LA BATALLA DE VALENCIA (IV)
Esta postura unitarista de la Academia Valenciana de la Lengua será refrendada en un dictamen aprobado por unanimidad el 9 de febrero de 2005 (Dictamen sobre los principios y criterios para la defensa de la denominación y la entidad del valenciano), en el que se afirma que «la lengua propia e histórica de los valencianos, desde el punto de vista de la filología, es también la que comparten las comunidades autónomas de Cataluña y las Islas Baleares, y el Principado de Andorra.» Este último dictamen será asumido por la Generalidad Valenciana y por la totalidad de las fuerzas políticas con representación en el Parlamento valenciano.
No es que este dictamen fuera asumido por la Generalidad, sino que fue la misma Generalidad gobernada por el PP la que ordenó a la Academia Valenciana de la Lengua que dictaminara en este orden. Todo esto debidamente pactado por el gobierno Zaplana, siguiendo instrucciones del Presidente del Gobierno de España José María Aznar, que lo consensuó con el presidente de la Generalidad Catalana Jordi Pujol, en un acto traicionero contra el pueblo valenciano, y por las necesidades políticas de Aznar para que le fueran aprobados los presupuestos generales con los votos de CiU. Una pestilente actitud más de los políticos en detrimento de los valencianos.
Evolución del blaverismo
El blaverismo tuvo varias expresiones políticas definidas tras la desaparición de la UCD, entre ellas destaca el partido Unión Valenciana, fundado en 1982, que ha formado parte de gobiernos locales y autonómicos. En lo que respecta a UV hay que hacer constar que, en un principio, la actitud de este partido “valencianista” fue de defensa a ultranza de los valores y la cultura de nuestro pueblo, si bien, posteriormente, en cuanto sus políticos empezaron a tocar “poder” por medio de la Generalidad y de los Ayuntamientos, giraron su rumbo hacia consensos de los que se derivaron grandes perjuicios para el propio partido, con pérdida de afiliados y con su práctica desaparición del arco político en el Reino de Valencia. En este caso, los votantes de UV no perdonaron esta escoración a los consensos antivalencianos y castigaron en las urnas la actitud negativa. Por desgracia un partido que parecía que iba a defender los intereses valencianos se perdió en la noche de los tiempos consecuencia de su manifiesta avaricia de poder.
Fruto de la heterogeneidad de este movimiento, hace falta destacar la existencia de varios grupos como el que puede representar la extinta Joventut Valencianista, nacidos en el seno del blaverismo y que durante los años 90 evolucionaron hacia posicionamientos nacionalistas y, en algunos casos, lo hicieron también con reflexiones provenientes de la tradición fusteriana en un intento de convergencia bautizado como “tercera vía”.
La “tercera vía” no fue ni más ni menos que un amago democrático para tratar de solventar, según manifestaban sus partidarios, el problema creado entre valencianistas y pancatalanistas, pero la realidad era eso, un amago, una cortina de humo, para abocar si cabe aún más a Valencia a las tesis catalanistas. Tuvo una existencia muy efímera porque se les “vió el plumero” rapidamente. Olian a “cuerno quemado” y por lo tanto, ni siquiera consiguieron hacer adictos a la causa más que a los que pretendieron que la farsa fuera aceptada.
Este y otros procesos, como por ejemplo, la constitución de la Academia Valenciana de la Lengua o la sustitución parcial del discurso practicado por los fusterianistas (visualizado por una parte importante de la sociedad valenciana como "intento anexionista") , han menguado la fuerza social de este movimiento. Si bien hay que hacer constar que el debilitamiento del movimiento valencianista no fue la causa que más arriba se dice. La fuerza inicial que el movimiento valencianista desarrolló en multitud de ocasiones defendiendo sus señas de identidad se ha ido debilitando consecuencia de que la sociedad valenciana, en su mayor parte, pasa totalmente de este problema. El movimiento ha ido envejeciendo y después de treinta años de traiciones políticas, las cosas están atadas y bien atadas por lo que se hace muy difícil, al menos en un futuro a medio plazo, el que pueda renacer de sus “cenizas”. Tan solo podría renacer si el Reino de Valencia contara con un partido político aglutinador de todas las facciones valencianistas-blaveristas, con un liderazgo tan indiscutible que fuera capaz de conseguir el voto, sino mayoritario, si en la suficiente entidad como para obligar a los partidos nacionales a rectificar sus tejemanejes y hacer volver a los cauces históricos nuestra cultura y lengua.
