Por Ricardo García Moya
Las Provincias 27 de Mayo de 1.997
A don Martí de Riquer le sobraban méritos para recibir el Premio Príncipe de Asturias 1997.
Personaje carismático, ha sido faro directriz de la normalització universitaria
y, como autoridad en lengua catalana, sus investigaciones blindaron el escudo
cíentifico de los unificadores idiomáticos. La "Historia de la literatura catalena" es su obra más ambiciosa y
útil, pues rellena los desolados anaqueles literarios del condado con poetas y
prosistas valencianos, justificando este traslado con intuiciones sobre lo que
pensaban y sentían nuestros escritores de antaño: "Carlos Ros con- sagró su vida al enaltecimiento y a la restauración de
la lengua catalana" (Hist. lit. catalana, t.V, p. 233). Hay que reconocer que un
valenciano defensor de la lengua
catalana en el XVIII sería un comodín
para la normalització, pero...
En realidad Carlos Ros
jamás desperdició gotas de tinta en alabar la lengua catalana, a no ser que don
Martí considere laudatoria esta sarta de
adjetivos: "la lengua catalana es
malsonante, grosera, isleña y montaraz” (Ros: Epítome, 1734, p.19). Quizá no captemos el
juego retórico del notario
dieciochesco, pero tildar de
grosera a una lengua equivalía a considerarla
basta, ordinaria y sin arte, según el diccionario de la Real Academia de la
cual es miembro don Martí. También sorprende que llamarla malsonente, isleña y montaraz sea enaltecerla, por mucha
polisemia que rebusquemos en acepciones, derivados y
raices.
Carlos Ros ocupó su vida
defendiendo la lengua valenciana, que le
parecía "graciosa, breve, dulce,
suave, primorosa, gentil. gallarda, elegante, compendiosa, pura, aguda,
emphatica, sentenciosa, sua-ve, eloquente" (Ros, Epítome, 1734). Por
el contrario, proclamó una animosidad insultante hacia "la lengua catalana, que los valencianos
llamamos margall" (Epítome, p.19). El margall o comino castellano es la mala hierba que crece entre
gramíneas. Usado en metáforas despectivas, "me importa un comino",
equivalía a cosa insignificante de ningún valor. La inversa interpretación que
don Marti realiza del ideario filológico de Carlos Ros es homóloga a la su- rrealista transcripción de
sus textos; así, cuando en el original de Ros leemos "fas yo dos coses", don Martí lo
convierte en "faç jo dues coses", (Hist. lit. catalana p. 234).
Si Carlos Ros escribe sin
apóstrofo, don Martí lo añade. Si une enclíticos en formas verbales (acreditarme, donarlos), don Martí
los separa (acreditar-me, donar-los). Don Martí modifica acentos y
altera clásicas preposiciones valencianas; la conjunción copulativa y la convierte en i, deforma consonantes geminadas con el guioncito Fabriano; y todo
ello para camuflar que el léxico y ortografía de Ros se acerca al valenciano
moderno. EI Tratat de adages y
refrans (no Tractat d'adages i refrans, como escribe Riquer) lo
dedica a la Virgen dels Desamparats (no Desemparats)
y emplea terminaciones verbales correctas, imprimix y consistix (no imprimeix i consisteix). Carlos Ros no
podría ser presentador de Canal 9 o
funcìonario, pues situaba la preposición en
delante de topónimos: "En Valencia,
en Alboraya". EI Institut d'Estudis Catalans prohibió su uso y los
inmersores lo acatan en sus textos (Gramática, Bromera 1996, p. 205). El "Imprés en Valencia" de Ros lo
transforman en "a València".
Ros escribía
"tancat en clau"
(no amb clau); Lo lladre te perea (no
El lladre te peresa), llinage (no cognom), boljaques (no butxacas),
trobadura (no troballa),
homens y jovens (no homes i joves), dumenge
(no diumenge) y,
por supuesto: grandea, bellea, vellea, fortalea, altea, etc. Otro pecado lingüístico de Ros fue mantener el clásico
artículo LO, que por obedìencia al
Institut d'Estudis Catalans jamás pronuncian los inmersores de Canal 9. En las obras de Ros encontramos: Lo modo, lo diable, lo fill, lo Rat Penat, lo passat, lo breu, lo llaurador, lo ferro, lo molt, lo bobo, lo sabi, lo roig; y
podríamos dormir al sufrido lector con centenares de citas semejantes. Otro
detalle a resaltar es que sabía
distinguir entre fermar
escritos y signar con su signo de
notario.
De vivir en 1997, Carlos
Ros se reiría de los vocablos censurados por los catalanes, pues ninguneaba la
opinión de los usuarios del montaraz idioma vecino. El, por ejemplo, no
rechazaría maestría, aunque el Diccionari de barbarismes de
Isabel Gimeno (Barcelona, 1987) lo prohíba y ordene usar mestría o mestratge. En la conocida carta que Fray Luis Galiana remitió a Carlos
Ros, reproduce un escrito valenciano de 1418 en el que
encontramos hasta tres veces la palabra maestría.
Era un vocablo clásico utilizado por nuestro Ausias March: "sens
practicar maestria".
Equivalía a "destrea y pericia, qualitat propia del mestre".
Volviendo al tema:
Cientificismo existía hasta an la
gasificación de hebreos, y cientificismo hay en la manipulación que supone
presentar a Carlos Ros -lingüista
valenciano que consideraba grosera, isleña
y montaraz a la lengua catalana- como una especie de Pilar Rahola del siglo XVIII. Lo grave
es que el autor del enredo es un académico y que la Universidad, el Constitucional
y el Congreso se apoyan en estos
rasputines idiomáticos para perpetrar desmanes expansionistas.
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