Ricardo García Moya
Las Provincias 20 de abril
de 1992
La Generalidad Valenciana, en su alocado afán
catalanista, sustenta publicaciones que destruyen poco a poco la personalidad
de nuestro pueblo. Así, en la revista "Camacuc" (marzo, 1992)
encontramos un cómic que describe el ambiente de la "Nit de la
Planta" en Valencia. Los protagonistas, en su deambular urbano, observan
la atareada labor de las comisiones; pero, casualmente, todos los falleros
adornan las calles y "casals" de la capital con banderas de cuatro
barras, como si fuera lo más normal del mundo. Por tanto, no es extraño que,
desde Cataluña. consideren un hecho que los atletas valencianos desfilen bajo
las cuatro barras en la Olimpiada de Barcelona.
Los que observen este cómic en Alicante y Castellón
-donde la "inmersió" funciona a tope- pensarán que la cuatribarrada
es la bandera propia. "Camacuc", obviamente, cuenta "amb el
recolçament" económico de la "Conselleria de Cultura". Quizá, si
hubiera protestas recordando al mentiroso dibujante que las calles de Valencia
estaban cubiertas con Reales Señeras, respondería que es un despiste como el
sucedido en la Feria de Berlín con el pabellón de Katalonia; es el recurso
habitual de estos individuos.
No obstante, algún colaboracionistas -ciego de
orgullo- pregona sus proezas. Es el caso del valenciano Enric Valor,
"Premi d'Honor de les Lletres Catalanes (1987)". En declaraciones
recientes. "recuerda con afecto
aquellas campañas de agitación
catalanista en Alicante"
(E. C. Febrer, 1992, p. 19) en los años treinta, y cómo "aplicaron una nueva forma de escribir, de acuerdo con las Normas del Instituto de Estudios
Catalanes"; todo ello con engaño, pues aparentaban defender el valencianismo.
Este catalanero se carcajea (según escribe Toni
Ferrando, periodista catalán) recordando la creación de la "Agrupació
Regionalista Alacantina (...) i que nosaltres vam inventar alló de
pancatalanisme", realizando acciones simbólicas como "ir a poner la cuatribarrada al Ayuntamiento
de Alicante, cambiar nombres de calles y plazas: la Rambla de Méndez Núñez la
bautizamos con Rambla de Cataluña, y a la plaza de los Luceros la
transformamos en plaza de Cataluña" (E. C. Febrer, 1992, p. 20) Para
que la destructiva labor fuera completa faltaba un detalle: "feien antivalencianisme mirant cap al
Principal". Es decir, fomentaban el odio a Valencia para favorecer el
catalanismo; todo ello fingiendo ingenuidad.
La cantera es mimada con esmero por las autoridades
catalanas mediante becas y "ayudas a la cultura nacional". Es el caso de los "XIV Premis
Baldiri Reixac. 1992" que, puntuales y generosos -con más de diez millones
y medio de pesetas-, llegan a la Comunidad Valenciana para "estimular la
escuela catalana" y recompensar trabajos "que suposin un esforç en la realitat nacional catalana i en la nostra
tradició". Estas gratificaciones millonarias caerán en escuelas que
colaboren y destaquen por su "projecte
educatiu en llengua i cultura catalana"; en maestros que luchen por
la pedagogía que "estimuli 1'ensenyament en cátala" y,
principalmente, en los alumnos-víctimas de los maestros anteriores, siempre que
redacten en perfecto catalán y no
otviden la "realitat nacional catalana".
La posibilidad de que "caiga" alguna
recompensa del Principado, hace que estos peones se esfuercen en su siniestra
tarea. Así, en "Cultura i Aula", otra "joya" catalanera
que remiten a los estudiantes valencianos, insisten maliciosamente en la
catalanidad de los papas Borja (C. A. 17-3-92) manipulando la expresión
"catalani", que los italianos usaban como insulto para designar a
los procedentes de la península ibérica ¿por qué jamás recurren a algún
intelectual valenciano de la época,
como Martí de Viciana, que testificó la valencianía de los Borja y el uso de la
lengua valenciana?
Hubo, como es natural, relaciones de los Borja con
Cataluña y ¿por qué ocultarlo? La más intensa fue la protagonizada por Juan
Borja, duque de Gandía, en su visita a Barcelona en 1493; aunque no parece que
le moviera la catalanización, como al citado Enric Valor. Una carta de César
Borja, escrita en valenciano, conminaba a su hermano Juan para que atemperara
la conducta, pues: "han escrit a Sa
Beatitud (Alejandro VI) que anaveu de nit per Barcelona matant gossos e gats,
visitant lo bordell e jugant molts diners". Después de las aventuras
cinegéticas nocturnas -y sin realizar ningún "curset normalitzador"-,
Juan Borja continuó el viaje a Valencia.
En fin, ya vemos que los habituales "despistes"
de la Generalidad concuerdan con la táctica empleada por Enric Valor para
catalanizar Alicante. Posiblemente, cuando el pueblo descubra el engaño, estos
personajes actúen como los protagonistas de un hecho acaecido en el siglo XVI
en Valencia: "en la calle San
Vicente, un prodigio harto notable: a las diez horas del día vieron salir de
una casa ratonazos muy grandes y otros muchos pequeños, que iban de acá para
allá temerosos y asustados; y los que estaban fuera mirando los ratones cómo
andaban turbados, vieron caer toda la casa en peso" (Cortés, J:
Tratado de los Animales, Valencia 1672, p. 317) La metáfora es merdiana, y los
ratonazos ¿quién no los conoce?
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