Ricardo García Moya
Diario de Valencia 16 de Junio de 2002
La Generalitat Valenciana,
incansable, acosa a los escolares con anuncios en catalán sobre los efectos
nocivos del “tabac”, y les aseguro que es falso: ningún “tabac” produce
enfermedades broncopulmonares; aunque sospecho que los comisarios olvidan que
en idioma valenciano “tabac” es un cesto, generalmente de mimbre, sin relación
con los productos cancerígenos de la “Nicotiana Tabacum”. Procedente del árabe
“tabac”, equivalente a “panereta”, dice Corominas que es vocablo “valenciano
desde Lamarca, año 1842” (DECLLC); pero no es cierto. Las voces de origen árabe
no venían del condado levantino al Reino de Valencia, sino al contrario; el
sustantivo lo tenemos documentado antes de la fecha dada por el despistadillo
etimólogo catalán: “en les mans tenía un tabac” (Corella: Obres, 355, h.
1460); “tabacs o paneres” (Pou: Thesaurus, 1575); “en un tabaquet de faena
trobaria tres sous” (Ayerdi: Noticies de Valencia, 1661); “un tabáquet “ (ACV.
Ms. Melchor Fuster, h, 1680); “con la pera en lo tabac” (Escalante: A la vora
de un sequiol, 1870); “un tabaquet ple de draps” (Balader: El pare alcalde,
1871); “tabac: cestillo de mimbre” (Escrig: Dicc. 1887). Los valencianos no
eran tan brutos como para fumarse el “tabac”, cesta donde el pescador guardaba
anzuelos y cebo; o las señoras ponían pan, frutas, flores, aguja e hilos de
bordar, etc.
Está claro que el “tabac” no
se fumaba, pero la voz “tabaco” tropieza con la consigna catalanera de que una
palabra valenciana no puede ser igual a otra española. Los catalanes sí pueden
tener en su idioma la voz “patata”, como en español; pero no admiten que en
valenciano conservemos la voz “tabaco”, pese a ser la usada por nuestros
antepasados: “no puga vendre lo tabaco, tant de fum com de pols” (Llibre.
Estab. Peniscola (sic), any 1698); “pera 1 lliura de tabaco” (Llibre de contes
de St. Cristofol de Benasal, h. 1760); “no val una pipada de tabaco” (Galiana:
Rond. 1768); “com el tabaco que nos venen en l’estanc” (Coloqui de una valencianeta
Imp. Mariana. 1854); “de vore en lo meu estanc tan bon tabaco” (Baldoví: Un
fandanguet en Paiporta, h. 1855); “tabaco de fum, tabaco de fulla, filipí,
negre…” (Escrig: Dicc. 1887). A partir de estas fechas, los sumisos floralistas
catalanizaron el vocablo, aunque el pueblo seguiría con la forma genuina.
También el derivado “tabaquer” diverge del catalán “tabacaire”, siguiendo la
ley morfológica que opone a los valencianos pollastrer, peixcater y creiller,
los catalanes pollastraire, pescaire i patataire; aunque los del IEC, astutos,
están valencianizando su morfología como táctica para la total deglución de
nuestro idioma (y el bicarbonato lo da San Zaplana).
El consumo de “tabaco de pols…
para sorberlo por las narices“ (Escrig, 1887), se generalizó en el Reino de Valencia,
estableciéndose tasas como las que impuso Peniscola (sic) en 1698 para al
“tabaco, tant de fum com de pols” (Llibre Est. 1 abril 1698). El producto “de
pols” tuvo efectos colaterales en la semántica, pues la expresión un “echar un
polvo” aludía en un principio a echar “tabaco pols” o rapé sobre la manó para
aspirarlo; pero la costumbre de “echar el polvo” en salones retirados, donde
los caballeros dialogaban íntimamente sobre lo divino y humano, fue aprovechado
para otras actividades. En el XIX, como vemos en versos de Ventura de la Vega,
“echar un polvo” adquiría la chocante polisemia.
El placer de fumar asociado a
un acontecimiento festivo estaba arraigado. En el “Coloqui de Rafelo de
Picasent y Toni de Alcáser” (any 1813), los protagonistas muestran su
gozo por la huida de las tropas napoleónicas: “Pues ara fes sis sigarros / y
fumarem a dos mans, / ya que tenim el tabaco / que casi es pot dir donat”.
Toni de Alcáser está exultante por la baratura y abundancia de estos géneros,
dando a entender que se debía “als inglesos”, aliados del Reino de Valencia,
que habrían ayudado a paliar la penuria posbélica: “Lo més barato en lo dia /
es el tabaco y lo pa”. Dato interesante es que el sustantivo valenciano
“pataqueta” se documenta aquí, creo, por vez primera: “sis pataquetes”.
El texto es rico en léxico del
valenciano moderno: nosatros sigam bons, entra en Valencia y vorás, cumplixca,
se acachá tot lo mon, chagans y nanos, no els ampara…”. En el coloqui se
mantiene aquel topónimo que los mozárabes valencianos usaban antes del 1238
(Murvedre. Morvedre, Molvedre); hablándonos Toni del “Castell de Molvedre”.
Los _arbarismo prefieren Sagunto.
El negocio del fumar generó
la aparición de la excitante cigarrera que, para los caballeros del 1800,
equivalía a una empleada de El Corte Inglés para Carraszaplanacosa. Es curioso
la atracción que ejercían las obreras de las fábricas de tabaco para los
músicos, dramaturgos y señores de la tercera edad. La literatura valenciana se
ocupó del tema desde la óptica de la ironía, opuesta al dramatismo sangriento
y taurino de Merimée. En la fábrica de Valencia comenzaba el espectáculo a la
salida en tropel de un pequeño ejército de vociferantes cigarreras armando
gresca, sudorosas y con media teta al aire, después do agotadoras jornadas.
Una cigarrera valenciana, la SaIá, resumía su Iabor: “Fent puros pasem la vida
/ fulles y fulles rollant; / nosatros els fem, y uns atres / s’els fumen en
acabant” (Barber: De Valencia al Grau, 1888).
Primer colectivo femenino del
naciente proletariado, las cigarreras estaban orgullosas de la relativa
independencia que su estatus social les proporcionaba. El sainete valenciano
ha incidido una y otra vez en el choque entre los calenturientos adultos y el
desparpajo de estas trabajadoras que apenas alcanzaban los 20 años.
En “De Valencia al Grau”, unos
carcamales se alborotan ante la salida de “les chiques de la Fábrica de
Tabacos” (p. 20), iniciando punzante diálogo con “les sigarreres”. Una, entre
risas, impreca a Colau: “Agüelacho mata puses, tinga entés qu’esta barca te
patró”. Al piropo de “coca fina”, otra cigarrera contesta: “Coca que no
tastará, ni vosté ni el companyero, perque no tenen quixals”. Los ancianos,
embelesados, exclaman: “El _arbar son estes chiques… grahueres”. Con doble
sentido, la Salá canta: “Tinc un novio que se fuma / lo milloret de la Fábrica,
/ y en quant li done a fumar, / de tant gust li cau la baba, / el tabaco danya
el pit / y yo dic que aixó… “(p. 23).
Hace meses, el gobierno mandó
a tomar por el saco la centenaria Fábrica de Tabacos de Valencia, aquella de
donde salían las mensuales cigarreras.
Su actividad y puestos de
trabajo los trasladaron a otra ciudad más querida por los mesetarios.
Además, nuestra invicta
Generalidad ha editado un Vocabulari de _arbarismos donde prohíbe el sustantivo
valenciano “tabaco” e impone “tabac”, tal como ordena el IEC.
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