Ricardo García Moya
Diario
de Valencia 7 de abril de 2002
Ya han llegado los textos de
falso “valenciá” para el 2003 y, como era de esperar, las cacareadas “claves
de valencianidad” se plasman en una mayor sutileza en el engaño. Paradigma de
lo que se impartirá a los niños valencianos a partir de septiembre es a partir
de septiem texto de “Valencia, llende la editorial madrileña SM. La portada
del libro, con un Sorolla como camuflaje, protege las catalanadas del
responsable Franco Martínez, miembro activo de la “Associació d’escriptors en
llengua catalana”. A este modelo de enseñanza de falso “valenciá” lo
llamaremos franquismo idiomático, por considerar que la estrategia de Franco
Martínez prototipo de las autorizadas por Tarancón.
Cumpliendo los deseos del
Conseller, el idioma del lnstitut d’Estudis Catalans seguirá impartiéndose con
virulencia e impunidad; de ahí que en el texto de Franco se enseñe la prosa catalana
de Santiago Rosiñol: “La brotada d’avui...” (p.2l7), el teatro del catalán
Adriá Gual (p.238) o se imponga el estudio de los versos del barcelonés
Papasseit: “surt i s’ullpren i té...” (p.280) y de los catalanes Joseph Carner
y Carles Riba. La mayor parte de las fotografías del libro están sacadas de la
Enciclopeda Catalana y “El Temps”, con textos tan valencianos como los del
Diari de Sabadell (p.254) o del citado El Temps. En esta obra autorizada por
Tarancón se hace estudiar a los niños valencianos la poesía “Oda a la Patria”
(p.l60), del catalán Aribau; y no nos engañemos, pues esa patria futura que
Aribau llora en los versos “Adeu siau, turons... vell Montseny ” (ib.),
no es la valenciana ni la española, sino la fascista Cataluña que devora hasta
Orihuela en mapas institucionales que Tarancón y San Zaplana jamás combatirán.
La erosión a lo valenciano es ley
del franquismo idiomático. Franco introduce a los alumnos en el misticismo
catalán con la poesía “Montserrat” de Jacint Verdaguer (p.180), cuando podía
haber utilizado el sagrado Mongó de los versos valencianos de fray Pere de
Denia. El franquismo no duda en manipular a literatos como Blasco Ibáñez,
fingiendo que usaba hasta el amb” (p.185), para que sus escritos perezcan
salidos de la pluma de Pompeu Fabra. La falsedad es una constante en
el franquismo taranconiano, y valga como ejemplo la tergiversación conceptual
de la revista catalana “L’Avenç”, a la que Franco llama “defensora del
catalanismo progresista” (p.214) ¡Qué cernícalos son! En los años que alude
Franco, hacia el 1900, “L’Avenç” era una revista visceralmente nazi, defensora
de la pureza aria catalana y enemiga de los africanos españoles; con artículos
enaltecedores del germanismo antropométrico del cráneo catalán y de su
superioridad racial. ¡Ay, Tarancón, Tarancón! ¿No te da vergüenza catalanizar al pueblo
valenciano con la mierda de estos textos? Posiblemente, los tarancones llegaron
hace siglos desde el Tarancón manchego, pero eso no es motivo para que odies y
sacrifiques la cultura del Reino que os acogió.
El franquismo no duda en falsear
morfologías reproduciendo frases de “El Cortesano” de Milán con la preposición
“amb” y pronombres separados con guioncito fabriano ¡en el siglo XVI! La
denominación de “idioma valenciano” es tabú, pues buscan degradarlo a un
dialecto como el extremeño. El franquismo taranconiano autoriza estos libros
de texto, que son guiños a los comisarios inmersores para que en el aula
catalanicen a placer. La visión de los clásicos valencianos la delega Franco
en manos de los frenéticos colaboracionistas como Sanchos Guarner y Joan
Fuster, falangista que analiza la obra Isabel de Villena en perfecto catalán
(p.27) En el extraño valenciano (huyen de la expresión “lengua valenciana”) que
fomenta Tarancón, hallamos la poesía “Records d´infantesa” del catalán
Camprodón, que añora cuando era “petit” (p.179), así como los versos del
barcelonés Maragall. Otro ilustre barcelonés que deben estudiar en catalán
nuestros hijos son los párrafos escritos en “gener de 1906” (p.220) por el barcelonés
Eugeni d’Ors: “caminant ab passa lenta...”. Otro individuo inquietante, Martí
de Riquer (el que ha dado a conocer lo de las barras de sangre castellanas,
pero que se olvidó citar que servidor lo había descubierto una década antes),
también aporta su grano de arena para catalanizar a los niños valencianos.
Según el franquismo tarancomano:
La normativa que regula actualment el valenciá, segons l´Estatut d’Autonomia
i altres lleis, es la que va formular Pompeu Fabra” (p.272). Y nosotros sin
enterarnos de que el Estatut ordena usar la jerga inventada por Fabra. En los
años en que los arios catalanes, además de publicar L’Avenç, se divertían con
el negro disecado de Bañolas. El franquismo censura y desprecia la opinión de
los que mantienen con dignidad la defensa del idioma valenciano, y enaltece la
de los que venden nuestra cultura a Cataluña; así, el infame colaboracionismo
es glosado por Sanchis Guarner como una lucha heroica: “Fon dura la batalla
per a introduir a Valencia les Normes Ortográfiques de l’Institut d’Estudis Catalans,
inspirades principalment par Pompeu Fabra (p.257). Con el beneplácito
taranconiano, Franco insiste en que el “valenciá es dialecte catalá” (p.93)
En el catalán de Franco, los
alumnos valencianos irán comprendiendo que su centro espiritual está en el
“Montserrat de Verdaguer, que su “Patria” es la Catalunya de Aribau; que su lengua
es la catalana del Institut d’Estudis Catalans; que las normas de Asunción son
las de Pompeu Fabra; que sus revistas favoritas deben ser las catalanas “El
Temps”, “L’Avenç” y la tenebrosa “Saó”, aquella de motilones sardaneros
mimados por Bancaixa que comprendían la violencia de ETA (p.124). Hay que
reconocer que, aunque nos cuesta miles y miles de millones, el catalán y el
catalanismo han sido introducidos con éxito por nuestros genios de la
política. Como despedida; ahí va esta muestra del catalán franquista que tienen
que estudiar en el 2003 los niños valencianos: “ens hem aturat a Canaletes...
darrera un vas... el comiat es maravellós... ”. La Historia de Cataluña tendrá
un lugar de honor para Tarancón y San Zaplana.
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