BIOGRAFÍA E HISTORIA DE SAN VICENTE FERRER
San Vicente Ferrer es el patrón
de la Comunidad Valenciana (España). Pero la devoción al mismo se halla
extendida por la mayor parte de los lugares que recorrió a lo largo de su
peregrinación. Su elevación a los altares a mediados del siglo XV infundió gran
vitalidad a la rememoración de sus hechos y fama. La encuesta realizada por
Roma en distintos lugares de Europa para desarrollar el proceso de canonización
hizo florecer innumerables referencias, convertidas después en tradiciones, que
junto a los documentos históricos sobre las contingencias de su biografía,
conservados en los archivos locales, sembraron los reinos medievales de una profunda
devoción.
Numerosas capillas, ermitas y altares recuerdan por
todos los rincones de Occidente anécdotas apócrifas o históricas con fiestas
populares, debido en gran parte al reguero de milagros y de objetos vinculados
a su persona, avalados con reliquias, que dejó tras de sí en su periplo de
apostolado y predicación.
RASGOS BIOGRÁFICOS
Cuando Vicente Ferrer vio la luz
en Valencia en enero de 1350, acababa de sufrir junto con el resto de Europa-
una espantosa epidemia que conocemos como la "Peste Negra". La
situación en la ciudad es fácil de imaginar gracias al relato de los cronistas
de la época quienes señalan que más de 300 personas morían cada día. En la
denominada aquel entonces Corona de Aragón de convivían
cristianos, judíos y musulmanes, con la riqueza de sus credos, y las luchas por
los protagonismos sociales, marginadores de los sectores populares
depauperados.
PRIMEROS AÑOS
Pedro Ranzano, el primer biógrafo
de San Vicente, intentará mostrar que su protagonista y héroe fue un auténtico
fraile dominico y por ello el modelo prototípico del fundador de éstos el
español santo Domingo de Guzmán (h. 1173 1221) estará ya presente tanto en el
relato de su nacimiento como de su niñez.
Lo cierto es que pertenecía a una
familia acomodada pues su padre era notario, lo que además de brindarle unos
prestigiosos padrinos de Bautismo escogidos entre la nobleza y ciudadanos de
renombre- posibilitó que a partir de 1357 gozase del beneficio de Santa Ana en
la Parroquia de Santo Tomás. Ello también hizo que iniciase estudios de
latinidad en alguna de las Escuelas existentes entonces en la ciudad. Si bien,
según la tradición popular se entretenía también con los juegos de niños y
jóvenes pero sin olvidar sus actos de piedad. Un día llamó a las puertas del
vecino Real Convento de Predicadores, los dominicos. A principios de febrero de
1367 tomó su hábito, renunciando para ello al señalado beneficio eclesiástico
de Santa Ana.
Sus cualidades intelectuales
sobresalían, y a partir de 1368 hasta 1375 observamos cómo sus Superiores lo mandan
en calidad de estudiante a Barcelona, o como profesor de Lógica en Lérida en
dicha ciudad estaba el Estudio General de la Corona y de Ciencias de la
Naturaleza en Barcelona, prolongando sus estudios de especialización en
Toulouse (actual Francia).
De este período de estudios
sobresalen su amor a la Biblia y sus conocimientos de hebreo, la impronta de la
doctrina de su hermano de Orden santo Tomás de Aquino (h. 1224 1274) y la
fuerza de su formación filosófica reflejada en sus dos Tratados filosóficos
escritos a los 22 años y en los que desde los postulados de la filosofía
aristotélico tomista responde a algunas afirmaciones del imperante nominalismo
bajomedieval.
Hoy conocemos en parte a sus
profesores, pero mucho menos qué huella dejaron en él. Hay que señalar el
encuentro providencial con el también dominico Tomás Carnicer en Lérida que le
aficionó más a las cosas espirituales. Vicente Ferrer era ya una fuerte
personalidad que irradiaba simpatía y atracción, aunque su posterior vida de
estudiante en Barcelona esté revestida de tintes milagrosos como cuando
profetizó la inminente llegada de unas naves cargadas de trigo en unos momentos
de extrema necesidad para la ciudad.
EN EL CISMA DE OCCIDENTE
Vicente Ferrer vivió este Cisma
con intensidad, le supuso los mayores sacrificios de su vida y aun la misma
enfermedad. Pero vayamos a los hechos. En enero de 1377 se cumplía uno de los
mayores anhelos de muchos sectores de aquella Cristiandad: el retorno de los
Papas a Roma. A simple vista parecía que la estancia en Avignon, iniciada en
1309, se cerraba. Pero no iba a ser del todo así. En marzo de 1378 al morir
Gregorio XI y en el cónclave del siguiente 8 de abril se eligió al italiano
Arzobispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI. Tumultos, presiones..., llevaron
a hablar de falta de libertad en la elección. La huida de los cardenales
franceses, unida a la ausencia de uno de los electores, y el adherirse a la
causa el cardenal español Pedro de Luna, llevó consigo que el 9 de agosto un
grupo de electores proclamase nula la elección realizada y que el 20 de
septiembre del mismo año se eligiera a Clemente VII. La Cristiandad quedaba
divida en dos sectores, más o menos amplios, según sus reyes, canonistas y
universidades: el de la obediencia aviñonense y el de la romana.
¿Qué partido iba a tomar la
Corona de Aragón con Pedro IV el Ceremonioso a la cabeza? Se habla de la
"indiferencia" del rey, pero su hijo el Príncipe Juan se adhirió
desde el principio a Clemente VII. Vicente Ferrer se había entrevistado en Barcelona
con Pedro de Luna y éste le delegó para que interviniera en Valencia, donde se
encontraba ya Perfecto Malatesta, Legado de Urbano VI. Vicente Ferrer ya en su
ciudad natal fue elegido Prior de su Convento. Sus actividades a favor de la
obediencia aviñonense fueron tales, que las autoridades ciudadanas escribieron
a Pedro IV denunciándolas. No conocemos la respuesta del monarca. Sí, en
cambio, la carta que el Príncipe Juan escribió a Olfo de Proxita rogando que
interviniese para que no se molestase a Vicente Ferrer en su empresa
clementista. La carta está fechada en enero de 1380.
Son los primeros sinsabores en el
Cisma. Sinsabores que lo llevarán a renunciar al único cargo que tuvo a lo
largo del resto de su vida en su Orden de Frailes Predicadores. Romper la
actitud que muchos mantenían de indiferencia, o de adhesión al sector urbanista
era tarea ardua. Y Vicente Ferrer acometió la empresa dejándonos un Tratado,
sobre el Cisma Moderno, que hay que fechar en 1380, con el que con razones
teológicas y del Derecho Canónico vigente pretende convencer de que el Papa
legítimo era el de la línea aviñonense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario