Por Ricardo García
Moya
La titulación condado de Cataluña, utilizada en el
Tratado de la Real Señera, no fue invento mío (como sugería un diario
madrileño), ni tampoco un fácil recurso despectivo. Simplemente respondía al
título correcto del territorio, según la voluntad real manifestada en las
antiguas cortes generales de la Corona de Aragón. Y siempre hubo estudiosos que
tuvieron constancia de ello.
En 1603, el culto Botero Benes publicaba una obra
dedicada al duque de Lerma, valido
de Felipe III, en la que se enumeraban los territorios de España y, entre
ellos, "el Condado de Cataluña"
(Botero, J.: Relaciones universales del mundo. VaIladolid, 1603, f. 3). La
persona a la que iba dirigido el libro no era un cualquiera, sino la segunda autoridad
del imperio español.
Cataluña fue condado por voluntad expresa de los
monarcas. EI siguiente texto, traducido, es del historiador catalán Andreu
Bosch: "En las Cortes que el rey Pedro II celebró en Barcelona el año 1283,
establecieron por ley general que el título del soberano señor de Cathalunya, fuera siempre para todos los sucesores,
no de rey, ni otro, sino de conde de Barcelona, y así siempre se ha
observado en todos los actos, hasta el juramento que le prestan los cathalans como conde es notorio en todas las cortes" (Bosch, A.: Sumario de
los títulos de honor de Cataluña. Año 1628, p. 299).
Es decir, todos los catalanes -no sólo los
barceloneses- tenían como señor al conde de Barcelona; no al inexistente rey de
Cataluña. Así de meridiano es el asunto, aunque es cierto que en múltiples ocasiones, políticos pelotilleros y
cronistas interesados han titulado reino al condado. El mallorquín Baltasar Porcel, en su rutilante época
pujoliana y barcelonesa, no satisfecho con la hipérbole de reino, se atrevió a
Ilamar "Imperio Catalán" al condado (TVE, 1 -XII-81 ).
EI protocolo no podía obviar el título de condado
que ostentaba Cataluña. En el "Epitaphe"
dedicado al fallecido Luis XIII de Francia, es el propio monarca quien -en
sentido figurado- interpele a los
catalanes, alabando que le proclamaran
conde en 1640: "mucho Cataluña
supo, escogiéndome por conde" (Epitaphe sur la mort de Luis XIII,
Liberateur de Cataloigne. Barcelona, 1643). La puntualización es inequívoca: Cataluña,
no sólo Barcelona, proclama o escoge a su conde; no a su monarca o emperador.
Es decir, según el "Epitaphe", cuando los
catalanes trataron de independizarse de la corona de Aragón en 1640,
entregándose al rey de Francia, su "Liberateur"
no pudo ni quiso ostentar más titulo que el de conde de Cataluña o
Barcelona.
Esto mismo, traducido al valenciano, es lo que un
erudito catalán del XVII nos aclara:
"Bruniquer", el savi
archiver de la ciutat, en el sigle XVII, diu que la Diputació de la Generalitat
de Catalunya que fon comensada l'any 1359 fa per armes la sola creu com armes
antigues de Barcelona, que es dir
Cathalunya" (Dom‚nech, L.:Ensenyes de Catalunya. Barcelona, 1936, p.
46).
Repasen el escrito de Doménech, pues, parafraseando a Bruniquer -en un alarde
de sinceridad- ofrece dos verdades que suelen provocar heridas: la
primera es sobre heráldica, y en la
segunda reconoce que el condado equivale a todo eI territorio: "Barcelona, que es decir Cataluña”.
EI contraste entre la grandilocuencia de los
escritores catalaneros actuales y los datos de la época son elocuentes. Con
decir que en toda la Edad Media y Renacimiento fueron incapaces de acuñar
moneda con la palabra "Cataluña".
Pero, bueno, ¿qué imperio tan cutre era éste? Carecían incluso de una
estructura defensiva coherente, hasta el punto de que la Orden de Caballería de
San Jorge se encontraba sin recursos para alimentarse, y sólo pudieron comer
caliente cuando por caridad fueron admitidos en la valenciana Orden de Montesa.
Su misión consistía: "en defender los pasajeros
de los asaltos y continuos robos que se hacían en el Coll de Balaguer; pero vencida de la necesidad, y por ser tan pocos
los caballeros (catalanes) que había en la orden, que no sólo no podían defender
los caminos de los insultos y robos que hacían los moros; pero ni aun sus personas
de la poderosa necesidad que les acosaba; se determinó, enero 1400, de presentar
al rey la imposibilidad en que se hallaba la Orden, y en las pocas esperanzas
que había de ser socorrida" (Samper, H.: Montesa. Valencia, año 1669, p.
214) .
EI rey Martín, merecidamente Ilamado el
"Humano", recomendó
que se integraran en la orden valenciana de Montesa. AI ser admitidos, el
maestre y sus caballeros estaban, según el cronista: "contentos todos"
(p. 214) . Y no era para menos, pues tenían asegurada la comida diaria a costa
del Reino de Valencia.
Esto sucedía, y perdonen la insistencia, en 1400;
época áurea del Ilamado (¡ejem!), "Imperio Catalán". En fin, aunque
es imposible contrarrestar la propaganda colaboracionista de los subvencionados
por Lerma, Pilarín y compañía, dejemos constancia de que Cataluña sólo era y
es un condado, ni más ni menos. ¡Ah!, y cuando les dé la tabarra algún
catalanero plomizo -de esos que les cae la baba al decir "Principat", especialmente cuando
ha ganado "su capital" una Liga-
recuerden lo anterior.
Las Provincias 19 de Mayo de 1994
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