viernes, 22 de mayo de 2015

FRAY ANTONIO CANALS Y LA SELECTIVIDAD



Ricardo García Moya
Diario de Valencia 17 de junio de 2001

La Gran Enciclopedia Cata­lana difunde que “la sorpren­dente distinción entre lengua valenciana y lengua catalana (manifestada por Canals en 1395), no responde a ninguna realidad hoy detectable y sobre la cual los filólogos no han en­contrado ninguna explica­ción”. Quizá, pero los catalane­ros que esta semana han exa­minado de catalán en la Selec­tividad a nuestros hijos, sus­penderían a Canals por usar en 1395 unas singularidades idio­máticas que, tras 600 años, se mantienen vivas en el valen­ciano; no en el catalán.
Los cuadernos Gripau (sapo, en catalán) que regala la Ge­neralidad del PP a los alum­nos, impone la prohibición ca­talana del “lo”; pero Canals usaba el valenciano y en su prosa leemos: “fama lo dit, lo qual...”. El humanista perfila­ba la pluralización en “ter­mens, vergens, jovens, ho­mens...”. ¿Lo ven? Existía dife­rencia. Hay más. Los sustanti­vos abstractos en ea (que tanta empeño ponen Radio y Canal 9 en aniquilarlos) abundan en Canals: infantea, bellea, durea, noblea, fortalea y granes (grandea), con simplificación consonántica: “cubert per la granea de les aigues”. Los del IEC pasan por alto más detalles. Canals escribe colps (no cops), darts (no dards), perdua de sanch (no sang) tempestat (no tempesta), madastra (no madrastra) y no rehuye grafías como “desijosa”(no desitjosa) el sustantivo “maestre” o la adjetivación de “experiencia maestra”. Como metáfora moral alude a “les falles del foch” La morfología verbal tendía a diferenciase del catalán y castellano; así, de la 2ª conjugación usa los pendre, apendre, contendre, entendre, defendre compendre...; y el modelo clásico en “sapia, sapies...” (no sápiga, sápigues...) Hay sustantivos entrañables como “isla” voz clásica valenciana que hoy -destrozados por la inmersión catalana del PP- nadie se atreve a pronunciar, igual que su derivado “isleta”. En 1395, la traducción de Canals decía “en la isla dita de Epidauri” Siempre fue viva esta palabra. En el manuscrito valenciano de Poblet (a. 1590), conservado en la Biblioteca Nacional, leemos: “pasá acompanyat de sos va­salls a la isla de Cerdenya” (f. 15); en 1671, Branchart tra­taba sobre la “Albufera, isles li­mits”; y tampoco falta en, Llombart: “isla, isleta, islot” (1887) o Fullana: “isla, isleta” (1921). Los diminutivos que aportan flexibilidad y riqueza a la lengua figuran en la traduc­ción: “gran so de tamborets”.
Los comisarios ordenan a los alumnos que en las relaciones circunstanciales de lugar -don­de uno se encuentra o sucede algo- jamás se use la preposi­ción “en”. Es decir, para apro­bar la Selectividad deben cons­truir “estic a València”. En 1395, Canals lo hace correcta­mente en idioma valenciano: “en Valencia, lo primer dia de deembre”, “en lo mercat”, “caure en terra”, “en Roma”, “en Africa”. La clásica y griega no podía faltar en la prosa hu­manística valenciana, “dels temples de Troya”. Por evolu­ción desde el hiato latino, Canals escribe “ley, rey, juy, huy...”, que darían los valencia­nos lley, rey, jui, hui; y los cata­lanes llei, rei, judici, avui...
Además de asesor lingüístico de Joan I, Canals fue epicentro de la actividad idiomática des­arrollada en la curia valenciana del cardenal Jaime de Aragón. Las labores de traducción al valenciano, promovidas por el prelado, eran acompañadas de estudios gramaticales sobre las lenguas románicas y clásicas, como demuestra una de las jo­yas de la Biblioteca de Catalu­ña, el “Lexicón latino-valencia­no del obispo Don Jaime de Aragón”. En sus folios hay un interesante conglomerado de adverbios valencianos, proven­zales e incluso castellanos con su equivalencia latina: feel­ment, huy, alarredor (sic), po­quetament, ubertament, pereo­sament (de perea, pereós), etc.
La lengua medieval marcaba diferencias. En el “Libre de les erbes” ( Bib. Nac. París.) un anónimo valenciano escribía “piques esta erba ab sal e u fas ampastre” (f. 15) No se asusten, no me invento la morfología. Allí aparece el demostrativo “esta”, el verbo picar (no capo­lar), el pronombre supuesta­mente invariable ho en su for­ma valenciana “u”, y la vocal abierta en “ampastre”, algo inusual: “mals empastres” (Spill), “empastre” (S.Vicent. Sermons I, 173) La voz per­manece viva; pues, entre mosa­tros: ¿a quí no se li ha empas­trat l’arrós en clóchines y ciga­les? Hay más. En el “Libre de les erbes”, coetáneo de Canals, leemos: “les rahils desta erba”, con el sustantivo valenciano “rails” que el IEC arrinconó por arrels a principios del XX. Más voces del idioma valencia­no surgen entre la prosa farma­céutica del manuscrito: enfer­metat, uberta, sanch, homens, ix, molt joyoses, embriaguea, vert, colp, redones, durees, ade­rredor, febra, etc.
