'Historias ocultadas del
nacionalismo catalán'
Por Javier Barraycoa
Extraido de Internet
Un toro, un
burro y el motivo de este libro
Corrían los años noventa del siglo XX. Poco a poco, en
Cataluña, especialmente en Barcelona, se puso de moda colocar una pegatina del
famoso toro de Osborne en la parte trasera del coche. Este distintivo era
especialmente llamativo en los taxis por estar colocado sobre fondo amarillo.
Esta costumbre, en principio nada politizada y absolutamente espontánea, fue
tomada como un agravio simbólico por parte de ciertos elementos nacionalistas.
Un empresario gerundense, del Pla de l'Estany, ideó un contraataque lanzando la
campaña Planta't el Burro (colócate el burro). Se trataba de difundir
una pegatina del dibujo de un burro autóctono, el burro catalán, que debía
representar el espíritu de esfuerzo, constancia y abnegación de los catalanes.
Así se contrapesaba el espíritu de la España cañí que representaba el
toro. De hecho, los elementos independentistas más radicales habían iniciado
años antes una campaña de eliminación de los famosos toros de Osborne,
acudiendo a la nocturnidad para derribarlos. Como el que no quiere la cosa, en
Cataluña se vivió una guerra de símbolos entre apasionada y absurda. La
historia de ambos símbolos no está exenta de significantes que se les escaparon
a los iniciadores de la campaña del burro.
El toro de Osborne, tan odiado por la izquierda
separatista, fue diseñado por Manolo Prieto para representar el brandy
Veterano. Prieto, colaborador de la agencia Azor, era un redomado comunista,
que ideó el famoso toro inspirado en los carteles que el valenciano Josep Renau
había dibujado para promocionar las corridas de toros en la España republicana
durante la Guerra Civil. Sin embargo, sobre la autoría siempre ha habido
discusiones. El 9 de abril de 1998 aparecía en El País el siguiente
obituario:
El publicista Miquel Monfort, creador del popular toro
de Osborne, ha fallecido a los 62 años de edad a causa de una crisis cardiaca.
Monfort había nacido en Terrassa y residía en Sant Cugat. Creó primeramente la
empresa Dana y más tarde la agencia MMLB, que hizo campañas por España y
América Latina.
Pero, sobre todo, Monfort será recordado por crear la
figura del toro de la marca Osborne, que desde hace 20 años forma parte del
paisaje rural español, está presente en la red viaria y ha sido declarada
Patrimonio Nacional. Sin embargo, familiares del dibujante Manuel Prieto, que
murió en 1991, reivindicaron ayer para éste la autoría del toro de Osborne.
En cierta medida, hay una explicación a esta
reivindicación. Miquel Montfort, desde la agencia MMLB, convenció al grupo
Osborne de la fuerza del logotipo de Veterano y les animó para que lo
generalizaran a todo el grupo. Gracias a este catalán se inició la difusión de
los famosos toros por todo el territorio español. Así, el dichoso toro –tomado
ahora como símbolo de lo patriotero y español– tiene algo de izquierdas y algo
de catalán.
Las anécdotas sobre el burro catalán tampoco dejan de
ser sorprendentes.
El burro catalán, una especie muy apreciada por su
calidad en muchas partes del mundo, estaba a punto de extinguirse. La historia
de su salvación arranca de mucho antes que la aparición de la famosa pegatina.
Joan Gassó, en la comarca del Bergadá, inició hace 40 años la labor de
recuperación del garañón catalán, que ya estaba prácticamente extinto.
Consiguió, deambulando por los pueblos, juntar un grupo de treinta burras,
muchas de ellas excesivamente viejas, y ningún macho cualificado para la monta.
Desesperado y sin poder remontar la crianza, le llegaron noticias de que el
ejército español aún tenía un semental en condiciones. En el antiguo Cuartel de
Caballería de Hospitalet ciertamente había un burro catalán propicio para la
reproducción.
Los mandos militares se lo ofrecieron de buen grado, y
así, gracias al ejército español, se salvó la especie ahora reivindicada como
símbolo por los nacionalistas. Esta anécdota no deja de ilustrar, incluso con
cierto gracejo, lo fecunda que puede ser la colaboración, y la esterilidad de
la aversión y el rechazo.
