Autor: Michel Braveheart
Depósito Legal: PM-1405-2002
SIGNOS DE IDENTIDAD
Los signos de identidad, hablando de seres vivos, son los rasgos fisiológicos hereditarios con que distinguimos a primera vista, unas razas de otras.
Entre los seres humanos existen cinco grandes grupos antropológicos según sea el color de su piel. Éstos son: blancos, negros, cobrizos, amarillos y pardos.
Aunque, antropológicamente, además del color de la piel también se tienen en cuenta otras señas de identidad o rasgos, como, la forma y el color del cabello, el color del iris, la forma del cráneo, etc. (leyes de Mendel). Lo cual permite establecer subgrupos en cada una de las cinco razas.
La raza blanca o caucásica, por ejemplo, se subdivide en: blanca leptorrina, de cabello ondeado y cara ovalada, dolico-céfalos, altos y rubios, que comprende a los angloescandinavos o kimris.(1) Los fineses, dolicocéfalos, altos y de cabello rojizo. Los mediterráneos, dolicocéfalos, relativamente bajos y de cabello oscuro (propio del individuo balear). Los semitas y los egipcios, mesocéfalos, de cabellos oscuros y relativamente bajos (características de no pocos baleares). Y los celtoeslavos, braquicéfalos, de mediana estatura y cabello castaño (propio del individuo catalán).
Luego, si analizamos a cada persona, a cada individuo de una especie, vemos que cada uno tiene sus rasgos propios que marcan su identidad. Entre los humanos pueden ser: su carácter, su forma de expresarse, de comportarse en público y en privado, su forma de vestirse, etc.
Pero, sin embargo, no sólo los seres vivos tienen identidad. Las construcciones (casas, edificios, etc.) también tienen su identidad, la identidad que su constructor o arquitecto les transmite, con su forma particular de entender el espacio. Asimismo, en la construcción de una casa, hay elementos que influyen en el arquitecto (como por ejemplo la costumbre generalizada de un determinado lugar), a la hora de hacerla y efectuar la distribución de las estancias: si hacer la cocina a la derecha o izquierda del portal principal, si hacerla al fondo a derecha o izquierda; donde poner el comedor, las habitaciones, el aseo, etc. Piezas de una casa que según la zona de un país, se distribuyen según la tradición del lugar; tradición palpable con sólo darnos un paseo por la geografía de España, donde la casa vasca y su distribución interior, nada tienen que ver con la gallega o la asturiana por ejemplo. Al igual que nada tiene que ver la casa típica catalana con la mallorquina.
Tradición por otra parte, que es ancestral y que se remonta a la época de las primeras edificaciones efectuadas en los primeros asentamientos sedentarios. A lo cual se puede afirmar que cada región de un país tiene su propia identidad arquitectónica, además de su identidad cultural, entendida aquí, por su lengua materna, sus usos y sus costumbres.
Pero..., un país, una nación, ¿tienen identidad?, ¿o es que debido a su conglobación de identidades, se hace imposible adoptar una determinada sin agraviar a las otras?. La respuesta es obvia. Todas las naciones, absolutamente todas las naciones, tienen su propia identidad. Identidad que viene tipificada por el estandarte de la nación, por los rasgos antropológicos, y por la lengua que hablan y usan de común la mayoría absoluta de sus pobladores.
En el caso de España, el idioma de su identidad es el Español o Castellano; pero no por capricho de ningún gobernante, sinó porque es el idioma que usa la mayoría absoluta de la nación, a pesar de hablarse otros varios idiomas: Vascuence o Euskera, Balear, Valenciano, Gallego, Catalán, Bable, Panocho, Calé, etc., que siendo todos ellos idiomas españoles, ninguno es el Español.
En el caso del Reino Unido, el idioma de su identidad es el Inglés, por las mismas causas que el Español, hablándose además el Galés y el Escocés; o que el Francés en Francia, hablándose también, el Flamenco, el Provenzal y el Bretón.
Y pormenorizando, en el caso de Baleares, el idioma de su identidad es el Balear o Mallorquín. Hablándose, además, el Español o Castellano.
