viernes, 22 de mayo de 2015

GORRONS Y ATOCHES



Ricardo García Moya
Diario de Valencia 1 de julio de 2001

Como un Carrascosa en El Corte Inglés, el alemán Mün­zer observaba en 1494 a las damas valencianas, anotando que “todas van escotadas has­ta los pechos, de modo que puedes verles los pezones co­mo yemas de árboles”. Estos sensibles teutones usaban vo­cablos relacionados con otros valencianos que, gracias a la gestapo inmersora, hoy están prohibidos. Uno curioso es “gorrons”, considerado pa­riente del arcaísmo alemán “gorre", el castellano “gorra", el vasco “gorri" , el catalán “garri" y el portugués “corra", muy dispersos semánticamen­te (cincha, cuerda de esparto, rojo, cerdo...) En un texto va­lenciano del XIX leemos: “de­má molt car anirá el seu en Valencia”, siendo la causa del encarecimiento del greix o seu la orden de engrasar “els go­rrons de les campanes” (Con­versacions de Saro. Valencia. any 1820) Esta pieza del me­canismo para el volteo de campanas necesitaba mucho sebo, por lo que surge la du­da: ¿Se llamaron gorrons por “comer" mucho sebo, o quizá por las cuerdas y cinchas del artilugio?.
Aparte de dramas sociales denunciados en el texto de 1820 (“Yo veig en dolor a chi­ques de huit, deu y dotse anys perdense y prostituinse”), sor­prende la presencia de voca­blos que se suponían muertos hace siglos. Así, al tratar sobre los sabaters usa dos voces in­teresantes: “serol”, equivalen­te al catalán cerot; y “alesna”, nombre valenciano de la herra­mienta cortante del cuero. Además de presentar en 1820 una morfología idéntica a la medieval, el étimo de alesna procedía de las tierras germá­nicas de Münzer, el turista observador. En el siglo XIX, como idioma vivo, el valenciano mantenía ancestrales voces y asimilaba extranjerismos enri­quecedores. Así, en el texto de 1820 localizamos el galicismo “bucle” por primera vez en valenciano, “una peluca en sos bucles”, anticipándose en su uso al catalán.
Que estos versos valencianos de 1820 fueran legibles por castellanos y catalanes -por la similitud entre neolatinas- no supone que captaran su exacto significado. Por ejemplo, al leer “goleta” los lectores castella­nos y catalanes lo asociaban a la embarcación homónima; pe­ro en idioma valenciano era po­lisémica, como adjetivo: “no si­gues goleta” (loco), o sustanti­vo, “tancarte en goleta” (mani­comio). En el texto de 1820, ante la estrafalaria vestimenta de Saro, el amigo le advierte que puede acabar “en un sep de la goleta”. El cepo era la terapia más usada en los mani­comios goyescos.
Pese a que la finalidad de las “Conversacions” fuera política, el autor pone en boca de un personaje la rei­vindicación idiomática: “el escrit ha de ser en valenciá” (ib). Y así lo hizo, con recur­sos sintácticos y léxicos va­lencianos que hoy son des­preciados: “li agarrará un batistot, chiqueta, arrancar safanories, este borró que ha fet, arrepentit, allaucherar, un buen puesto pera vendre, yo no aborrixc, plom fundit, en eixos pobles, em quede a espergues, li previndré, men­tres vixca, la sanc, el espirit dels autors, a vosatros, escla­fatarrosos, a fondo, achupit raere una garrofera, monyi­cots, machades, dinés, rudea, atre castic, capituls, llarc, amparar, etc. Aquí tenemos sustantivos, adjetivos, infinitivos, demostrativos, indefi­nidos, adverbios, pronom­bres..., y todos son valencia­nos; por ende, condenados por las dos Generalidades.
Los peones del Institut d’Estudis Catalans son dóci­les. Si mañana ordenara el IEC que raere es legal, la prosa de los chicos de Bro­mera aparecería enriquecida con el adverbio valenciano. Para la Universidad y el “Co­mando lingüístico Beni­dorm”, enquistado en la AVL, la principal tarea es im­poner el catalán en el Reino; y a esa labor sucia responde el prohibir voces vivas como las que acabamos de leer, o tildarlas de basura léxica, o asociarlas al cerrilismo de extrema derecha, o fingir que eran localismos de la odiada Valencia, o castellanismos in­sultantes, o deformaciones de la incultura blavera, etc. No hay duda de que si toda voz valenciana que difiere del catalán se prohibe o al­tera, y que toda construcción sintáctica valenciana se re­tuerce al capricho del IEC, nos encontraremos con la an­helada unidad de lenguas.
La gestapo catalanera quie­re destruir lazos que el idioma valenciano, por mozarabismo prejaimino, tiene con otras neolatinas. Por ejemplo, la voz “atocha” que asociamos al madrileñismo chulapón tam­bién era nuestra, aunque su origen desaparece en ibéricas nebulosas. Aparte de la popu­lar estación del AVE, "atocha” era el nombre mozárabe del esparto, planta nativa del Rei­no. Esto significa que cuando las legiones romanas llegaron a Valencia, ya poseíamos este sustantivo distinto a spartum o sparton. La voz ha permane­cido viva en algunos lugares, según reconoce hasta Coromi­nas: “En el valenciano de Su­macárcer anoto que se emplea hoy tocha. El vocablo está vivo en las montañas valencianas...  existe el Barranquet del To­char y tochera como mata de  esparto” (DCECH). Hay que advertir que el pícaro etimólo­go catalán trastocaba a su an­tojo la realidad documental, donde leía Reino lo mutaba a país; y tocha o atocha, en “totxa”.
 En idioma valenciano encontramos las grafías tocha y atocha: “el cap com una to­chera” (Ensisam); y en las ordenanzas sobre defensa del Reino (Valencia,1573), lee­mos: “pera portar aygua y atocha”. El documento alude  “als achons ensesos” (ib) de esparto que se encendían  como alarma “en dites torres y fortalees” (ib). Las órdenes redactadas en idioma valen­ciano de la Cancillería conte­nían verbos interesantes: “Los atalladors tenen obligació de eixir junts al amanei­xer per la vora de la mar”. El verbo valenciano amaneixer, vivo en la actualidad y pre­sente en los diccionarios va­lencianos de Escrig (a.1871) y Fullana (1921), es una de las victimas léxicas de las organizaciones catalaneras amamantadas por las Gene­ralidades (en plural, claro).

Alegría, poder y pelas, mu­chas pelas para los colabora­cionistas. El diario “Avui” lanza barretinas en titulares triunfantes: “Bromera se convierte en líder del merca­do editorial en catalán en Va­lencia. La empresa de Alzira ha vendido más de tres millo­nes de ejemplares en 15 años de existencia”. Lo que oculta es que la inmersión obliga al alumnado a comprar bazofia, y que el mejor cliente de Bro­mera es la Generalidad. No es de extrañar que el magna­te de la empresa, Joseph Gre­gori, declare su entusiasmo por la AVL. Al final, en vista de los hechos y no de la ver­borrea de culebricas, en Montserrat rendirán culto a la Mureneta y al Morenico.

No hay comentarios: