Por Ricardo García Moya
Las Provincias 26 de
Octubre de 1997
Como todos los octubres entre destellos luminosos
de sapiencia aterrizó en el Reino la cohorte de arcángeles tutores (Ernest
Lluch, Max Cahner, Moll, Hombravella...) para proclamar una vez más lo
progresistas, cienttficos, tolerantes y catalanes que son. En el Palau de
Pineda, una alfombra de incondicionales (Carmen Alborch, Rafael Blasco, Fluixá
"Bromera", Pedreño, Cipriano Císcar, etc.) escucharon embelesados el discurso inmersor y
las grandezas barceloninas; entre ellas, la próxima inauguración del Museu de la Xocolata catalana. Por
cierto, los doctores de estas "conversacions fusterianes" son
partidarios de escribir xocolata; y ya saben, tienen aval de todas las
universidades del mundo mundíal.
El nombre de esta tentación
diaria procedia de un confuso étimo náhuatl, adoptándose en las lenguas de
Europa con pequeñas variables:
cioccolato, chocolat, çikolata,
chocolade, etc. En la valenciana, según
el Diccionario de la Real Academia editado por LAS PROVINCIAS, se Ilama "chocolate";
aunque otro diccionario encargado por la Generalidad de Lerma a una empresá
catalana, sólo ofrece la voz "chocolata"
(Lacreu, J. Vocabulari básic; Genéralitat
Velenciana, 1994, p. 121): ¡Vaya dilema! Supongamos que una
fábrica de chocolate de Villajoyosa quiere etiquetar en valenciano su producto,
y tiene los dos diccionarios ¿de cuál se fiará?
En 1997, aunque los
diccionarios inmersores lleven membrete de la Generalidad, deberán ser cautos y
no creer que xocolata pertenece a la
lengua valenciana; hay motivos para ello. Antes de 1707 la Generalidad editaba
opúsculos llamados "Memorial de les mercaderies que deuen dret de General
en la Ciutat y Regne de Valencia", siendo de gran valor léxico al mostrar
cómo se escribía en idioma valenciano los productos más diversos. En el de 1695
hallamos "carabasat, capuchos, chufes, chocolate, esclaus pera servisi, camisetes". Es decir, entre
frutos y seres humanos conside- rados como objetos aparece "chocolate", y habría que tenerlo
en cuenta, pues la Generalidad valenciana de 1695 era soberana en el uso del
idioma.
Un siglo
después, en 1792, Batiste Escoriguela reflexionaba sobre las diferencias
del valenciano con el castellano y catalán: "ni ignore que els catalans pronuncien Engnasi, pero nosatros no"
(BNP. Ms. Escoriguela, 1792), destacando
que nosotros decimos "chocolate" como en castellano, pero
"ellos", los catalanes, no: "ells pronuncien xocolata". El escritor, descendiente de
aquella "Magdalena Escoriguela, abuela del Bayle y Aduanero del Grao en
1662", usa un vocabulario moderno: choguet (no joguina), cigarro (no
cigarreta), amparar (no emparar) peregrí, sigle, atrevixca, ademés, etc. Se
consideraba un "aficionat a la llengua valenciana" (f.22), que
escribía para los regnícolas: "¡Qui
dirá que asó está escrit no conforme al valenciá, quant als valensians está
unicament dirichit". El escritor recoge la terminación masculina iste,
exclusiva de la lengua valenciana: "talliste, retauliste" (f.11).
A Escoriguela se le
erizarían los pelos al comprobar que la Enciclopedia Catalana modifica Batiste
por Baptista y Escoriguela por Escorihuela y, con impunidad asegurada,
difunde que fue "defensor del uso literario del catalán, y escribió
numerosas obras en catalán". El Dr. Martín de Riquer también desliza que
Escoriguela publicó "gran nombre de
composicions catalanes signades amb B.E." (Historia de la Literatura
catalana, p. 424). Los manuscritos originales ridiculizan estas manipulaciones,
él usaba la lengua valenciana y la consideraba más perfecta que la catalana.
Cuando el General de la Orden de San Francisco visitó el convento de la Puridad
en Valencia en 1792, se representó una obra de Escoriguela donde dos monjas
polemizaban sobre las lenguas castellana y valenciana: "¿Qué dirá, que yo no diga, voste en
castellá, y yo en valenciá? Dígam aon habrá llengua mes noble, mes breu, mes
clara y antiga". En consecuencia, los filólogos catalanes debieran
leer sosegadamente los textos valencianos y no confundir con sus manipulaciones
a las universidades foráneas.
Respecto al chocolate, los
valencianos bebían de todo, desde agua de endibia al aceite de lombrices
(Calvo, I.: Cirugía. Valencia, 1647), pero el cacao americano les apetecía más.
En versos de 1855 leemos: "La teua
chocolatera / sempre estiga a fer disposta / el chocolate a la posta.(...) Si
vols chocolateres" (Boix, V.: Fiestas, 1855, p. 224). Una década
después, en la zarzuela valenciana, "Telémaco", la ninfa Calipso
dice: "poseu al foc la chocolatera"
(p. 6), avisando otra que "ya está
fet el chocolate" (Liern, R.: "Telémaco",1868, p. 6). Esta
golosina generó en el Reino una ceremonia gastronómica popular: la "chocolatá", vocablo valenciano que
recoge de diccionario Alcover con ch, con acento y sin la "da" castellana y catalana.
Parece, pues, que el
Diccionario de la Real Academia editado por LAS PROVINCIAS no violenta la ortografía al registrar la voz "chocolate"; se limita a respetar
la lengua valenciana avalada por documentos valencianos, no catalanes. Es el
caso contrario de los doctores de "les conversacions fusterianes",
que no pueden exhibir fuentes léxicas como el impreso de la Generalidad de 1695
donde aparezca xocolata. Pero les da igual, pues utilizan la coacción (a los
alumnos, al opositor, al funcionario, al docente) para catalanizar el Reino de
Valencia. Ellos seguirán editando diccionarios falsamente valencianos (con subvención,
claro) y entonarán cánticos sobre lo liberales, progresistas y cultos que son.
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