Esta postura unitarista de la Academia Valenciana de la Lengua será refrendada en un dictamen aprobado por unanimidad el 9 de febrero de 2005 (Dictamen sobre los principios y criterios para la defensa de la denominación y la entidad del valenciano), en el que se afirma que «la lengua propia e histórica de los valencianos, desde el punto de vista de la filología, es también la que comparten las comunidades autónomas de Cataluña y las Islas Baleares, y el Principado de Andorra.» Este último dictamen será asumido por la Generalidad Valenciana y por la totalidad de las fuerzas políticas con representación en el Parlamento valenciano.
No es que este dictamen fuera asumido por la Generalidad, sino que fue la misma Generalidad gobernada por el PP la que ordenó a la Academia Valenciana de la Lengua que dictaminara en este orden. Todo esto debidamente pactado por el gobierno Zaplana, siguiendo instrucciones del Presidente del Gobierno de España José María Aznar, que lo consensuó con el presidente de la Generalidad Catalana Jordi Pujol, en un acto traicionero contra el pueblo valenciano, y por las necesidades políticas de Aznar para que le fueran aprobados los presupuestos generales con los votos de CiU. Una pestilente actitud más de los políticos en detrimento de los valencianos.
Evolución del blaverismo
El blaverismo tuvo varias expresiones políticas definidas tras la desaparición de la UCD, entre ellas destaca el partido Unión Valenciana, fundado en 1982, que ha formado parte de gobiernos locales y autonómicos. En lo que respecta a UV hay que hacer constar que, en un principio, la actitud de este partido “valencianista” fue de defensa a ultranza de los valores y la cultura de nuestro pueblo, si bien, posteriormente, en cuanto sus políticos empezaron a tocar “poder” por medio de la Generalidad y de los Ayuntamientos, giraron su rumbo hacia consensos de los que se derivaron grandes perjuicios para el propio partido, con pérdida de afiliados y con su práctica desaparición del arco político en el Reino de Valencia. En este caso, los votantes de UV no perdonaron esta escoración a los consensos antivalencianos y castigaron en las urnas la actitud negativa. Por desgracia un partido que parecía que iba a defender los intereses valencianos se perdió en la noche de los tiempos consecuencia de su manifiesta avaricia de poder.
Fruto de la heterogeneidad de este movimiento, hace falta destacar la existencia de varios grupos como el que puede representar la extinta Joventut Valencianista, nacidos en el seno del blaverismo y que durante los años 90 evolucionaron hacia posicionamientos nacionalistas y, en algunos casos, lo hicieron también con reflexiones provenientes de la tradición fusteriana en un intento de convergencia bautizado como “tercera vía”.
La “tercera vía” no fue ni más ni menos que un amago democrático para tratar de solventar, según manifestaban sus partidarios, el problema creado entre valencianistas y pancatalanistas, pero la realidad era eso, un amago, una cortina de humo, para abocar si cabe aún más a Valencia a las tesis catalanistas. Tuvo una existencia muy efímera porque se les “vió el plumero” rapidamente. Olian a “cuerno quemado” y por lo tanto, ni siquiera consiguieron hacer adictos a la causa más que a los que pretendieron que la farsa fuera aceptada.
Este y otros procesos, como por ejemplo, la constitución de la Academia Valenciana de la Lengua o la sustitución parcial del discurso practicado por los fusterianistas (visualizado por una parte importante de la sociedad valenciana como "intento anexionista") , han menguado la fuerza social de este movimiento. Si bien hay que hacer constar que el debilitamiento del movimiento valencianista no fue la causa que más arriba se dice. La fuerza inicial que el movimiento valencianista desarrolló en multitud de ocasiones defendiendo sus señas de identidad se ha ido debilitando consecuencia de que la sociedad valenciana, en su mayor parte, pasa totalmente de este problema. El movimiento ha ido envejeciendo y después de treinta años de traiciones políticas, las cosas están atadas y bien atadas por lo que se hace muy difícil, al menos en un futuro a medio plazo, el que pueda renacer de sus “cenizas”. Tan solo podría renacer si el Reino de Valencia contara con un partido político aglutinador de todas las facciones valencianistas-blaveristas, con un liderazgo tan indiscutible que fuera capaz de conseguir el voto, sino mayoritario, si en la suficiente entidad como para obligar a los partidos nacionales a rectificar sus tejemanejes y hacer volver a los cauces históricos nuestra cultura y lengua.
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