Canals escribe “cambi” en 1395, y en el lexicón del obispo de Valencia leemos “entrecam­biadament”. El verbo “cam­biar” llevaba bilabial (del latín “cambiare”), y así se mantuvo hasta el XIX, cuando la miseria económica y moral hizo prosti­tuirse literariamente a más de un valenciano en los Jocs Fío­rals de Barcelona. Los denosta­dos sainetistas, fieles a la len­gua, siguieron la grafía culta de Canals, “yo en cambi Ii hu deixe” (Millás: Els microbios, 1884). lo mismo que Escrig, “cambi d’una moneda per atra” (Dicc.1871). Estuvo pre­sente en la lengua renacentista de Esteve, “taula de cambi” (Liber, 1472); y en la popular de la comedia valenciana “Cambiar d’estat”, estrenada en El Dorado de Barcelona en 1901. El idioma valenciano de Canals estaba alejado del ac­tual, pero en él aparecían sin­gularidades que motivaron la distinción respecto al catalán. Nuestro humanista regularizó voces como “elefant”, que apa­recían en otras lenguas con morfologías erráticas (auri­fant, orifany...) y amplió el léxi­co con derivados latinos (op­tar, adoptiu...)
Los catalaneros, al no poder clasificarlo como blavero, no saben qué hacer para anular el testimonio de Canals sobre la distinción entre lengua va­lenciana y catalana. Un tal Marcet i Salom, para hacer méritos, da a entender que Canals fue un falsario y sugiere que la “seva versió del Va­leri Máxim fou la primera i única en catalá” (História de la llengua catalana. Barcelona l987, p.156). Olvida el meque­trefe que la versión fue en valenciano, no en catalán, y que a los Consellers de Barce­lona les pareció tan modélica -incluida la alusión a las len­guas- que recompensaron a Canals con 50 florines; detalle impensable si hubiera menti­do. El panfleto de Salom se es­tudia en las universidades de Elche y Alicante, antros donde accederán los que superen la Selectividad y los comentarios que han salido este año: “In­troducció a la dialectologia ca­talana. Barcelona, 1985”, y “El catalá entre les llengues romániques”. Este es el valen­ciano que impone, con nues­tras pelas, el PP de San Za­plana y de la Fura dels Baus.
franquismo taranco­mano: La normativa que regu­la actualment el valenciá, se­gons l´Estatut d’Autonomia i al­tres lleis, es la que va formular Pompeu Fabra” (p.272). Y noso­tros sin enterarnos de que el Estatut ordena usar la jerga in­ventada por Fabra. En los años en que los arios catalanes, ade­más de publicar L’Avenç, se di­vertían con el negro disecado de Bañolas. El franquismo censura y desprecia la opinión de los que mantienen con dignidad la defensa del idioma valenciano, y enaltece la de los que venden nuestra cultura a Cataluña; así, el infame colaboracionismo es glosado por Sanchis Guarner co­mo una lucha heroica: “Fon dura la batalla per a introduir a Valencia les Normes Ortográfi­ques de l’Institut d’Estudis Ca­talans, inspirades principalment par Pompeu Fabra (p.257). Con el beneplácito taranconiano, Franco insiste en que el “valen­ciá es dialecte catalá” (p.93)


En el catalán de Franco, los alumnos valencianos irán com­prendiendo que su centro espiritual está en el “Montserrat de Verdaguer, que su “Patria” es la Catalunya de Aribau; que su len­gua es la catalana del Institut d’Estudis Catalans; que las nor­mas de Asunción son las de Pom­peu Fabra; que sus revistas favoritas deben ser las catalanas “El Temps”, “L’Avenç” y la tenebro­sa “Saó”, aquella de motilones sardaneros mimados por Bancai­xa que comprendían la violencia de ETA (p.124). Hay que recono­cer que, aunque nos cuesta miles y miles de millones, el catalán y el catalanismo han sido introduci­dos con éxito por nuestros genios de la política. Como despedida; ahí va esta muestra del catalán franquista que tienen que estu­diar en el 2003 los niños valencia­nos: “ens hem aturat a Canale­tes... darrera un vas... el comiat es maravellós... ”. La Historia de Ca­taluña tendrá un lugar de honor para Tarancón y San Zaplana.

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