Autor: Mateo Requesens
¿Era Luís Companys el líder
democrático que hoy se pretende rehabilitar? Nada más lejos de la realidad.
Companys no era un revolucionario obrerista, se trataba de un burgués de
izquierdas, por tanto con unas raíces filosóficas relacionadas más con el
individualismo y relativismo, que con el totalitarismo marxista, pero que no le
impidió adoptar posturas frontalmente contrarias a la convivencia democrática.
Companys un personaje mediocre,
mezquino y oportunista, con una ideología bastante simplona, de corte jacobino,
que evolucionó de la indiferencia e incluso antipatía por el catalanismo al
autonomísimo, para terminar en el separatismo cerril, pero que le permitió
adaptarse a las circunstancias cambiantes de una época de efervescencia
política. Al igual que su partido, Esquerra Republicana de Catalunya, el perfil
intelectual de Companys era bajo, su credo ideológico se baso en el
aprovechamiento del sentimentalismo catalanista más elemental, para “llorar” y
explotar los supuestos agravios históricos a que Madrid había sometido a
Cataluña y conquistar un Estado Catalán, legitima aspiración que impedía la
España reaccionaria.
La ERC se había formado a partir
del partido Estat Catalá de Macía, un ex coronel del ejército que se había
pasado del españolismo al catalanismo. Personaje, un tanto ridículo, que
elucubraba desde Francia una invasión “liberadora” de Cataluña con apoyos de
Moscú. A él se unió el grupo de Companys, un abogado que había adquirido cierto
renombre defendiendo anarquistas y que presidía la agrupación Republicá Catalá,
además participaban otros elementos procedentes del entorno del periódico
L´Opinió. Se trata pues de un partido de oportunidad, que sólo logró
protagonismo gracias a las negligencias y convulsiones que caracterizaron a la
II República. No en vano, José Pla, el más insigne escritor de la cultura
catalana, juzga a la Esquerra, diciendo que estaba “llena de los tópicos del
humanismo más insincero y tronado”.
La proclamación de la II
República da la posibilidad a este grupúsculo de obtener un protagonismo
impensable frente al nacionalismo moderado de Cambó y la Lliga, hasta entonces
principal representante del catalanismo. Maciá secundado por Companys, concejal
electo, se apropia el día 14 de abril de 1931, por la vía de hecho del
ayuntamiento y diputación de Barcelona proclamando la República Catalana.
Normalizada la situación institucional ERC, aprovecha la popularidad ganada por
el golpe de efecto que aunó republicanismo y catalanismo en el momento más
oportuno, y obtiene en Cataluña, en las primeras elecciones republicanas, un
magnifico resultado, que una vez aprobado el polémico estatuto de autonomía de
Cataluña, catapultó, primero a Macía, y tras su muerte a Companys, a la
presidencia de la Generalidad de Cataluña.
Instalado en el poder Companys
apostó por un separatismo cada día más extremista. Con ocasión de la
declaración de inconstitucionalidad de la Ley de Contratos de Cultivo de la
Generalidad, por parte del Tribunal de Garantías Constitucionales creado por el
gobierno Azaña, que estimó un recurso de la Lliga, es decir del catalanismo de
derechas, al considerar que el parlamento catalán había vulnerado el reparto de
compendias al entrar a regular tal cuestión, Companys, en vez de acatar la
decisión judicial decidió forzar un enfrentamiento con la autoridades
republicanas en Madrid, que habían cambiado de signo tras las elecciones de
1933.
