Por:
Ricardo de la Cierva
Editorial Planeta
Segunda edición: febrero 1991
CATALUÑA ENTRE LA HISTORIA Y EL FUTURO
En mi
libro La
derecha sin remedio he analizado la trayectoria de
Cataluña durante la era de Franco. El nuevo régimen cometió serios errores
-perfectamente inútiles- contra el sentimiento catalán, sobre todo en el campo
de las restricciones culturales, como ha contado Dionisio Ridruejo en su libro Casi unas memorias. Sin embargo, la tolerancia se fue imponiendo poco a poco, y durante
esa época Cataluña experimentó un crecimiento y una prosperidad poco comunes en
otras épocas de su historia. Catalanes insignes cooperaron con el régimen de
Franco en puestos de gobierno y alta administración, y contribuyeron a la vida
política y económica de Cataluña de forma destacadísima. Todo esto se ignora
culpable e injustamente en la antihistoria de la propaganda ultracatalanista,
pero se trata de hechos reales y comprobables.
A1
llegar la transición democrática, el centro-derecha catalán fue en parte
dirigido por el catalanismo antifranquista, cuyos líderes principales son
Jordi Pujol -procedente de medios católicos- y Miguel Roca y Junyent, procedente
de un curioso grupúsculo de oposición radical, pero vuelto muy a tiempo a la
moderación. Rodolfo Martín Villa, en sus Memorias, ha
contado con objetividad los progresos de la oposición catalanista de
centro-derecha y los avances del antifranquismo en Cataluña, pese a lo cual la
UCD, el centrismo nacional, obtuvo en las diversas elecciones celebradas en el
principado notables éxitos. Alfonso Osorio, por su parte, ha descrito desde
dentro la operación inspirada por la Corona y realizada por el presidente
Adolfo Suárez para el restablecimiento de la Generalidad en la persona del
antiguo líder de la Esquerra Josep Tarradellas, transformado durante el exilio
en un político inteligente y pragmático que ha contribuido decisivamente a la
consolidación de la nueva democracia española desde Cataluña y ha revelado en
sus Memorias
encrucijadas y claves muy interesantes de la
historia catalana reciente.
El hundimiento de la UCD tuvo graves repercusiones
para la continuidad del centro-derecha nacional en Cataluña, cuyos efectivos y
votantes han ido cayendo en la órbita del catalanismo de centro-derecha. El 1
de junio de 1984 protesté en mi columna del diario YA contra el discurso de
investidura pronunciado por Jordi Pujol como presidente de la Generalidad. Hoy
sería imposible decir lo mismo en ese pobre periódico, destruido y degradado
por una equivocada política informativa episcopal, y luego caído en manos
nacionalistas y después, o simultáneamente, porque hace años que no sigo esa
decadencia, en la órbita sucedánea de El País.
Los párrafos siguientes se inspiran en mi
artículo-protesta citado, cuando en el diario YA, con 150 000 ejemplares de
venta, se podía escribir objetivamente sobre Cataluña.
Cataluña es racionalidad; Cataluña es pacto.
Cataluña es seny. Cataluña fue la avanzada europea en España, y es ahora la avanzada
española en Europa. Pero por encina de la racionalidad, el pacto, el seny, la avanzada y la vanguardia, Cataluña es sentimiento. No hay en
Europa, ni seguramente en el mundo, un pueblo más sentimental que Cataluña. La insigne torpeza política del gobierno
socialista, al utilizar flagrantemente a la justicia nacional española contra
una victoria política catalana, ha provocado en Cataluña una riada, una pleamar
de sentimiento. Los miles de afectados por la crisis de Banca Catalana -cuya
administración no sé si ha sido un delito, pero sí me consta que ha sido un
desastre- en cabeza de la manifestación
Jordi Pujol me parece un espectáculo emocionante corno casi nunca se
había contemplado en España desde los gritos
famosos de ¡Vivan las cadenas! que
proferían los ciudadanos serviles uncidos al carro de Fernando VII; gritos que
suelen expresarse en andaluz, pero que se inicia precisamente en Cataluña,
como fue la única universidad de Cataluña la que dirigió al mismo rey
absolutista la invocación célebre: Lejos de nosotros, Señor, la funesta manía de
pensar. Ante la querella criminal
más detonante de toda la historia contemporánea -la querella Burón-González
sobre Banca Catalana, dicho sea con tanta sinceridad como respeto- Cataluña
entera ha vuelto a prescindir de la funesta manía de pensar y se ha echado a
la calle; Una riada, una pleamar de
emociones. Afortunadamente, después de meses de tortura, la querella ha
fracasado por motivos que me parecen tan políticos como los que suscitaron. De
esta forma han perdido todos: el Gobierno central, el señor Pujol, la seriedad
del pueblo catalán, justicia, la democracia y sobre todo los pobres accionistas,
de Banca Catalana, que encima aplaudieron a rabiar cuando en asamblea general se les comunicó que cada
mil de sus pesetas quedaban reducidas a una. Todo un portento de la
transición.
El discurso de investidura del
presidente Pujol en mayo de 1984 ha sintonizado tanto con Cataluña que merece
para su ilustre autor el título del más sentimental entre todos los catalanes,
aunque ha escrito el discurso a impulsos de una fría y habilísima estrategia.
No ha sido, naturalmente, el discurso de Banca Catalana (le sobra al señor
Pujol inteligencia política para haber caído en semejante disparate), sino el Discurso de la Nación Catalana, en la misma línea I suavemente chantajista que tanto cultivó su predecesor el señor Cambó.
Diez referencias directas (a ver si algunos comentaristas aprenden a contar) y
cinco indirectas justifican esta denominación. (Por desgracia, y ante la gran
manifestación que siguió a la investidura, el señor Pujol sí que dejó que su
sentimentalismo desbordase a su prudencia y aprovechó a fondo, con demagogia
tan reprobable como la de los impulsores de la querella, el problema de Banca
Catalana que interpretó absurdamente como un ataque no a él sino a Cataluña.)
Pero en el discurso de
investidura -sesenta y cinco folios tengo delante-, el candidato recalcó,
entre otras citas, la siguiente: «Reafirmo mi convicción de que Cataluña es
una nación y que tiene derecho a que le sea reconocida su personalidad, tanto
en el terreno cultural y lingüístico como en el político e institucional.» No
se refiere el señor Pujol al reconocimiento del Estatuto, que ya está cuajado
por ley orgánica, sino al reconocimiento cultural y político de Cataluña como
nación. Cierto que pide este reconocimiento en el marco constitucional, lo
cual es un refugio contradictorio, porque la Constitución no reconoce más
nación que la española.
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