Por: Ricardo de la Cierva
Editorial
Planeta
Segunda edición: febrero 1991
IX.
RECONQUISTA HISTÓRICA Y RECONQUISTA
ANTIHISTÓRICA DEL
REINO
DE VALENCIA (siglos XIII y XX) (III)
EL ROMANCE EN LA ESPAÑA
MUSULMANA
Los problemas -enturbiados por la pasión política-
empiezan con la conquista musulmana de España al comenzar el siglo VIII, porque
fuera de la inyección de algunos germanismos, la influencia visigótica en la
formación c, las lenguas romances peninsulares es secundaria,
especialmente en el territorio de Valencia, y en todo caso esa influencia no
se puede comparar con el sustrato anterior, ni se puede considerar como una
nueva capa del sustrato sino a lo sumo como una inoculación marginal. En buena
parte porque los propios visigodos estaban ya romanizados en bruto cuando unificaron desde el reino de Toledo
la Península Ibérica.
La invasión
musulmana anegó a casi toda la Península. Solo se libró de ella, tras algunas
incursiones iniciales y efímeras, la franja cantábrica (no así los Pirineos
Orientales que fueron sometidos), cuya romanización tampoco hala sido muy
intensa. Desde los primitivos núcleos cristianos del Norte (que en un segundo
momento brotaron también al sur del
Pirineo, desde los valles altos y apoyándose en la nueva Europa imperial en
gestación) los pequeños ejércitos cristianos iniciaron la Reconquista, con el
designio, cada vez más expreso, de recuperar la Península entera. Los
reconquistadores descendían hacia los gran
valles fluviales -el Duero, el Ebro-, hablando su balbuciente lengua
romance, pero al liberar a las poblaciones cristianas sometidas hasta entonces
al yugo musulmán no necesitaban de intérprete para entenderse con ellas; por
los cristianos que habitaban esos territorios hasta entonces sometidos
hablaban también una lengua semejante, romance mozárabe, cada vez más plagado
de influencias árabes a medida que avanzaba el tiempo de sometimiento al
invasor oriental y africano. Conviene dejar en claro desde ahora -en ello
insiste el profesor Ubieto- que el término mozárabe
no
indica una lengua sino sobre todo una religión; la religión cristiana conservada
entre los musulmanes. Esos mozárabes, esos cristianos, hablaban, desde luego,
el romance derivado del bajo latín y seguían hablándolo cuando, por la presión
de las conveniencias y las circunstancias, abrazaban el Islam. El núcleo
conquistador árabe y beréber era mínimo e incluso a él llegó la necesidad del
romance. El conjunto de la población se iba tamizando en cuanto a religión y se
iba arabizando en cuanto a cultura, sobre todo cultura de las capas superiores.
pero la inmensa mayoría de esa población, tanto los cristianos residuales como
los nuevos musulmanes (y no pocos de los antiguos), seguían hablando romance, y
así conservaron hasta que llegaron los ejércitos cristianos. ; investigaciones
del genial filólogo Julián Ribera referidas por ejemplo en la espléndida Historia de la literatura española del profesor Valbuena
Prat, tomo I, Barcelona Gustavo
Gili, 1974- no dejan lugar a dudas. Nadie admite hoy la tesis exclusivista de
la escuela castellana, que pretendía identificar el nacimiento del romance en
cada región reconquistada con la irrupción de los cristianos del Norte. Incluso la presencia,
cada vez mejor valorada, de expresiones romances en los maravillosos poemas de
la España musulmana durante el esplendor y la decadencia capital son una prueba
en la que algunos han querido ver el fundamento de una tesis contraria; el
romance nace verdaderamente como lengua de masas en la España musulmana. Hoy
todo parece indicar que la tesis de la confluencia es la que goza de mayor
probabilidad. E1 reciente descubrimiento de las jarchas
o estribillos
en la poesía popular árabe de Al-Andalus, con intensas inclusiones romances
que llegan hasta el final de la Reconquista, es una prueba sorprendente de esa
tesis.
LA LENGUA ROMANCE EN VALENCIA
La pervivencia del romance
en el Reino de Valencia n„ es, por tanto, ninguna excepción. También allí los
invasores respetaron -por necesidad- la evolución del romance (al-romía) al que sin embargo
infiltraron intensamente -como en el resto de la España dominada- hasta un tercio
de palabras. En Valencia floreció la cultura árabe -caso del famoso poeta
Al-Russafi- que, sin embargo, está: influida por el romance valenciano. Las
investigaciones da -arqueólogo Gironés muestran la pervivencia del romance en
la región que estudiamos. Se han detectado numerosas huellas del romance en la
literatura árabe del Reino de Valencia. En 1106, el aragonés Ibn Buklarix
escribió un diccionario de plantas medicinales con doscientos nombre,
mozárabes, entre los que distingue los vocablos provenientes de la aljamia
valenciana. En 1180 san Bernardo de Alcira hablaba en romance valenciano al
conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Los propios árabes diferenciaban a
romance valenciano del interior (lengua valenciana churra que evolucionó luego
al contacto con el castellano y se confundió con él; y el romance valenciano de
la costa, del que proviene el valenciano actual. Entre las
innumerables huellas dejadas en el valenciano naciente por el idioma de I, invasores destaquemos los abundantes
topónimos en Be-. (Benidorm, Benitachell), otros como Guadalest y Alboraya y
palabras como alquería y acequia, que se transmitían también, entre otras
muchísimas, al romance castellano
En un estudio
documentadísimo e imprescindible, Aportaciones bibliografiques en torn a la identitat de la
Ilengua valenciana, Jesús Giner i Ferrer
(Gandía, GAV, 1979) aduce las pruebas del padre
Fullana sobre la pervivencia del romance valenciano hasta el final de la
Reconquista, ilustradas por una reliquia realmente singular: la iglesia de San
Vicente de la Roqueta, rodeada por un nucleo de población cristiana hasta que
el rey don Jaime I hizo donación de ella en 1232, incluso antes de iniciar la
conquista de la ciudad. Algo semejante sucedió con
la iglesia de San Félix de Xativa; pero, como deciamos, lo verdaderamente importante a efectos culturales, no
es la persistencia -verdaderamente emocionante- de la religión, sino la
conservación del romance en medio del dominio islámico. Y ello está fuera de toda
duda.
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