha ciudad.
Diversas autoridades
eclesiásticas y civiles pidieron a la Curia Romana que se iniciase su Proceso
de Canonización. Pero el Papa Martín V no lo llevó adelante porque estaba
preocupado por otras cuestiones, entre ellas la ocupación de Nápoles y de
Sicilia por Alfonso de Aragón, si bien no deben desdeñarse los recelos que
podían todavía levantar su identificación con la "obediencia" de
Avignon en el pasado Cisma o su Compañía de seguidores.
En 1431, el Papa Eugenio IV
ordenó estudiar el asunto, pero ahora se interpuso el nuevo cisma de Amadeo de
Saboya. Ello no fue obstáculo para que Pedro de Bretaña, Juan de España y
Alfonso de Aragón dejaran de pedir a los dominicos que solicitasen la canonización.
Nicolás V aconsejó a los frailes celebrar el Capítulo general de 1453 en Nantes
y así poder planificar mejor las etapas para ello. Además encargó que tres
cardenales investigasen la vida y los milagros del predicador; entre ellos
estaba Alfonso de Borja, el futuro Calixto III y que será el primer Papa
valenciano de dicha familia. Éstos durante dos años mantuvieron entrevistas con
obispos, abades, frailes y gente común en Nápoles, Avignon, Toulouse y en la
región de Nantes, interrogando a 28, 18, 48 y 310 testigos respectivamente.
Corresponderá al sucesor de Nicolás, el señalado Calixto III, recibir las actas
de estas investigaciones.
V. J. Antist que se basa en sus predecesores
Flaminio, Illescas, Bautista Platina señala que Calixto III solía muchas veces
"decir a los cardenales y al Maestro de toda la Orden fr. Marcial que
siempre había tenido por cierto su pontificado desde que San Vicente se lo
prometió".
Puede pensarse que ello responde a una artimaña de los biógrafos antiguos, tanto del dominico como del Borja, de poner en la mente de este último una conciencia tal de la profecía vicentina no sólo en relación con su pontificado sino sobre todo con la Canonización del valenciano por parte de éste. Actualmente se han realizado fundamentales aportaciones documentales, que nos muestran que ello no es fruto de los biógrafos, sino convencimiento del propio Calixto III que lo afirmó en numerosas ocasiones y recogieron autores muy cercanos a los hechos
Así pues, después de un voto en el consejo de cardenales, Calixto III anunció la canonización de Vicente Ferrer para el día 29 de Junio de 1455. Mandará conservar los cuatro volúmenes de actas en el romano Convento dominicano de Santa María de la Minerva, donde desaparecieron en 1527 en circunstancias desconocidas, si bien después de haber servido como fuente a los primeros biógrafos del nuevo santo.
El correspondiente documento lo despachó Pío II el 1 de octubre de 1458. El historiador dominico valenciano José Teixidor hacia 1775 afirma que "no pudo Calixto III por sus muchas ocupaciones expedir la Bula de la Canonización siguiendo entre otros al dominico Francisco Diago que alude a la guerra contra los turcos.
San Vicente Ferrer dio un mensaje
para que lo llevaran a todos los valencianos, que podemos considerar como su
testamento. El mensaje dice así:
"¡Pobre patria mía! No puedo
tener el placer de que mis huesos descansen en su regazo; pero decid a aquellos
ciudadanos que muero dedicándoles mis recuerdos, prometiéndoles una constante
asistencia. y que mis continuas oraciones allí en el cielo serán para ellos, a
los que nunca olvidaré.
"En todas sus tribulaciones,
en todas sus desgracias, en todos sus pesares, yo les consolaré, yo intercederé
por ellos. Que conserven y practiquen las enseñanzas que les di, que guarden
siempre incólume la fe que les prediqué, y que no desmientan nunca la
religiosidad de que siempre han dado pruebas.
"Aunque no viva en este
mundo, yo siempre seré hijo de Valencia. Que vivan tranquilos, que mi
protección no les faltará jamás. Decid a mis queridos hermanos que muero
bendiciéndoles y dedicándoles mi último suspiro".
D;mso-bF � f n �g h�f bold'> profunda, el 9 de
octubre. Ese día, según la misma tradición, se tremola la venerable senyera,
la bandera del Reino de Valencia con su franja vertical azul sobre las cuatro
barras en campo de oro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario