Por Ricardo García Moya
Las Provincias
23 de Mayo de 1999
Una revista catalana proclamaba que el vocablo estramoni se
documenta por primera vez en catalán, antes que en otra lengua, ¿Y dónde han
encontrado esta palabra? Se lo pueden figurar, ¡en un verso del valenciano Ausias March! Con impunidad, los
rateros léxicos engordan el diccionario del Institut d'Estudis Catalans con
voces nacidas en el idioma valenciano y en el Reino de Valencia. EI citado
diccionario devora todas las voces valencianas, desde el estramoni al trapatroles,
sin desdeñar milacre, voz
despreciada por la inmersión. Algún dia se estudiará el origen del léxico
valenciano y aparecerán historias como las que siguen.
EI 5 de diciembre de 1650, las tropas valencianas entraban en
Tortosa precedidas por fray Pere, de
Denia. Entre el armamento haIlaron "ducientos cañones de mosqueteria, que
dizen disparava un hombre solo". EI dominico Gavalda estaba describiendo
un antecedente de la ametralladora,
arma y vocablo inexistentes en 1650. A propósito de esta palabra, recuerdo que
mis padres usaban la voz metralla en
frases como: "¿Portem metralla
mosatros?", aludiendo al cambio o moneda suelta. Creía que empleaban el
sustantivo metafóricamente, y resultó que la supuesta vulgaridad era un
cultismo. Sin saberlo, usaban la acepción etimológica procedente del francés mitraille, equivalente a calderilla o
conjunto de monedas de poco valor. Se trata de una singularidad del idioma
valenciano, inexistente en catalán.
Otro derivado es la voz metraIleta,
común al valenciano, castellano y catalán. Aparece en el XX para designar al
arma portátil de repetición, modelo que fue precedido por los de mayor tamaño,
imposibles de utilizar sin apoyo fijo. En la comedia en idioma valenciano
"Una nugolá d'estiu"
(Valencia, 1871 ) tenemos la primera mención de "les ametralladores" en una obra literaria peninsular. En
jocosos diálogos, el labrador Roc recuerda la derrota francesa ante los
prusianos de Bismarck. EI hecho ocurrió meses antes, y Roc comenta que se
usaron "ametralladores"
(p. 9).
La ametralladora de 1870 era similar a las máquinas de hacer
sobrasada, con manubrio, pero de gran tamaño. EI idioma catalán no dispone de
vocablo para designar este modelo pesado, teniendo que recurrir al adjetivo, algo
que no necesita el idioma valenciano al disponer de "metralletes" y, desde 1871, de "ametralladores".
Acomplejados, los etimólogos valencianos se avergüenzan de las
palabras valencianas no aceptadas por el IEC. Una de ellas es el vocablo "chicho", sinónimo de perro
callejero. Habitual desde 1840 y de origen incierto, figura en el sainete
"En lo mich del mercat" (Val., 1884). También lo usa Baldoví en 1845:
"¡Solta el bosí, chichol".
Como puede comprobarse, la lengua valenciana del siglo XIX siguió creando
neologismos por derivación, préstamo, metáfora, etcétera. Tenemos el caso de pachuli, nombre del aroma empalagoso
extraído de una planta oriental. Los filólogos del IEC han adoptado la forma pàtxuli, con vocal abierta, esdrújula y
dígrafo tx. Lo que no dicen es dónde ni cuándo se documenta tal voz en lengua
catalana, y esta soledad de datos afecta a los grandes mitos de la etimología
inmersora, los diccionarios de Alcover y Corominas. Nuestros gramáticos, sin
rechistar, se han apresurado a incluir el catalán pàtxuli en los falsos diccionarios valencianos, despreciando la
variable valenciana.
La primera documentación de este perfume en un texto literario
peninsular aparece en lengua valenciana, antes que en castellano, gallego,
catalán o vasco.
Corominas y Alcover sólo recogen textos del XX, cuando hacía
décadas que nuestros antepasados estaban hartos de la citada fragancia. En
1884, el comediógrafo Manuel Millás pone en boca de Roseta estas palabras:
"que pudor fa este home (...) de
pacholi, entabuixa, al mes pintat li fareu pedre el sentit" ("En
lo mich del mercat", Val., 1884, p. 18). No existe duda sobre el sentido
de la palabra, pues el aludido contesta que Ileva otro perfume. En este caso,
la palabra valenciana "pacholi"
no era primicia mundial, como el estramoni
de Ausias March, al proceder del bengalí, inglés y francés "patchouli", documentado en 1834.
Como podemos comprobar, el idioma valenciano se enriqueció a
través de los siglos, alejándose del tosco romance medieval hablado por
mozárabes y cruzados aragoneses. Su perfección hizo que gramáticos catalanes,
como Onofre Pou, acudieran al Reino para redactar diccionarios con voces que,
progresivamente, se incorporarían a otras lenguas. Un ejemplo lo tenemos en los
posesivos meua, teua y seua, que
-nacidos en el idioma valenciano del siglo XV- fueron introduciéndose por la
ruta valenciana en tierras de Lérida.
Hoy sucede todo lo contrario. Esta mañana he visto a los pobres
alumnos de 3." de ESO leyendo (por imposición del profesor inmersor) un
novelucho catalán y en catalán.
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