Autor: Juan Ignacio Culla
25
de octubre del 2006
Valencia
Los
empresarios catalanes, en general, y los del cava, en particular, aún tienen
clavado en la memoria y en el bolsillo el boicot a los productos catalanes que
tuvo su inicio, entre otras cosas, en los exabruptos o rebuznos de Carod-Rovira
en relación con el boicot que proponía a la candidatura olímpica de Madrid. De
ahí que los principales productores de cava catalán hayan exigido al candidato
del PSC de la Generalitat catalana, José Montilla, que “nadie grite contra
España”, al menos hasta que acabe la campaña navideña. No hay que olvidar que
el mercado español supone el 60% de las ventas del cava catalán, y otra campaña
como la del año pasado, donde prácticamente lo tenían que regalar en los
supermercados, no lo podrían soportar. De continuar el boicot, el producto
estrella de las celebraciones puede acabar convirtiéndose en un fertilizante de
dudosa utilidad.
Los madrileños hicieron suya la campaña de boicot que acertadamente les pasamos los valencianos; a los del centro también les va hacer todo suyo (el himno y la bandera de España, por ejemplo). Los valencianos llevábamos demasiado tiempo oyendo y sufriendo las coces que determinados personajillos catalanes o catalanistas lanzaban contra todo lo valenciano. En los últimos tiempos hemos tenido que soportar, además, que nos negaran hasta el agua. Porque no hay que olvidar que para algunos la pela es la pela y, cuando intentan negar la identidad propia del valenciano, están pensando en euros. Las grandes editoriales son catalanas y, si unifican la lengua, se beneficiarían de un mercado único.
Otro de los motivos que agudizó, más si cabe, el boicot hacia los productos catalanes es cuando tuvimos que soportar la frase lapidaria “a los valencianos, ni una gota de agua”, que se ha convertido en una sentencia para nuestras tierras secas y para el desarrollo de nuestras infraestructuras. Negándonos el agua insolidariamente vuelven a intentar paralizar una sociedad que, con el único recurso de su dinamismo e imaginación, adelanta a otra que se caracteriza por vivir de la subvención centralista o del chantaje. ¡La pela es la pela!
Pero si creíamos que los catalanes ya habían intentado rentabilizarlo todo en su propio beneficio, ahora nos amenaza el clon del hipotecario Montilla, y el nuevo ministro de Industria, Joan Clos, con autorizar los sondeos petrolíferos en la Albufera, lo que significaría además de destrozar el mejor patrimonio medioambiental de la Comunitat Valenciana, descabalgarnos como destino turístico, en beneficio, cómo no, de Cataluña. ¡La pela es la pela! Seguramente algunos me tratarán de radical –viene de raíz, por lo tanto lo soy–, pero personalmente no es que vaya a continuar con el boicot, es que voy a hacer lo mismo que llevo haciendo más de 30 años: potenciar los productos valencianos por encima de todo, y cuando no pueda ser así, buscar alternativas no beligerantes con nuestra tierra. Quizás así, tocándoles la pela, aprendan a respetar a sus vecinos.
Los madrileños hicieron suya la campaña de boicot que acertadamente les pasamos los valencianos; a los del centro también les va hacer todo suyo (el himno y la bandera de España, por ejemplo). Los valencianos llevábamos demasiado tiempo oyendo y sufriendo las coces que determinados personajillos catalanes o catalanistas lanzaban contra todo lo valenciano. En los últimos tiempos hemos tenido que soportar, además, que nos negaran hasta el agua. Porque no hay que olvidar que para algunos la pela es la pela y, cuando intentan negar la identidad propia del valenciano, están pensando en euros. Las grandes editoriales son catalanas y, si unifican la lengua, se beneficiarían de un mercado único.
Otro de los motivos que agudizó, más si cabe, el boicot hacia los productos catalanes es cuando tuvimos que soportar la frase lapidaria “a los valencianos, ni una gota de agua”, que se ha convertido en una sentencia para nuestras tierras secas y para el desarrollo de nuestras infraestructuras. Negándonos el agua insolidariamente vuelven a intentar paralizar una sociedad que, con el único recurso de su dinamismo e imaginación, adelanta a otra que se caracteriza por vivir de la subvención centralista o del chantaje. ¡La pela es la pela!
Pero si creíamos que los catalanes ya habían intentado rentabilizarlo todo en su propio beneficio, ahora nos amenaza el clon del hipotecario Montilla, y el nuevo ministro de Industria, Joan Clos, con autorizar los sondeos petrolíferos en la Albufera, lo que significaría además de destrozar el mejor patrimonio medioambiental de la Comunitat Valenciana, descabalgarnos como destino turístico, en beneficio, cómo no, de Cataluña. ¡La pela es la pela! Seguramente algunos me tratarán de radical –viene de raíz, por lo tanto lo soy–, pero personalmente no es que vaya a continuar con el boicot, es que voy a hacer lo mismo que llevo haciendo más de 30 años: potenciar los productos valencianos por encima de todo, y cuando no pueda ser así, buscar alternativas no beligerantes con nuestra tierra. Quizás así, tocándoles la pela, aprendan a respetar a sus vecinos.
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