Ricardo García Moya
Diario de Valencia 28 de Octubre de 2001
Editor, poeta y adaptador de mil romances, Timoneda
fue uno de los autores en valenciano y español que más éxito tuvo en el Reino
de Valencia y en el condado levantino. Una de sus historias cuenta -en valenciano
de 1589-, que: “vingué a Valencia un chocarrero, fingint que sabia de
alquimia, lo qual posá cartells que al qui li donaria un ducat en or, ne
tornaria dos; y al qui dos, quatre: y al qui tres, sis”. Igual que Gescartera,
ofrecía el doble de lo depositado: “La gent per provarlo acudia en pochs
ducats y ell, davant ella, pesava la cantitat de cada hu en sa cresola de
terra, escrivint lo nom de quils portava en un paperet posat dins ella y de
alli a pochs dies los tornava dobles...ell desaparegue ab mes de mil ducats”
(El sobremesa, 1569): Como era de esperar, les cresoles aparecieron vacias,
salvo un escrito donde sugería que cada uno llorara la pena en su cresol.
Avispado chocarrero del expansionismo rancio, Eliseu
Climent es un editor rey de las subvenciones que va y viene de Barcelona a
Valencia con su cresola sin fondo, donde los políticos meten millones del
contribuyente para que la nación catalana devore nuestro indefenso territorio.
Cada otoño regresa con la pantomima llamada “Premis Octubre” y, en esta
ocasión, las columnas del fascismo catalanero que ocupan Valencia el 27 de Octubre
están financiadas por la Generalidad de Cataluña, el Consell de Mallorca, el
Govern d’Andorra, las Universidades catalanas de Valencia y Alicante, los
Ayuntamientos de Castellón, Alcoy, Benisa, Faura, Gandía, Benicasin, San Juan
de Alicante, Onteniente, “Castelló de la Ribera”(¿), y una legión de entes que
les sobra la pasta: Renfe, Gran Enciclopedia Catalana, Iberia, etc. Con la
cresola rebosante de dracmas, volverán a ofendernos al llamarnos catalanes,
volverán a ondear la bandera catalana en Valencia, volverán a ensalzar al falso
principat y degradar al Reino. Al paso de la oca del IEC marcharán presumiendo
de liberalidad, cuando son odres ahítos de soberbia e hipocresía, colaboracionistas
del aniquilamiento cultural de un antiguo pueblo europeo: la Nación Valenciana,
que no es castellana ni catalana. La horda que invade Valencia ríe sus propias
gracias para celebrar que controlan la AVL, la Generalitat, el diario
Levante, la Universidad, Canal 9, etc. Ellos programan la inmersión catalana
y, al mismo tiempo, fomentan la huida hacia la vacuidad de unas fallas cada vez
más descomunales y contaminantes, fuegos artificiales más costosos, la pugna
por paellas gigantes y la mascletá más ensordecedora.
Hoy, en homenaje al turista fascista y gorrón,
hablaremos de la cresola, voz valenciana que la inmersión sustituye por la
corrupción catalana “gresola”. El parnaso de invitados de Climent debe saber
que una voz valenciana se prohíbe por ser arcaísmo o neologismo, por ser
vulgar o culta, por llevar ch o no, por ser deValencia ciudad o de Valencia
reino y -habitualmente-, porque les sale de los huevos a los señores del
Institut d’Estudis Catalana, nuestros amos. Palabra de incierto origen, cresol
figura en la prosa de Martorell y versos de Roig, asimilándola los catalanes
Eiximenis y Pou en su estancia valenciana (“cresol de tres meches”, Thes.). El
sustantivo permaneció vivo en el idioma valenciano no infectado por la inmersión,
pues recuerdo que mi madre -socarrona y afectiva-, nos decía al acostarnos:
“Bona nit, cresol, que la llum s’apaga”. Frase curiosa que personaliza el
cresol y que yo repito a mis hijos.
En 1887 el diccionario de Escrig mantenía cresol,
cresola y cresoleta; hoy, los diccionarios Bromera imponen las catalanas
gresol, gresola. El triúnfo del fascismo idiomático se debe en parte a
colaboraciones como la del falangista Fuster y el chocarrero Climent. En 1983
editaba Climent la “Flor de enamorados” de Timoneda, con una vil introducción
de Fuster donde llamaba poeta catalán al valenciano, aplicando los espurios
títulos de “Principat i País Valencia”. El de Sueca burlaba a Timoneda, ya que
hasta en las ediciones barcelonesas del XVI se advertía al lector de que usaba
la “lengua natural Valenciana “, no la catalana (Las patranyas de Timoneda.
Barcelona, 1587). Si un verso decía: “en llum de cresol” (p.54), Fuster rectificaba
a Timoneda y daba la forma catalana “gresol” a pie de página. Hoy, los
colaboracionistas engañan a nuestros hijos y les enseñan que la forma culta
es: “amb llum de gresol”.
Fuster
practicaba el vampirismo literario sin caer en la trampa de la
intertextualidad a lo Ana Rosa Quintana. En sus notas para la edición chocarrera
de “Flor de enamorados”, se emborracha bebiendo en los ensayos de Antonio Rodríguez
Moñino, aunque sin asimilar la honradez del filólogo que, en su “Discurso de
recepción ante la Real Academia Española: Poesía y cancioneros del siglo XVI”
(a.1968), citaba las “composiciones en valenciano” (p. 48), no en catalán.
Con el rabillo del ojo mirando a los valencianos
normales, la troupe chocarrera de Climent desfila al son de las fanfarrias del
diario Levante y las bendiciones de los motilons de Saó. El 27 de octubre,
como otros años, reirá la ye-ye noctiluca Carmen Alborch, hará muecas el gótico
Hauf, meterá la gamba el rey del encofrado Andreu Alfaro, el progre Miró
endosará una escultura a algún periodista amaestrado, se le erizará el
mostacho a Julia Otero y, para culminar, se iniciará el baile de los vampiros
con, quizá, Emérit Bono, Julia Zabala, la Rahola, Peret Ruiz Torres y sus
rumberos bloqueros, Rosa Solbes y demás amebas intelectuales. Como es
tradicional, un emocionado trémolo de esfinteres acompañará la visión de las
cuatro barras robadas a Aragón; y, el próximo otoño, otra vez el chocarrero
llenará la cresola con las pelas que nuestros bravos políticos destinan al
expansionismo catalán.
La indignidad intelectual a que llegan es patente si
comparamos las chapuzas de Climent con la actitud de los editores catalanes
renacentistas hacia las obras en valenciano. Los Sendrat y Trinxer editaban a
Timoneda y Roiç de Corella sin falsear las referencias al idioma valenciano,
respetando la mayoría de diferencias morfosintácticas. Así, por poner un
ejemplo nimio pero significativo, cuando Trinxer edita a Roiç de Corella en
1518 mantiene la preposición valenciana “en” (castellana con, catalana amb), en
el famoso colofón: “acaba la primera part del cartoxa en la vida de Iesus”.
Los valencianos normales siguen usando tal construcción en el 2001, pero la
inmersión catalanera la prohíbe. En fin, que la fiesta no decaiga y que
nuestros visitantes, machacándonos, se lo pasen bien.
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