Pero la historia del burro catalán da más de sí. Una
vez aparecieron las famosas pegatinas, pronto emergió el cainismo. Al teórico
autor del burro le cayó pronto un pleito por plagio. Un diseñador de Sant
Cugat, José María Fernández Seijó, reclamaba la autoría del dibujo. Tras un
proceso judicial, el juez dictaminó una sentencia de lo más curiosa: reconocía
a Fernández como verdadero autor intelectual del burro y a Sala como legítimo
diseñador de la campaña. El juez estipulaba que las imágenes del burro eran
algo diferentes.
A la utilizada para la campaña nacionalista se le
había suprimido el flequillo y los genitales del dibujo original. Las metáforas
son libres para el lector. Un jesuita, el padre Orlandis, maestro del ya
mencionado doctor Canals, solía decir: "El catalanismo ha castrado a
Cataluña", en referencia a la muerte del espíritu tradicional de Cataluña
que comportaba la extensión del catalanismo, sobre todo entre elementos
eclesiales. De momento, el que resultó castrado simbólicamente con la campaña
fue el pobre burro.
El presente libro es peculiar desde su concepción e
inicio, pues arranca de un estupor acumulado durante años; del pasmo de quien
ha visto transformada la sociedad en la que nació en apenas treinta años; de la
sorpresa al comprobar cómo su Barcelona natal era remodelada a golpe de
Olimpiadas y modernidad, mientras se vaciaba de los catalanes de toda la vida
que había conocido; del asombro provocado al comprobar cómo los que nunca
habían sido catalanistas se afanan ahora en ser más nacionalistas que Companys;
de la consternación que se sucede al constatar que muchísimos catalanes
desconocen los mínimos rudimentos de nuestra historia sin que ello sea óbice
para las más estridentes proclamas de nacionalismo. En definitiva, este libro
es como un intento, igualmente vano, de despertar de un mal sueño; de
reafirmarse en que lo que cuenta la historia oficial del nacionalismo
nada tiene que ver con la realidad histórica.
Vaya por delante que no se ha pretendido escribir un
libro de historia, ni siquiera ensayar una teoría política del nacionalismo.
Éste es un libro de historias, de personajes concretos, de sus
actitudes, sus sentimientos y sus acciones. Es preferible que ellos hablen por
sí mismos, más que plantear cuestiones ideológicas sobre el nacionalismo
catalán. De hecho, aunque alguien pudiera pensar lo contrario al culminar su
lectura, no es un texto escrito contra nadie, sino que tiene como intención
acercar a los catalanes a su propia historia, así como al resto de España, para
que comprenda lo que el pueblo catalán ha sido y debería seguir siendo. En
resumen, es un libro motivado por el amor a una realidad y no por el odio a una
idea.
NOTA: Este texto está tomado de la introducción de HISTORIAS OCULTADAS DEL NACIONALISMO
CATALÁN, de JAVIER
BARRAYCOA, que presentará esta su última obra a los oyentes de Ld Libros este sábado (16'30-17'30).
1 comentario:
El símbolo del toro pertenece al inconsciente colectivo de la humanidad. La silueta del toro no es patrimonio de ningún país ni empresa. Creación original del pintor Enrique Mélida plasmada en su cuadro "Se aguó la fiesta" (1876), esta imagen ha sido ampliamente reproducida en todo tipo de objetos de decoración y publicidad, sin que nadie se acuerde de su auténtico origen.
Una nota de prensa que nos lo recuerda: (ABC. Madrid. El carnaval de Roma. 4 de Febrero de 1923. Martín Ávila)
"Maestro en este arbitrio fue Enrique Mélida. Uno solo de sus cuadros, ¡Se aguó la fiesta!, ha sido en España, y lo es aún, más popular que las Meninas y mucho más que el entierro del señor de Orgaz, y, por lo menos, tanto como la más popular obra mística de Murillo. ¡Se aguó la fiesta! es aquel cuadro en que un bravo toro, retinto en negro y corniapretado, se planta amenazador ante un grupo de chisperos que comen regocijados en pleno campo."
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