martes, 23 de abril de 2013

VIDA DE SANT VICENT FERRER, APOSTOL D’EUROP (VI)



BIOGRAFÍA E HISTORIA DE SAN VICENTE FERRER
San Vicente Ferrer es el patrón de la Comunidad Valenciana (España). Pero la devoción al mismo se halla extendida por la mayor parte de los lugares que recorrió a lo largo de su peregrinación. Su elevación a los altares a mediados del siglo XV infundió gran vitalidad a la rememoración de sus hechos y fama. La encuesta realizada por Roma en distintos lugares de Europa para desarrollar el proceso de canonización hizo florecer innumerables referencias, convertidas después en tradiciones, que junto a los documentos históricos sobre las contingencias de su biografía, conservados en los archivos locales, sembraron los reinos medievales de una profunda devoción.
Numerosas capillas, ermitas y altares recuerdan por todos los rincones de Occidente anécdotas apócrifas o históricas con fiestas populares, debido en gran parte al reguero de milagros y de objetos vinculados a su persona, avalados con reliquias, que dejó tras de sí en su periplo de apostolado y predicación.
RASGOS BIOGRÁFICOS
Cuando Vicente Ferrer vio la luz en Valencia en enero de 1350, acababa de sufrir junto con el resto de Europa- una espantosa epidemia que conocemos como la "Peste Negra". La situación en la ciudad es fácil de imaginar gracias al relato de los cronistas de la época quienes señalan que más de 300 personas morían cada día. En la denominada aquel entonces Corona de Aragón    de convivían cristianos, judíos y musulmanes, con la riqueza de sus credos, y las luchas por los protagonismos sociales, marginadores de los sectores populares depauperados.
PRIMEROS AÑOS
Pedro Ranzano, el primer biógrafo de San Vicente, intentará mostrar que su protagonista y héroe fue un auténtico fraile dominico y por ello el modelo prototípico del fundador de éstos el español santo Domingo de Guzmán (h. 1173 1221) estará ya presente tanto en el relato de su nacimiento como de su niñez.
Lo cierto es que pertenecía a una familia acomodada pues su padre era notario, lo que además de brindarle unos prestigiosos padrinos de Bautismo escogidos entre la nobleza y ciudadanos de renombre- posibilitó que a partir de 1357 gozase del beneficio de Santa Ana en la Parroquia de Santo Tomás. Ello también hizo que iniciase estudios de latinidad en alguna de las Escuelas existentes entonces en la ciudad. Si bien, según la tradición popular se entretenía también con los juegos de niños y jóvenes pero sin olvidar sus actos de piedad. Un día llamó a las puertas del vecino Real Convento de Predicadores, los dominicos. A principios de febrero de 1367 tomó su hábito, renunciando para ello al señalado beneficio eclesiástico de Santa Ana.
Sus cualidades intelectuales sobresalían, y a partir de 1368 hasta 1375 observamos cómo sus Superiores lo mandan en calidad de estudiante a Barcelona, o como profesor de Lógica en Lérida en dicha ciudad estaba el Estudio General de la Corona y de Ciencias de la Naturaleza en Barcelona, prolongando sus estudios de especialización en Toulouse (actual Francia).
De este período de estudios sobresalen su amor a la Biblia y sus conocimientos de hebreo, la impronta de la doctrina de su hermano de Orden santo Tomás de Aquino (h. 1224 1274) y la fuerza de su formación filosófica reflejada en sus dos Tratados filosóficos escritos a los 22 años y en los que desde los postulados de la filosofía aristotélico tomista responde a algunas afirmaciones del imperante nominalismo bajomedieval.
Hoy conocemos en parte a sus profesores, pero mucho menos qué huella dejaron en él. Hay que señalar el encuentro providencial con el también dominico Tomás Carnicer en Lérida que le aficionó más a las cosas espirituales. Vicente Ferrer era ya una fuerte personalidad que irradiaba simpatía y atracción, aunque su posterior vida de estudiante en Barcelona esté revestida de tintes milagrosos como cuando profetizó la inminente llegada de unas naves cargadas de trigo en unos momentos de extrema necesidad para la ciudad.
EN EL CISMA DE OCCIDENTE
Vicente Ferrer vivió este Cisma con intensidad, le supuso los mayores sacrificios de su vida y aun la misma enfermedad. Pero vayamos a los hechos. En enero de 1377 se cumplía uno de los mayores anhelos de muchos sectores de aquella Cristiandad: el retorno de los Papas a Roma. A simple vista parecía que la estancia en Avignon, iniciada en 1309, se cerraba. Pero no iba a ser del todo así. En marzo de 1378 al morir Gregorio XI y en el cónclave del siguiente 8 de abril se eligió al italiano Arzobispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI. Tumultos, presiones..., llevaron a hablar de falta de libertad en la elección. La huida de los cardenales franceses, unida a la ausencia de uno de los electores, y el adherirse a la causa el cardenal español Pedro de Luna, llevó consigo que el 9 de agosto un grupo de electores proclamase nula la elección realizada y que el 20 de septiembre del mismo año se eligiera a Clemente VII. La Cristiandad quedaba divida en dos sectores, más o menos amplios, según sus reyes, canonistas y universidades: el de la obediencia aviñonense y el de la romana.
¿Qué partido iba a tomar la Corona de Aragón con Pedro IV el Ceremonioso a la cabeza? Se habla de la "indiferencia" del rey, pero su hijo el Príncipe Juan se adhirió desde el principio a Clemente VII. Vicente Ferrer se había entrevistado en Barcelona con Pedro de Luna y éste le delegó para que interviniera en Valencia, donde se encontraba ya Perfecto Malatesta, Legado de Urbano VI. Vicente Ferrer ya en su ciudad natal fue elegido Prior de su Convento. Sus actividades a favor de la obediencia aviñonense fueron tales, que las autoridades ciudadanas escribieron a Pedro IV denunciándolas. No conocemos la respuesta del monarca. Sí, en cambio, la carta que el Príncipe Juan escribió a Olfo de Proxita rogando que interviniese para que no se molestase a Vicente Ferrer en su empresa clementista. La carta está fechada en enero de 1380.
Son los primeros sinsabores en el Cisma. Sinsabores que lo llevarán a renunciar al único cargo que tuvo a lo largo del resto de su vida en su Orden de Frailes Predicadores. Romper la actitud que muchos mantenían de indiferencia, o de adhesión al sector urbanista era tarea ardua. Y Vicente Ferrer acometió la empresa dejándonos un Tratado, sobre el Cisma Moderno, que hay que fechar en 1380, con el que con razones teológicas y del Derecho Canónico vigente pretende convencer de que el Papa legítimo era el de la línea aviñonense. 

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