viernes, 15 de octubre de 2010

NACIONALISMO CATALAN. UNA GRAN FARSA (IX)


Autor: Michel Braveheart
Depósito Legal: PM-1405-2002

SIGNOS DE IDENTIDAD I

“LA SENYERA”
o
ESTANDARTE
Vayamos pues sin más dilación, a lo que nos atañe, y veamos las señas de identidad que por unas causas u otras, se suponen creadas por catalanes y sus instituciones, (como por otra parte sería lo lógico) y sin embargo no lo son.
Varios y variados son los signos de identidad que definen hoy día la catalanidad, y que el catalanismo exacerbado se ha encargado de engrandilocer (engrandilocer: macrodifundir engrandeciendo con grandilocuencia).
Así tenemos en primer término, su estandarte o “senyera”.
Mucha tinta ha gastado el nacionalismo catalán para dar una explicación aceptablemente creíble, al uso del estandarte del Reino y Corona de Aragón como propio de forma exclusiva.
Pero, al ser todos los nacionalismos (y el catalán no se escapa de ello), ciegos y sordos a todo lo que no sean sus postulados, tienden a dar resbalones uno tras otro. Y el resbalón se lo pegaron, cuando sin molestarse lo más mínimo en comprobar la veracidad de los datos, encontraron un libro de historia sobre Cataluña escrito en el siglo XV por Bernardo Boades, en donde éste relata que el Emperador de los Francos, Ludovico Pío, entrando en la tienda de Wifredo “el velloso”, súbdito y vasallo suyo, después de la batalla contra los normandos, mojó cuatro dedos en la sangre de la herida de éste, y pasándolos por encima de su escudo de guerra le dijo: “De hoy en adelante estas cuatro barras rojas serán tu insignia y sello.”
Como ya hemos dicho, no fueron los dogmáticos del catalanismo a indagar si se trataba de un relato romántico, de una fábula, y creyeron ese relato a pies puntillas porque ello llenaba por completo sus aspiraciones nacionalistas. Resultando además con ese hecho romántico, que Cataluña había dado identidad al Reino y Corona de Aragón mediante “su” estandarte, al casarse el conde de Barcelona D. Ramón Berenguer IV con Doña Petronila reina de Aragón.
Pero, sin embargo, nada más lejos de la realidad y de la documentación fehaciente. Pues no aparece tal hecho (1) en los manuscritos de los cronistas del Emperador Ludovico Pío y sucesores, ni en los del monasterio de Ripoll. Ni se ha encontrado (y debería de existir) edificio o sepulcro de los Condes de Barcelona anterior al siglo XIII, con las dichas armas (escudo de cuatro palos rojos(gules) sobre fondo amarillo(oro)). Además, el romántico Bernardo Boades no tuvo en cuenta que, Wifredo “el velloso” no fue contamporáneo de Ludovico Pío, pues éste murió en el 840, y Wifredo nació en el 873.
Y como se ha demostrado y verificado que aquello era una fábula, rápidamente el nacionalismo catalán ha buscado otras excusas para no perder tan preciado botín. Y, ni cortos ni perezosos, van y pregonan por doquier que, “en las luchas que hubo para preservar la nacionalidad catalana contra la españolidad absolutista de Felipe IV primero y de Felipe V después, que, el Consejero D. Pedro Juan Rosell enarbolaba la “cuatribarrada” en la defensa de Tarragona asediada por el primero; y que el Consejero D. Rafael Casanova, hizo lo propio en la defensa de Barcelona asediada por el segundo”.
Pero la realidad histórica es, que tanto uno como otro Consejeros, la bandera que enarbolaron como distintivo de Cataluña y por la cual muchos catalanes derramaron su sangre, fue la bandera de Santa Eulalia, (2) no la “cuatribarrada” que simbolizaba al Reino y Corona de Aragón, y que además era contra la cual estaban luchando. Hecho éste inmortalizado en la estatua que se conserva en el Salón de San Juan (Barcelona), donde se puede contemplar a Casanova puesto en pie, con la siniestra abrazando la señera de Santa Eulalia, y con la diestra empuñando una espada.
