Por Ricardo García Moya
Las Provincias 19 de abril de 1998
Es una humilde letrilla popular, pero quizá sea el
último texto en lengua valenciana que se editó en Cataluña antes de que en 1859
-con el cebo del “Jocs Florals”- los cazadores valencianos de “englatinas”
catalanizaran su idioma. En 1858, la imprenta Flotats de Barcelona publicaba
“El cantor de las hermosas”, con canciones en catalán, castellano y valenciano.
De tema intranscendente abarcaban desde la tonadilla amorosa al soliloquio del
personaje representativo de una región: los gallegos eran afiladores; los
valencianos, chuferos, etc. Así, en una de ellas, un “cacahuer, chufer y
bunyoler” recorre las calles “en lo
cabás, portant chufes y balansa” (“Canción valenciana”. Barcelona, año
1858, p. 37), describiendo en primera persona y en idioma valenciano su
trajinar hasta el anochecer, “y plegue
quant pont lo sol”.
La obra entra en lo que el catalanismo motejó como
“Renaiximent d´aspardenya”; sanbenito tramposo que resalta la mediocridad
literaria y oculta el valor lingüístico que contiene. Los filólogos vascos, por
ejemplo, consideran fundamentales los bertso
paperak, hojas impresas que el autor cantaba por ferias y mercados por las
mismas fechas que en Barcelona publicaban la canción del “chufer”, cuyo texto
-salvo ligeras adaptaciones- respetaba desde el che, ¡Che ¿Vols rifat?,
hasta el plural chufes (la inmersión
alteraría interjección y sustantivo por “xe” y “xufles”).
Los versos “Y
mentres tinga / per nar venént /
cride a tot´hora: / ¡Nostros ¿rifem?!”, albergan el
interesante sincopado “nostros”,
metaplasmo con pérdida de vocal de nosatros,
pronombre que alternaba con el pujante mosatros
y que sustituía al desaparecido “nosaltres”; y la aféresis del infinitivo anar en “per nar venént”. Por el contrario, mantiene la conjunción mentres con la s final, y el verbo cridar
(no “trucar”). Respecto a los titubeos ortográficos y algún solecismo, como
usar quant (cuanto) por quan (cuando), también salpicaban la
prosa de escritores cultos. Escrig admitía en 1851 estas variables, diferenciando
si era conjunción, adverbio o pronombre por el contexto. El autor de la
canción, voluntarioso, introduce incluso tímidas anástrofes o gongorinas
licencias sintácticas: “Les meues ardors
mitiguen / de les chufes la frescor”
(p. 38).
Esta etopeya o descripción de costumbres enlaza con
el romance impreso en Xátiva por
Blas Bellver en 1852. Se trata de una patopeya o descripción de la pasión del
chufero hacia Manela la Catalana.
Este, enamorado, declara su amor en lengua valenciana, “yo te vullc” (no el “jo t´estimo” de la inmersión). En el impreso
hallamos la voz catalana “noia”, usada correctamente por aludir a Manela. ¡Eixa
noya! (sic); pero el restante léxico
es propio del idioma valenciano: curruixes
(prisas o agobios), llobades (con la
singular acepción de manadas de lobos): consumix
(no el “consumeix” usado en publicidad de la Generalitat), changlot, m´achopix, sapies, etc. El artículo lo también es respetado, incluso con valor de neutro “vaig a dirte lo que sent” (“el que sento” en catalán). Y mantiene el indicativo “yo tusc”, que en catalán sería “jo
tusso”.
En estas obras es donde hemos de bucear para
enriquecer nuestra lengua; éste es el talón de Aquiles de la inmersión, y de
ahí que las ridiculicen. El IEC nos indica que hemos de ir al medievo para reencontrar
nuestra raíz idiomática. ¡Por favor! ¿Qué neolatina hurga en la caótica
morfosintaxis medieval para modernizarse? Los castellanos, por ejemplo,
tendrían que retomar miles de palabras como ninna (niña), yentes (gentes),
eixida (salida), feble (débil), ferida (herida), aprés, conquesta, reyal, etc.,
pues todas ellas aparecen en el Poema del Cid. Incluso encontramos complementos
directos sin preposición y pronombres enclíticos exentos.
El encandilado valenciano dice a Manela que es “home de colp”, utilizando un sustantivo
que en catalán sería “cop” (tal como leemos en los subtítulos que inserta en
pantalla Canal 9, canal que se ha
convertido en lo que pretendían: una subvencionada y enloquecida academia de
catalán). Falta espacio para cotejar las diferencias entre la lengua valenciana
del impreso de Xátiva y el catalán. Un verso dice: “en lo cabás y en les chufes”, que manipulado sería: “amb el cabás i
amb les xufles”. El enamorado está “en
febra” (con fiebre), voz ahora sustituida por el catalán “febre”. El
romance contiene el verbo vore (no
el “veure”) y la voz raere (detrás),
que puede ejercer como preposición y adverbio y se suma al darrere y arrere
regnícolas. Censurado por el Institut d´Estudis Catalans, raere sería bien recibido en los diccionarios de cualquier lengua
románica, pero tiene la desgracia de haber nacido en el Reino de Valencia en el
XVIII, consolidándose en el XIX y muriendo en el XX, por condena del Institut
d´Estudis Catalans y la languidez que nos caracteriza. Pero es curioso, pues
los mismos filólogos del IEC que nos prohíben raere, nos permiten usar la corrupción catalana “rere”.
Como era de esperar, la falsa Gramática Valenciana y
el Diccionario de la Generalidad (Bromera, 1996) rechaza el valenciano raere, pero admite el corrupto rere catalán (p. 155) y todos los
derivados: rerefons, rereguarda, rerepais... ¡Cómo juegan con nosotros!
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