Companys se negó deliberadamente
a la salida negociada del conflicto, acudiendo a la demagogia ramplona de
siempre, para espolear los sentimientos catalanistas, presentando la cuestión
como una afrenta del gobierno de centro-derecha, y en definitiva de España, a
los catalanes. Companys dijo que los catalanes sufrían una agresión “de los
lacayos de la monarquía y de las huestes fascistas monárquicas” y advirtió, en
clara incitación al uso de la fuerza, que no se repetirían las ocasiones en que
los catalanes habían sido injuriados y no habían sabido responder con la
violencia precisa. Mientras el órgano de ERC, el diario L´Opinió proclamaba:
“El parlamento catalán, que es soberano responderá a España […] ¡No somos más
que catalanes¡, y en el Parlamento en Madrid, el portavoz de ERC denunciaba las
“agresiones tan manifiestas a la autotomía de Cataluña” y la retirada de las
Cortes de su formación.
Companys siguió alimentando el fuego de la radicalización. Instaló como conseller de gobernación a Dencás otro patético personaje, que imitando los aspavientos teatrales de Maciá, había creado los “escamot” una milicia de atrezo para el partido, a modo de bufa imitación de los fascios italianos, que hacía gala de un furibundo credo secesionista. El conflicto entre Generalidad y Estado se saldó con un acuerdo por el que la Ley se adaptaba en su reglamento a las peticiones del gobierno central. Sin embargo la violencia había anidado en el ánimo de la sociedad catalana, y la quema del Palacio de Justicia de Barcelona por unos nacionalistas exaltados, anunciaba que más que una solución, se abría un paréntesis en espera de acontecimientos.
Companys siguió alimentando el fuego de la radicalización. Instaló como conseller de gobernación a Dencás otro patético personaje, que imitando los aspavientos teatrales de Maciá, había creado los “escamot” una milicia de atrezo para el partido, a modo de bufa imitación de los fascios italianos, que hacía gala de un furibundo credo secesionista. El conflicto entre Generalidad y Estado se saldó con un acuerdo por el que la Ley se adaptaba en su reglamento a las peticiones del gobierno central. Sin embargo la violencia había anidado en el ánimo de la sociedad catalana, y la quema del Palacio de Justicia de Barcelona por unos nacionalistas exaltados, anunciaba que más que una solución, se abría un paréntesis en espera de acontecimientos.
Y estos llegaron el de 6 de
octubre de 1934. Companys, prisionero de sus proclamas catalanistas, rehén de
su discurso demagógico que había buscado la rebeldía popular apostó por la
total ruptura con la legalidad democrática republicana alzándose en armas en
connivencia con el PSOE en lo que fue, ni más ni menos, que un intento de golpe
de estado. La disculpa, la entrada en el gobierno del partido más votado en las
últimas elecciones, la derechista CEDA. Companys, desde los balcones de la
Generalidad lanzó la siguiente arenga: “Las fuerzas monarquizantes y fascistas
que de un tiempo a acá pretenden traicionar a la República han logrado su
objetivo y han asaltado el poder. Los partidos y los hombres que han hecho publicas
manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra; los núcleos
que predican constantemente el odio y la guerra contra Cataluña, constituyen
hoy el soporte de las instituciones. Todas las fuerzas auténticamente
republicanas y los sectores sociales avanzados, sin excepción ni distinción, se
han levantado en armas contra la audaz tentativa fascista. Cataluña enarbola su
bandera y llama a todos al cumplimiento del deber y a la obediencia absoluta al
gobierno de la Generalidad, que, desde este momento, rompe toda relación con
las instituciones falseadas. En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del
parlamento, el gobierno que presido asume todas las facultades del poder en
Cataluña, proclama el estado Catalán dentro de la República Federal Española …”
Companys contaba con los
aproximadamente 3.400 escamots de Dencás y Badia y unos 400 mozos de escuadra
al mando de Pérez Farras, tanto la Guardia de Asalto como la Guardia Civil,
pese a su dependencia formal de la Generalidad, no se sumaron a la intentona
golpista. La intervención en Barcelona de las tropas del ejército leales a la
República, compuestas de unos 500 hombres, bajo el mando del general Batet
frustraron el golpe, sin apenas resistencia de los nacionalistas, que se
rindieron tras los primeros intercambios de disparos. Los escamots salieron
huyendo, demostrando que apenas servían para algo más que desfilar y
fanfarronear ante pusilánimes tenderos. En cuanto a los rabassaires, pequeños
agricultores catalanes, cuyo apoyo popular esperaba la Esquerra, no se
embarcaron en la insensata aventura de Companys. El pronunciamiento había
comenzado el 6 de octubre y finalizó la mañana del día 7, apenas había durado
unas horas, pero la estúpida ambición de Companys dejó aproximadamente 73 muertos
innecesarios.
