Ricardo García Moya
Diario de Valencia 17 de junio de 2001
La Gran Enciclopedia Catalana difunde que “la sorprendente
distinción entre lengua valenciana y lengua catalana (manifestada por Canals en
1395), no responde a ninguna realidad hoy detectable y sobre la cual los
filólogos no han encontrado ninguna explicación”. Quizá, pero los catalaneros
que esta semana han examinado de catalán en la Selectividad a nuestros hijos,
suspenderían a Canals por usar en 1395 unas singularidades idiomáticas que,
tras 600 años, se mantienen vivas en el valenciano; no en el catalán.
Los cuadernos Gripau (sapo, en catalán) que regala la
Generalidad del PP a los alumnos, impone la prohibición catalana del “lo”;
pero Canals usaba el valenciano y en su prosa leemos: “fama lo dit, lo
qual...”. El humanista perfilaba la pluralización en “termens, vergens,
jovens, homens...”. ¿Lo ven? Existía diferencia. Hay más. Los sustantivos
abstractos en ea (que tanta empeño ponen Radio y Canal 9 en aniquilarlos)
abundan en Canals: infantea, bellea, durea, noblea, fortalea y granes
(grandea), con simplificación consonántica: “cubert per la granea de les
aigues”. Los del IEC pasan por alto más detalles. Canals escribe colps (no
cops), darts (no dards), perdua de sanch (no sang) tempestat (no tempesta),
madastra (no madrastra) y no rehuye grafías como “desijosa”(no desitjosa) el
sustantivo “maestre” o la adjetivación de “experiencia maestra”. Como metáfora
moral alude a “les falles del foch” La morfología verbal tendía a diferenciase
del catalán y castellano; así, de la 2ª conjugación usa los pendre, apendre,
contendre, entendre, defendre compendre...; y el modelo clásico en “sapia,
sapies...” (no sápiga, sápigues...) Hay sustantivos entrañables como “isla” voz
clásica valenciana que hoy -destrozados por la inmersión catalana del PP- nadie
se atreve a pronunciar, igual que su derivado “isleta”. En 1395, la traducción
de Canals decía “en la isla dita de Epidauri” Siempre fue viva esta palabra. En
el manuscrito valenciano de Poblet (a. 1590), conservado en la Biblioteca
Nacional, leemos: “pasá acompanyat de sos vasalls a la isla de Cerdenya” (f.
15); en 1671, Branchart trataba sobre la “Albufera, isles limits”; y tampoco
falta en, Llombart: “isla, isleta, islot” (1887) o Fullana: “isla, isleta”
(1921). Los diminutivos que aportan flexibilidad y riqueza a la lengua figuran
en la traducción: “gran so de tamborets”.
Los comisarios ordenan a los alumnos que en las
relaciones circunstanciales de lugar -donde uno se encuentra o sucede algo-
jamás se use la preposición “en”. Es decir, para aprobar la Selectividad
deben construir “estic a València”. En 1395, Canals lo hace correctamente en
idioma valenciano: “en Valencia, lo primer dia de deembre”, “en lo mercat”,
“caure en terra”, “en Roma”, “en Africa”. La clásica y griega no podía faltar
en la prosa humanística valenciana, “dels temples de Troya”. Por evolución
desde el hiato latino, Canals escribe “ley, rey, juy, huy...”, que darían los
valencianos lley, rey, jui, hui; y los catalanes llei, rei, judici, avui...
Además de asesor lingüístico de Joan I, Canals fue
epicentro de la actividad idiomática desarrollada en la curia valenciana del
cardenal Jaime de Aragón. Las labores de traducción al valenciano, promovidas
por el prelado, eran acompañadas de estudios gramaticales sobre las lenguas
románicas y clásicas, como demuestra una de las joyas de la Biblioteca de
Cataluña, el “Lexicón latino-valenciano del obispo Don Jaime de Aragón”. En
sus folios hay un interesante conglomerado de adverbios valencianos, provenzales
e incluso castellanos con su equivalencia latina: feelment, huy, alarredor
(sic), poquetament, ubertament, pereosament (de perea, pereós), etc.
La lengua medieval marcaba diferencias. En el “Libre
de les erbes” ( Bib. Nac. París.) un anónimo valenciano escribía “piques esta
erba ab sal e u fas ampastre” (f. 15) No se asusten, no me invento la
morfología. Allí aparece el demostrativo “esta”, el verbo picar (no capolar),
el pronombre supuestamente invariable ho en su forma valenciana “u”, y la
vocal abierta en “ampastre”, algo inusual: “mals empastres” (Spill), “empastre”
(S.Vicent. Sermons I, 173) La voz permanece viva; pues, entre mosatros: ¿a
quí no se li ha empastrat l’arrós en clóchines y cigales? Hay más. En el
“Libre de les erbes”, coetáneo de Canals, leemos: “les rahils desta erba”, con
el sustantivo valenciano “rails” que el IEC arrinconó por arrels a principios
del XX. Más voces del idioma valenciano surgen entre la prosa farmacéutica
del manuscrito: enfermetat, uberta, sanch, homens, ix, molt joyoses,
embriaguea, vert, colp, redones, durees, aderredor, febra, etc.
