lunes, 19 de noviembre de 2012

LA TRADICIÓN INVENTADA (IV)




'Historias ocultadas del nacionalismo catalán'
Por Javier Barraycoa
Extraido de Internet

LO QUE EL CATALANISMO QUIERE OLVIDAR
Javier Barraycoa desmonta en «Historias ocultadas del nacionalismo catalán» los mitos recurrentes del nacionalismo catalán y recopila las historias silenciadas que los independentistas prefieren ocultar
El catalanismo, con apenas un siglo de historia, pretende encarnar el alma de una Cataluña casi milenaria, reconfigurando no sólo la historia de Cataluña, sino la del propio catalanismo». Lo escribe el investigador barcelonés Javier Barraycoa en la introducción de su libro «Historias ocultadas del nacionalismo catalán», en el que desmonta los mitos con los que se ha construido un relato para justificar su pretensión de iniciar, como declaró en la celebración de la Diada Artur Mas, presidente de la Generalitat, su «transición nacional catalana» y convertirse en un país al margen de España. Estos son algunos de los aspectos históricos y sociales que Barraycoa aclara:

UN CATALANISMO, CON ESPAÑA DE «NACIÓN», ALEJADO DE LA SOCIEDAD

En los primeros capítulos de su libro, Barraycoa recuerda que «por lo común, para cualquier republicano federal catalán del siglo XIX, siempre regía el lema: “Cataluña es la Patria y España la Nación”». Y prosigue: «Un catalán en la onda del federalismo, Juan Illas Vidal, [...] en su obra titulada “Cuestiones catalanas, Cataluña en España” (1855), propone: “La unidad nacional es un sentimiento político fundamental común a todos y vivo en cada uno: formadlo si no existe, y no temáis el provincialismo”».

Además, Barraycoa afirma que «los primeros catalanistas reconocían que el catalanismo era algo alejado de la realidad social de Cataluña». Así lo explica: «Otro fenómeno psicológico y sintomático del catalanismo es que, nada más emerger, adoptó la conciencia de estar en crisis. Uno de los personajes más curiosos y olvidados de los primeros años del catalanismo fue José Pella Forgas. [...] En 1906 escribía una obra hoy poco conocida y titulada “La crisi del catalanisme”. Uno de los puntos de interés de este libro es constatar cómo los primeros catalanistas eran conscientes de que el catalanismo surgía como algo alejado de la realidad social de Cataluña. [...]

La crítica estaba dirigida a todos aquellos que volcaban sus energías en redescubrir la cultura catalana pero que no tenían la más mínima intención de proyectarla políticamente. Sospechaba que así nadie les seguiría. Un poeta catalanista, Joaquín Folguera Poal, ...] se quejaba: “La falta de conciencia nacional es uno de nuestros ridículos. En la esfera de los intelectuales tampoco hay mucha dignidad de raza. Mucho ruido y pocas nueces. Mucha ferralla literaria y poca consistencia política”. Los primeros catalanistas no entendían por qué la mayoría de catalanes no eran catalanistas y por qué les costaba tanto despertar en ellos la conciencia nacional».

EL CATALÁN, UNA LENGUA HABLADA DURANTE EL FRANQUISMO

«Poco a poco, los nacionalistas más radicales han conseguido introducir la expresión “genocidio cultural” para describir la situación del catalán durante el franquismo», sostiene Barraycoa. A lo largo de varios capítulos, recopila obras de teatro, poesía, certámenes, premios y editoriales escritos en catalán durante el franquismo. Contra los argumentos de ese nacionalismo más exacerbado, escribe:

«Un libro ecuánime, escrito en catalán, que no revela un resentimiento especial hacia el franquismo, es el de Albert Branchadell titulado “L’aventura del català”. El autor reconoce que el franquismo no puso en peligro la literatura catalana y que aunque hubo represión, “lo que sí es cierto es que las dificultades del catalán durante el franquismo fueron de más a menos: la política lingüística del régimen se fue relajando con el paso del tiempo, paralelamente a su liberación en general. [...] Si uno piensa lo que pasó con el catalán, no se diferencia mucho de la situación del castellano en la actual Cataluña», critica Barraycoa.

«Intentando sintetizar esos primeros años, cosa harto imposible, se podría decir que hubo un primer momento de presión contra el uso escrito del catalán. Sin embargo, la mayor parte de los conflictos vino, curiosamente, a causa de su uso por eclesiásticos en sus homilías o en pequeñas publicaciones parroquiales. Durante algunas celebraciones litúrgicas, a las que asistía alguna autoridad militar, si el sacerdote se dirigía a los fieles en catalán, entonces se liaba. Fuera de estos ámbitos, los conflictos fueron muy reducidos. A los pocos años de acabada la guerra, se reemprendían las publicaciones en catalán. En diciembre de 1946 se autorizó el primer concierto público de l’Orfeó Català. Ese mismo año, el Institut d’Estudis Catalans (foco cultural del catalanismo) iniciaba sus publicaciones en catalán. [...] Incluso se produjeron intentos del Régimen para lanzar publicaciones literarias en catalán, pero los catalanistas se negaron a participar».

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