Detenido y juzgado el sedicioso
presidente de la Generalidad fue condenado a 30 años de prisión. Con el triunfo
del Frente Popular en 1936 Companys salió de la cárcel, e increíblemente, pese
a su reciente pasado delictivo fue restablecido en su cargo de Presidente de la
Generalidad, como si nada hubiese pasado. De lo poco arrepentido que estaba de
su actuación antidemocrática, y de lo poco que le importaban las vidas de los
ciudadanos da fe el propio Azaña, que critica la intención de Companys una vez
excarcelado, de presentarse inmediatamente en Barcelona para “tomar posesión
del gobierno por la fuerza”, “disparate colosal, repetir otro 6 de octubre, y
hacérmelo a mí”.
Desde la cárcel Companys había jugado sus bazas políticas al colaborar en la tarea del Frente Popular de atraerse los votos de los anarquistas. La Esquerra envió al diputado Trabal, que en compañía de Salvat y Farreras, negoció con los líderes anarquistas su apoyó electoral. A cambio exigían la entrega de armas, quedando muy patente que la intención de las fuerzas revolucionarias no acababa en la obtención de una victoria electoral.
Durante los meses de violencias que siguieron, la CNT se cobró su tributo a la contribución que en votos hizo para el triunfo del Frente Popular. En Cataluña una Generalidad sobrepasada “tolero” sus desmanes, que llegaron hasta el asesinato de los famosos hermanos catalanistas Badia, que tan activamente habían participado en el levantamiento de la Generalidad en octubre del 34.
Desde la cárcel Companys había jugado sus bazas políticas al colaborar en la tarea del Frente Popular de atraerse los votos de los anarquistas. La Esquerra envió al diputado Trabal, que en compañía de Salvat y Farreras, negoció con los líderes anarquistas su apoyó electoral. A cambio exigían la entrega de armas, quedando muy patente que la intención de las fuerzas revolucionarias no acababa en la obtención de una victoria electoral.
Durante los meses de violencias que siguieron, la CNT se cobró su tributo a la contribución que en votos hizo para el triunfo del Frente Popular. En Cataluña una Generalidad sobrepasada “tolero” sus desmanes, que llegaron hasta el asesinato de los famosos hermanos catalanistas Badia, que tan activamente habían participado en el levantamiento de la Generalidad en octubre del 34.
El alzamiento militar del 18 de
julio fracasa en Cataluña. Companys y la Esquerra no tienen escrúpulo alguno en
coaligarse con la CNT para prescindir del gobierno central e instaurar de facto
un régimen semiindependiente en Cataluña. El terror que despliegan los milicianos
se ve respaldado legalmente por Companys, que el 23 de julio de 1936 promulga
un decreto que dice: “La rebelión fascista ha sido vencida por el heroísmo
popular y el de las fuerzas locales. Precisa, pues, acabar de aniquilar en toda
Cataluña los últimos núcleos fascistas existentes y prevenirse contra los
posibles peligros de fuera. Por tanto a propuesta de la presidencia, y de
acuerdo con el Consejo Ejecutivo, decreto lo siguiente: 1º Se crean las
milicias ciudadanas para la defensa de la República y la lucha contra el
fascismo y la reacción … 2º En toda Cataluña se constituirán los Comités
locales de defensa que deberán obrar de acuerdo con el Comité Central”.
