Por Ricardo
García Moya
Las Provincias 2 de Febrero de 1997
Si usted va al Mercado Central de Valencia o Alicante, y le dice al carnicero: "Vullc carn de be", probablemente
le contestará: "Tota la que tenim
mosatros es bona". Es decir, con esfuerzo por la rara expresión, be lo ásociará a bien y, por extensión, a buena;
pero nunca a "corder u ovella". Salvo que el vendedor sea filólogo
inmersionista en paro, que ayuda a su padre; o, también, un empollón de la
Gramática de la Generalidad, perla heredada del gloriamarquismo lermista.
En "La formación de las lenguas romances" (Barcelona 1990) la catalana Lleal Galcerán trata a la lengua
valenciana como dialecto occidental del catalán, siguiendo el truco ideado por Milá y Fontanals en 1861 para absorber
el idioma del Reino. La ensayista recoge, como trofeo idiomático, alguna
variable que usamos los indígenas de esta colonia naranjera. Dice, con razón,
que el valenciano moderno desconoce el uso del auxiliar ser con los
verbos intransitivos, y usa términos como corder
frente al catalán be (p. 359). Pues
bien, la gramática de la Generalidad (Bromera, 96) ofrece como modelo el
sustantivo "be: Carn de be";
y el
plural "bens: ramat de bens"
(p. 40).
Una cosa es que el batiburrillo léxico a ambos lados del
fronterizo Cenia ocasione Ilamar "be" al "corder" y
"noi" al "chic"; pero idéntico fenómeno surge a cabaIlo
entre Orihuela y Murcia. Por la Vereda
del Reino de Valencia, junto a Beniel,
podemos oír a murcianos y valencianos que ha- blan de
"casoleta", "safranero", "largaria",
"barraquetica", "floreta", "asulete",
"festear", "osté", etc. ¿Debiera incluir la gramática de la
Generalidad el pronombre osté (corrupción
de vosté) asulete o barraquetica
como valenciano? No sería normal. Su lugar está en un diccionario de localismos
fronterizos, no como paradigma léxico.
Qué dirían los del IEC si, en valenciano, llamáramos quiquiriquí y muuu al pollo y al toro, respectivamente; la condena por
primitivismo sería fulminante. Para los occidentales, "y el español no iba
a ser menos, be se llama a la
onomatopeya de la voz del carnero, de la oveja y de la cabra en el diccionario
académìco. Es sonido que no falta en lengua alguna, allí donde haya habido
ovejas y ca- bras" (Salvador, G.: Historia de las letras, p. 29).
Hasta los nosaltreros (Trànsit, ECIR, p. 32) reconocen que be es catalán. De ahí que sorprenda su
inclusión en la Gramática de la Generalidad,
aunque está bien acompañado de más barbarismos, arcaísmos e inventos
rambleros (be, natzes, gatzoneta, boletaire, xafardero, pus,
perruqueria, pas, Ilur, cruspit, sota, dessota, etc.). Y hay quien se
siente cultísimo por usar estos términos que, a los valencianos de antaño, sólo
les inspirabar sainetes y chanzas; especialmente los sota, pus y pas.
Hablando de sota, Llombarl cuenta en sus
"Epígrames" (sic) que "una chica de Torrent" visita a un médico en Barcelona. La señora del doctor
le dice sonriendo: "Sota, sota",
indicando que el consultorio está debajo.
La torrentina, "que este lenguaje no entiende", le responde
airada: "La sota será vosté"
(Llombart, C.: Abelles. 1878. p. 19). La lengua valenciana tiene
"abaix", "avall" y "baix"; dejando la sota para los naipes, inmersores y
liberados de CC.OO. (Estos
privilegiados se pirran por el barcelonés vulgar.)
Mejor ejemplo ofrece la copla burlesca -entonada el día de San
Martín del año 1754- sobre la lengua
del "pobre catalán" que,
asombrado, observa las obras de la iglesia de San Martín de Valen- cia. EI
narrador, voz solista, se dirige al forastero en español, como habitualmente se
hacía en el Reino con los que no hablaban valenciano: "Y puesto que a ver
la Iglesia entra un pobre catalán, quizás en su tosco estilo algún gusto nos
dará" (Bib. Nac. Madrid, Sig. R. 34.991).
EI solista, con retranca, le pregunta: "¿Sabes cantar?",
y el catalán, tratando de hablar valenciano, contesta: "Un
chiquet, chiquet". EI
letrista (quizá el mismo don Luis López, maestro de capilla de San
Martín en 1754) hace que el coro vitoree con sorna al cómico políglota:
"¡Vítor, vítor el catalán, que parece que tiene algo de habilidad!".
La chanza sigue con la fonética que cierra vocales: vuler vusté, por "voler y
vosté"; y con el léxico, "¿pus
y qué?", en lugar de
"¿més y qué?". Está claro que los que escuchaban en 1754 los matices
irónicos sobre fonética, adverbios, pronombres y verbos de la lengua catalana no la consideraban su idioma,
como prueba que las estrofas finales son cantadas en valenciano moderno, sin
ironía, y alabando a la iglesia de San Martín "tan plena de magestat, es
polida tota ella, hasta lo ultim quilat". EI solista, siguiendo la
ficción, acaba con estos versos: "E yo, cansat de esta nit/no eu acabe de
contar/discurriscau lo auditori/mentres yo vaix a sopar".
Ahora, en lugar de un "pobre catalán", hay "pobres
valencianets" que ridiculizan su idioma con los bes, pus, sota y pas; monstruitos léxicos agazapados en la
gramática de la Generalidad, de inspiración anterior. Aunque esto de la
herencia mosquea, pues: ¿Qué gnomo infiltrado sigue derro- chando subvenciones
publicitarias de la Generalidad y
Diputación de Valencia, a las catalaneras L'Avenç (diciembre 96, p. 9) y Serra D'Or?
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