Juan Ferrando Badia (q.e.p.d.)
Hemos dicho en otras ocasiones que en la raíz misma del grave malestar socio-cultural reinante en la nacionalidad o Reino de Valencia se hallaba el constante laborar -desde 1955 hasta hoy- de algunos de casa y de fuera de ella por imponer una versión catalana, e insertarnos así en el área cultural de la Gran Cataluña: "países catalanes". Abordaremos aquí y ahora la problemática que encierra la expresión "países catalanes". En primer lugar, nos preguntamos ¿cómo y cuándo ha existido eso que se llama "països catalans"?
La pregunta que salta a la vista ante la obsesión catalanista de algunos (con cierta utilización imperialista de muchos bienintencionados culturalistas) es: ¿Qué sentido tiene definir unos lazos, que seguramente serían de dependencia, por razones obvias, con otro centro de poder nacional, si hasta hoy han sufrido los valencianos y se han quejado del dominio madrileño? ¿Es que realmente el pueblo valenciano puede plantearse una integración con Cataluña (¿y por qué no con Aragón?) cuando aún no se ha concienciado plenamente de su propia identidad?.
Aparte de que el pueblo valenciano no necesita integrarse en ningún cuadrante español, ¿no sería mejor y lo primero constituirse Valencia firmemente como pueblo con entidad propia? Si la democracia implica participación, y la participación exige conciencia y responsabilidad, ¿no sería mejor que los valencianos empezaran a tomar conciencia de su propia realidad particular? ¿Por qué crear más confusión y división? ¿Por qué no se abandona la dialéctica de la emotividad y se pasa a la que define la historia?
A pesar de todo esto, y puesto que para algunos la realidad "países catalanes" parece un dogma y habida cuenta de que los dogmas son el mayor obstáculo para el progreso y la comprensión, parece ineludible plantear la cuestión clave: ¿tienen realmente entidad histórica los llamados "países catalanes"? ¿Han existido alguna vez?
La nacionalidad o el Reino de Valencia lo fue desde el año 788 hasta 1707 ya política, ya administrativamente, y desde 1833 tan sólo fue reino desde un punto de vista administrativo, pues a partir de esta fecha, la división territorial de España será, por obra de Javier de Burgos, según el modelo provincial francés.
La nacionalidad o el antiguo Reino de Valencia fue un Estado independiente y soberano en el marco de la Corona de Aragón. El vínculo que unía entre sí a reinos como el de Aragón, el balear, el de Valencia y el Condado de Barcelona, etcétera; era el rey; por eso, desde el punto de vista de la técnica constitucional, la Corona de Aragón era "una unión real" y, por tanto, no llegó nunca a ser una "confederación". Y, por supuesto, jamás fue una "confederación catalano-aragonesa", como se atrevió a afirmar en 1869, Antonio de Bofarull Broca.
El Reino de Valencia quedó troceado, como hemos indicado -a partir de 1833-, en provincias, a la usanza administrativa francesa. La "presunta" comunidad nacional llamada "países catalanes" es una entelequia acuñada (vid. J. Fuster, "Questió de noms", Barcelona, 1962, pág. 13), que no es difícil demostrar su inexistencia...; y que es lo que más está irritando a los valencianos, y a mirar cada vez con más suspicacia la "anticonstitucional" palabra "país"; y ya comienza el "pueblo" valenciano a concienciarse de lo siguiente: el término "pais", es el "caballo de Troya" por donde se quiere introducir otra expresión, a saber, "paises catalanes".
Los argumentos que se aducen en defensa de la pertenencia a una "supuesta" comunidad catalana olvidan algo tan importante como es la lógica diferencial del desarrollo de la sociedad valenciana y la catalana. No es pecar de economicismo afirmar que la dinámica económica condiciona, de manera significativa, la cultura de un pueblo. Pues bien, tanto la herencia del pasado y las múltiples influencias socio-culturales que han conformado la realidad sociológica, como la, lógica del desarrollo de la economía valenciana, han condicionado una realidad cultural, una estratificación social y un tipo de comportamiento político y económico claramente diferentes a los de Cataluña.
En esta sentido es necesario no olvidar la gran influencia que ha tenido, en esta realidad sociocultural, la historia multisecular del antiguo reino árabe valenciano (788-1235), las corrientes de emigración castellanas, la decantación, fundamentalmente agraria, de la economía, el paso del feudalismo hasta el siglo XIX (contrariamente a Cataluña), etcétera, y, mucho más recientemente, el modelo de desarrollo económico que arranca de la segunda mitad del siglo XIX, conformado sobre la base de un boyante sector agrícola exportador y un sector industrial muy particular con fuertes raíces de contenido artesanal.
El predominio de la pequeña empresa, las relaciones paternalistas en la industria, el carácter sociológicamente rural de la sociedad valenciana, la inexistencia de una burguesía nacional (a diferencia de Cataluña), la alienación de la clase política, la fuerte dependencia del exterior de la economía valenciana, el carácter artesanal de su industria, el origen social del empresariado, etcétera, no pueden ser olvidados a la hora de entender y explicar el problema social valenciano. Las recientes corrientes migratorias y la forma como se han integrado en la realidad valenciana no pueden ser olvidadas.
El fuerte peso del sector castellano-parlante, tantas veces marginado, es un elemento de particular importancia para entender el marcado carácter "diferencial" de la realidad socio-económica y cultural con respecto a Cataluña.
La posibilidad de integración planteada por ciertos "pancatalanistas" en los llamados "países catalanes" tendría que partir, en todo caso, de un proceso democrático, de aceptación popular; que en sí no es más que un problema "político" y no "histórico". Y no es un problema histórico la presunta existencia de los llamados "países catalanes", sino una quimera de unos pocos, pues, con la historia en la mano es demostrable que nunca tuvieron realidad histórica ni política los "países catalanes"; el pueblo valenciano no puede ni está dispuesto a renunciar a su historia, a su cultura, a sus símbolos tradicionales; en una palabra, a su personalidad, diferenciada.
De ahí que, con la historia en la mano, resulta carente de todo fundamento la afirmación de que ser valenciano es una forma "peculiar" de ser catalán
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