La actuación de esos comités y
milicias, tuvo como resultado el asesinato en Cataluña de 8.000 personas
durante 1936, según estimaciones del propio Companys y el destacado miembro de
ERC, Jaime Miravitlles. El número de ejecuciones fue tan elevado en las
primeras semanas, y la represión tan brutal, que el propio Companys tuvo que
protestar ante el Comité Central controlado por los anarquistas García Oliver y
Peiró. En noviembre de 1936 disuelve la Oficina Judicial controlada por la CNT
sustituyéndola por los Tribunales Populares, que se habían creado en el mes de
octubre. La relación simbiótica de la Esquerra de Companys con el anarquismo
finalizó en abril de 1937. En dichas fechas los comunistas del PCE, muy
fortalecidos por la importante presencia militar y política soviética en
España, pretendían dominar al resto de organizaciones obreras y los resortes de
poder de la República. En Cataluña los comunistas coaligados con socialistas en
el PSUC pretendían acabar con el dominio de los anarquistas. Durante los meses
de marzo y abril se habían producido secuestros y asesinatos entre miembros de
las organizaciones obreras enfrentadas. Companys barruntando el cambio de
vientos, se alía con los comunistas, y permite que la Generalidad practique
numerosas detenciones de anarquistas tras el asesinato del líder del PSUC
Roldán Cortada el 25 de abril. El 3 de mayo los comunistas, con el beneplácito
de Companys ocupan el edificio de Telefónica de Barcelona, baluarte del
anarquismo y por tanto autentica provocación, que desemboca en un levantamiento
armado de la CNT y el POUM, que es sofocado en pocos días. La represión
posterior, que se hace especialmente cruenta entre los miembros del POUM,
incrementada tras el ascenso de Negrin a la jefatura de la República, nos añade
500 asesinatos más en suelo catalán permitidos por el gobierno de Companys.
La represión se atempera durante los años 1937 y 1938, para volver a subir en 1939, barajándose un total de al menos 2.300 ejecuciones más en el territorio catalán.
La represión se atempera durante los años 1937 y 1938, para volver a subir en 1939, barajándose un total de al menos 2.300 ejecuciones más en el territorio catalán.
Finalizada la contienda civil,
Companys huye a Francia donde es detenido por la Gestapo y entregado a las
autoridades españolas que tras un juicio militar condenan a muerte al que fuera
presidente de la Generalidad.
El balance no puede ser más siniestro, son dos los hechos criminales que se deben imputar a Luis Companys y Jover. Por lado un levantamiento armado contra la legalidad democrática, que provoca decenas de muertos en octubre de 1934, y por otro la responsabilidad política y personal directa en la represión en Cataluña durante la Guerra Civil, represión que Companys no solo no desconocía y permitía, sino que apoyó con sus medidas legislativas y de gobierno. De aplicarse las mismas normas procesales y penales que se utilizaron durante el juicio de Nuremberg contra los dirigentes nazis, a la conducta de Companys, seguramente habría acabado, al igual que los jefes nazis, colgando de una soga. El hecho de que acabase sus días ante un pelotón de fusilamiento franquista no cambia los graves crímenes de guerra que cometió.
El balance no puede ser más siniestro, son dos los hechos criminales que se deben imputar a Luis Companys y Jover. Por lado un levantamiento armado contra la legalidad democrática, que provoca decenas de muertos en octubre de 1934, y por otro la responsabilidad política y personal directa en la represión en Cataluña durante la Guerra Civil, represión que Companys no solo no desconocía y permitía, sino que apoyó con sus medidas legislativas y de gobierno. De aplicarse las mismas normas procesales y penales que se utilizaron durante el juicio de Nuremberg contra los dirigentes nazis, a la conducta de Companys, seguramente habría acabado, al igual que los jefes nazis, colgando de una soga. El hecho de que acabase sus días ante un pelotón de fusilamiento franquista no cambia los graves crímenes de guerra que cometió.
Un artículo de Mateo Requesens
para MDC
2
de noviembre del 2004
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