sábado, 30 de octubre de 2010

CATALÁN, DIALECTO DEL CASTELLANO




Autor: Mikèl Garàu Rosselló es vicepresidente de la Academia de la Lengua Balear (LA RAZON,
12/01/05)

Para llegar a la afirmación del título de este artículo, primero deberemos tener claro
lo que es lengua, idioma y dialecto. Muchos son (demasiados) los doctores en lengua que
aseveran, enseñan y publican en sus libros (erróneamente a mi entender) que lengua e
idioma son una misma definición. Sin embargo, su diferencia es significativa por cuanto se
llama lengua: 1.- A la forma de expresarse que tienen todos y cada uno de los habitantes
del universo. 2.- Se denomina así también la forma de expresarse que tiene el conjunto de
habitantes de un mismo pueblo o nación. Se llama idioma a la lengua hablada que ha sido
estructurada y por consiguiente tiene gramática propia que la diferencia de las demás. Se
llama dialecto a la forma que tienen de expresarse los hablantes de una región, un pueblo,
un barrio, e incluso a nivel individual, de un mismo idioma. Y así tenemos que existe una
serie de lenguas, como las lenguas indoeuropeas (iranio, sánscrito, griega, céltica, etc.), las
lenguas semíticas (fenicio, hebreo, arameo, árabe, asirio, etc.), todas ellas anteriores a
Cristo. Y posteriores a él nos encontramos con las lenguas romances, las germánicas, las
eslavas, etc. Teniendo todas ellas, las antiguas y las más modernas un nexo común: en sus
tiempos respectivos todas ellas sólo tenían un abecedario como forma de expresión escrita.
Y para aprenderlas no quedaba más remedio que trasladarse a vivir a esos países o estar
conviviendo con gente de esa habla. Ésa es la causa por la que se les llama lenguas, porque
no pueden ser aprendidas a distancia. Ahora bien, con la entrada en juego de la lengua
latina, su desarrollo y expansión por todo el Imperio Romano, se vieron en la necesidad de
estructurar esa lengua para que se hablara y sobre todo escribiera de la misma forma por
todas partes. Es decir, tuvieron que hacer una gramática.

Después de la caída del Imperio, emergieron las lenguas romances, que, poco a poco
y a medida de que se iban formando las naciones que hoy conocemos, fueron desgajándose
más y más de la gramática latina (ese proceso duraría poco más de un milenio), hasta que
la separación fue tan significativa que pudieron crear sus propias gramáticas, convirtiéndose
así en idiomas; es decir, en una lengua que se puede aprender en cualquier lugar del
mundo mediante su gramática. Y así tenemos que la primera gramática del francés salió en
agosto de 1492; la del castellano en octubre del mismo año; la del mallorquín en 1651; la
del italiano en 1860; la del valenciano 1915 y la del catalán 1918. Y aún hay «doctores en
lenguas» que aseveran que el catalán es el padre del mallorquín y del valenciano. ¿Cómo
puede serlo si nació después que sus pretendidos hijos? Grave y grande infamia la sostenida
por esos «doctores» que con falaz argucia mantienen a voz en grito que mallorquín,
valenciano y catalán son el mismo idioma. Y ¡ay de aquél! que ose contradecirles aunque
sea con argumentos científicos irrefutables. ¡Ay de aquél! porque en todos los medios de
comunicación habidos y por haber será vilipendiado, escarnecido y vejado hasta lo
indecible; y no uno o dos días, sino a lo largo de mucho tiempo y por infinitas voces
«doctorales». Como le sucedió al ya desgraciadamente fallecido Ilustrísimo Sr. D. Lázaro
Carreter, que, queriendo poner las cosas en su sitio, se atrevió a afirmar que valenciano y
mallorquín no eran dialectos de nada, sino lenguas propias que se hablaban en sus
respectivos territorios. La que se le vino encima fue pequeña; le amargaron la vida con toda
clase de exabruptos en diarios catalanes, saltaron chispas de las universidades catalanas,
valencianas y baleares. Recibió infinitas llamadas telefónicas en su casa particular y a horas
intempestivas, insultándole de todas las formas y tonalidades que pueda haber.

Por ello quiero pensar que tal vez, y sólo tal vez por eso, los departamentos de
lenguas románicas del resto de universidades de España no se atrevan a afirmar lo mismo,
a pesar de saber con certeza científica que realmente eso es así. Y si encima comparamos el
castellano con el catalán (que digan lo que digan los políticos y algunos Doctores nostálgicos
de la supremacía de Castilla, idioma castellano no es sinónimo de idioma español), nos
encontramos con que en castellano se escribe «Madrit» tal que en catalán. Asimismo el
catalán hace uso de la «i» como conjunción: «un i dos; això i allò; al igual que el castellano
en lo que el español usa la «y» (sic) «Reina i señora...; ...i pongo...» (gramática de Antonio
de Lebrixa 1492). También la usa el castellano en palabras como «maior», «io»,
«aiuntamiento», que en catalán han dado «major, jo, ajuntament». El catalán también hace
uso de las «ss!» intervocálicas con sonido de ese líquida /s/: missa; assirios; professor.
Talmente que el castellano: «missa, assirios; assí; esso; professor. Asimismo la «s»
intervocálica en catalán tiene sonido sonoro /z/ exactamente igual que en castellano. En
catalán se hace uso de la «v» en muchos verbos que el español usa «b»: provar. Pasando
en castellano tres cuartos de lo mismo: provar. También usa el catalán al igual que el
castellano la «ç» delante de las vocales «a,o» cuando necesita el sonido de «s» líquida:
lança, començaron, començado, fuerça, començó, comienço; llança, començaresn,
començad, força, cançó (cat.). Asimismo el catalán hace uso de la «qu» delante de la vocal

a: qual, quant. Tal que en castellano: qual; quanto. Permanencia en el catalán de la «f» a
principio de la dicción donde el español usa «h»; exactamente igual que el castellano:
ferrero, fierro-ferrer, ferro (cat.)- herrero, hierro (esp.). El diptonogo castellano «ue» ha
dado en catalán «o»; (cast.)- puerco, fuerça, fuera; (cat.)-porc, força, fora. La letra «j»
precediendo a las vocales «a, i, e» en catalán tienen el sonido /z/, exactamente igual que
en castellano: semejança/semezansa/. Incluso el castellano también suprimía letras para
evitar cacofonías: (sic) «es déste sieglo...»; «cada uno d’ellos». En catalán: «és d’aquest
sigle...»; «cada un d’ells», etc. Y aquí me paro, pues aunque interesante, no se trata más
que de dar una muestra a los lectores de este diario, de cuyas plumas colaboradoras yo soy
la más humilde, de que tiempos atrás todas las lenguas romances eran sumamente
parecidas. Y como antes fue el castellano el que tuvo gramática por encima de cualquier
otra lengua romance de España, y viendo lo antedicho, no es nada descabellado ni mucho
menos disparatado afirmar que el catalán no es más que un dialecto del castellano.
12/01/2005 -

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