Otra... llamémosle excusa, que esgrimen los nacionalistas para tener derecho a decir que el escudo de Aragón es suyo, es, que desde siempre, el dicho escudo a presidido todas las instituciones catalanas.
A lo cual se les puede contestar, que ello ha sido así porque Cataluña era territorio aragonés; autónomo en cuanto a la emisión de moneda y a ciertas instituciones políticas, pero aragonés al fin y al cabo. Como ya hemos visto en el capítulo tercero de esta obra, en donde se ha demostrado que Cataluña nunca ha sido un estado. Y mucho menos un estado independiente.
Y tal como hoy en todas las instituciones oficiales de España presiden sus estancias la bandera española, el escudo o emblema de España y la foto del rey D. Juan Carlos I de España, así antaño, las presidían los escudos de sus señores reyes.
En la Gran Enciclopedia Catalana(3) por ejemplo, leemos que el testimonio más antiguo de las “barres catalanes” aparecen en un sello de cera de Ramón Berenguer IV (1.157).
Pero, el famoso sigilógrafo D. Ferrán de Sagarra, después de examinar detenidamente tres sellos del dicho Ramón Berenguer IV que se hallan en Marsella, y otros tres que se hallan en Madrid, dice (4):
“...no se puede precisar si estas rayas constituyen divisa o son únicamente un motivo de ornamentación del escudo..., ...no podemos admitir pues, la afirmación concreta y terminante que hace Muñoz Romero, que los sellos del Conde D. Ramón Berenguer IV, son los monumentos más antiguos que ostentan las barras de Cataluña.”
Visto lo anterior, pasemos a destapar la verdadera procedencia y titularidad de la insignia y estandarte de las cuatro barras de gules sobre oro. (Aunque, hablando con propiedad heráldica, se deben llamar palos y no barras, ya que en ese arte, las barras en un emblema o escudo, son diagonales de izquierda del escudo a derecha; y en el escudo de Aragón son verticales, luego son palos.)
Aunque son muchos los historiadores que se unen a la afirmación de Guillermo Fatás, de que no hay ni una sola prueba de que las barras fueran usadas por nadie antes de que lo hiciese en sus sellos don Alfonso II rey de Aragón y Conde de Barcelona, debido a que consta que el rey Alfonso II, por el mes de Abril de 1187, estando en Gerona, concedió a los cónsules de Milhau, sur de Francia (5) el uso del escudo de Aragón:
“ Concedimus namque sigillum Comune consulibus et comuni cum suscriptione nostra et sua, et etian vexillum nostrum...” .
Y desde entonces, la ciudad de Milhau ha usado las armas de Aragón, si bien en ningún caso se especifica los colores del dicho blasón.
Sin embargo, leemos en los Anales del Reino de Aragón (Jerónimo de Zurita), tomo I, folio 91, página 1, que el Papa Inocencio III autorizó a D. Pedro II de Aragón, Conde de Barcelona y Señor de Monpelier, a usar como propios los colores del Gonfalón o estandarte de la Iglesia (palos rojos sobre dorado), al renunciar D. Pedro, al derecho que tenía como rey, a nombrar Obispos a su capricho (cosa normal y privilegio de todos los reyes medievales), y declararse él y sus descendientes y con él todos sus territorios, feudatario de la Santa Sede. Eso ocurría el año 1.204. Por ello afirmamos que desde esa fecha y nunca antes, el emblema de todos los reyes de Aragón y por extensión el general de todos sus dominios, fue el de cuatro palos rojos sobre amarillo. Excepto en los reinos de Mallorca y Valencia, que tenían su propio escudo y estandarte. Siendo el del reino de Mallorca, un castillo sobre el mar en jefe y debajo tres palos rojos sobre amarillo, y el personal de los reyes de la Casa de Mallorca tres palos rojos sobre amarillo, y sobrepuesto a él la corona real; y así es como figura en la documentación oficial de los susodichos y en las monedas del reino de Mallorca, en los sepulcros reales y en monumentos. (Además de ser también el distintivo de la primera esposa de D. Jaime II de Mallorca, Dª Exclaramunda de Foix).

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