1. - L’Anthropologie. Pablo Topinard. París 1876
Depósito Legal: PM-1405-2002
SIGNOS DE IDENTIDAD
Los signos de identidad, hablando de seres vivos, son los rasgos fisiológicos hereditarios con que distinguimos a primera vista, unas razas de otras.
Entre los seres humanos existen cinco grandes grupos antropológicos según sea el color de su piel. Éstos son: blancos, negros, cobrizos, amarillos y pardos.
Aunque, antropológicamente, además del color de la piel también se tienen en cuenta otras señas de identidad o rasgos, como, la forma y el color del cabello, el color del iris, la forma del cráneo, etc. (leyes de Mendel). Lo cual permite establecer subgrupos en cada una de las cinco razas.
La raza blanca o caucásica, por ejemplo, se subdivide en: blanca leptorrina, de cabello ondeado y cara ovalada, dolico-céfalos, altos y rubios, que comprende a los angloescandinavos o kimris.(1) Los fineses, dolicocéfalos, altos y de cabello rojizo. Los mediterráneos, dolicocéfalos, relativamente bajos y de cabello oscuro (propio del individuo balear). Los semitas y los egipcios, mesocéfalos, de cabellos oscuros y relativamente bajos (características de no pocos baleares). Y los celtoeslavos, braquicéfalos, de mediana estatura y cabello castaño (propio del individuo catalán).
Luego, si analizamos a cada persona, a cada individuo de una especie, vemos que cada uno tiene sus rasgos propios que marcan su identidad. Entre los humanos pueden ser: su carácter, su forma de expresarse, de comportarse en público y en privado, su forma de vestirse, etc.
Pero, sin embargo, no sólo los seres vivos tienen identidad. Las construcciones (casas, edificios, etc.) también tienen su identidad, la identidad que su constructor o arquitecto les transmite, con su forma particular de entender el espacio. Asimismo, en la construcción de una casa, hay elementos que influyen en el arquitecto (como por ejemplo la costumbre generalizada de un determinado lugar), a la hora de hacerla y efectuar la distribución de las estancias: si hacer la cocina a la derecha o izquierda del portal principal, si hacerla al fondo a derecha o izquierda; donde poner el comedor, las habitaciones, el aseo, etc. Piezas de una casa que según la zona de un país, se distribuyen según la tradición del lugar; tradición palpable con sólo darnos un paseo por la geografía de España, donde la casa vasca y su distribución interior, nada tienen que ver con la gallega o la asturiana por ejemplo. Al igual que nada tiene que ver la casa típica catalana con la mallorquina.
Tradición por otra parte, que es ancestral y que se remonta a la época de las primeras edificaciones efectuadas en los primeros asentamientos sedentarios. A lo cual se puede afirmar que cada región de un país tiene su propia identidad arquitectónica, además de su identidad cultural, entendida aquí, por su lengua materna, sus usos y sus costumbres.
Pero..., un país, una nación, ¿tienen identidad?, ¿o es que debido a su conglobación de identidades, se hace imposible adoptar una determinada sin agraviar a las otras?. La respuesta es obvia. Todas las naciones, absolutamente todas las naciones, tienen su propia identidad. Identidad que viene tipificada por el estandarte de la nación, por los rasgos antropológicos, y por la lengua que hablan y usan de común la mayoría absoluta de sus pobladores.
En el caso de España, el idioma de su identidad es el Español o Castellano; pero no por capricho de ningún gobernante, sinó porque es el idioma que usa la mayoría absoluta de la nación, a pesar de hablarse otros varios idiomas: Vascuence o Euskera, Balear, Valenciano, Gallego, Catalán, Bable, Panocho, Calé, etc., que siendo todos ellos idiomas españoles, ninguno es el Español.
En el caso del Reino Unido, el idioma de su identidad es el Inglés, por las mismas causas que el Español, hablándose además el Galés y el Escocés; o que el Francés en Francia, hablándose también, el Flamenco, el Provenzal y el Bretón.
Y pormenorizando, en el caso de Baleares, el idioma de su identidad es el Balear o Mallorquín. Hablándose, además, el Español o Castellano.
1. - L’Anthropologie. Pablo Topinard. París 1876
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