Canals escribe “cambi” en 1395, y
en el lexicón del obispo de Valencia leemos “entrecambiadament”. El verbo “cambiar”
llevaba bilabial (del latín “cambiare”), y así se mantuvo hasta el XIX, cuando
la miseria económica y moral hizo prostituirse literariamente a más de un
valenciano en los Jocs Fíorals de Barcelona. Los denostados sainetistas, fieles
a la lengua, siguieron la grafía culta de Canals, “yo en cambi Ii hu deixe”
(Millás: Els microbios, 1884). lo mismo que Escrig, “cambi d’una moneda per
atra” (Dicc.1871). Estuvo presente en la lengua renacentista de Esteve, “taula
de cambi” (Liber, 1472); y en la popular de la comedia valenciana “Cambiar
d’estat”, estrenada en El Dorado de Barcelona en 1901. El idioma valenciano de
Canals estaba alejado del actual, pero en él aparecían singularidades que
motivaron la distinción respecto al catalán. Nuestro humanista regularizó voces
como “elefant”, que aparecían en otras lenguas con morfologías erráticas (aurifant,
orifany...) y amplió el léxico con derivados latinos (optar, adoptiu...)
Los catalaneros, al no poder clasificarlo como
blavero, no saben qué hacer para anular el testimonio de Canals sobre la distinción
entre lengua valenciana y catalana. Un tal Marcet i Salom, para hacer méritos,
da a entender que Canals fue un falsario y sugiere que la “seva versió del Valeri
Máxim fou la primera i única en catalá” (História de la llengua catalana.
Barcelona l987, p.156). Olvida el mequetrefe que la versión fue en valenciano,
no en catalán, y que a los Consellers de Barcelona les pareció tan modélica
-incluida la alusión a las lenguas- que recompensaron a Canals con 50
florines; detalle impensable si hubiera mentido. El panfleto de Salom se estudia
en las universidades de Elche y Alicante, antros donde accederán los que
superen la Selectividad y los comentarios que han salido este año: “Introducció
a la dialectologia catalana. Barcelona, 1985”, y “El catalá entre les llengues
romániques”. Este es el valenciano que impone, con nuestras pelas, el PP de
San Zaplana y de la Fura dels Baus.
franquismo tarancomano:
La normativa que regula actualment el valenciá, segons l´Estatut d’Autonomia
i altres lleis, es la que va formular Pompeu Fabra” (p.272). Y nosotros sin
enterarnos de que el Estatut ordena usar la jerga inventada por Fabra. En los
años en que los arios catalanes, además de publicar L’Avenç, se divertían con
el negro disecado de Bañolas. El franquismo censura y desprecia la opinión de
los que mantienen con dignidad la defensa del idioma valenciano, y enaltece la
de los que venden nuestra cultura a Cataluña; así, el infame colaboracionismo
es glosado por Sanchis Guarner como una lucha heroica: “Fon dura la batalla
per a introduir a Valencia les Normes Ortográfiques de l’Institut d’Estudis Catalans,
inspirades principalment par Pompeu Fabra (p.257). Con el beneplácito
taranconiano, Franco insiste en que el “valenciá es dialecte catalá” (p.93)
En el catalán de Franco, los
alumnos valencianos irán comprendiendo que su centro espiritual está en el
“Montserrat de Verdaguer, que su “Patria” es la Catalunya de Aribau; que su lengua
es la catalana del Institut d’Estudis Catalans; que las normas de Asunción son
las de Pompeu Fabra; que sus revistas favoritas deben ser las catalanas “El
Temps”, “L’Avenç” y la tenebrosa “Saó”, aquella de motilones sardaneros
mimados por Bancaixa que comprendían la violencia de ETA (p.124). Hay que
reconocer que, aunque nos cuesta miles y miles de millones, el catalán y el
catalanismo han sido introducidos con éxito por nuestros genios de la
política. Como despedida; ahí va esta muestra del catalán franquista que tienen
que estudiar en el 2003 los niños valencianos: “ens hem aturat a Canaletes...
darrera un vas... el comiat es maravellós... ”. La Historia de Cataluña tendrá
un lugar de honor para Tarancón y San Zaplana.
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