Por Ricardo García Moya
Las Provincias 27
de Marzo de 1996
Querido Fernando: nos
alegras con tu última obra "Un
esclave nominé Cervantes" en la que tratas sobre la indudable, dices,
homosexualidad del autor del Quijote; compañero sentimental del bey de Argel;
del cardenal Aquaviva y del bailarín
Getino. Lástima que el buceador de
clásicos Antonio Regalado -en
reciente cara a cara- estableciera coto a tu fantasía al espetarte: "Te lo has inventado todo, Fernando".
Pero no eres es el único ilusionista literario. Según dicen, donde
mejor se saborean las vivencias del Manco de Lepanto es en Barcelona. En el
Paseo de Colón puedes ver la Casa de
Cervantes y, si hay tiempo, leer el libro "Cervantes en Barcelona" de Martín de Riquer, en el que expone
la visita del escritor y muestra un plano de la "Barcelona cervantina". Está claro que Riquer te supera en
fantasía, pues no existe un sólo documento que testifique la estancia de
Cervantes en Barcelona.
Te darás cuenta que somos distintos. Los valencianos, con
documentada relación, no lo pregonamos. Nuestros vecinos, sin pruebas,
organizan un circuito turistico cervaritino. ¿Qué harían si fueran catalanes los soldados
Melchior Velluter, Martín
Cubells, Joan Guerola y Joan Bautista Vilanova, que combatieron junto a
Cervantes en Lepanto? Fíjate que Cervantes -en la visita de don Quijote a las
galeras de Barcelona- no sitúa como
"cuatralvo" a un catalán, sino "a un principal caballero valenciano". EI novelista recordaba
al "cuatralvo" de galeras Guillén de Rocafull y, en especial, a
Miguel de Moncada,
segundo de Juan de Austria en
Lepanto.
Es evidente que desconoces la amistad que Cervantes tuvo con
nosotros; y te ocurre por basarte en biógrafos actuales que nos llaman
levantinos o -como hace tu admirado Canavaggio-
considera murciana a Altea en 1600. Tenías que haber manejado documentos coetáneos
y hallarías filones para tus filias.
Sabías que Cervantes anduvo tras la familia del valido real -el
valenciano Duque de Lerma-, especialmente
de su sobrino, joven que destacaba por su ritmo al bailar. En las fiestas de
Valladolid, a donde se habían trasladado la Corte y Cervantes, los cronistas
anotaron que, "cierto Conde sobrino
del Duque de Lerma, dansa muy bien y es la cosa que mejor hace" (B.
Santa Cruz de Valladolid, Ms. 511, f. 190).
Ten en cuenta, Arrabal,
que el joven "que dansa muy bien"
fue a quien Cervantes dedicó sus mejores obras -la segunda parte del Quijote,
Persiles y Segismunda..y, después de ser nombrado por su tío, virrey de
Nápoles, el escritor intentó acompañarle a Italia. Todo acabó bien, la familia
del Marqués de Denia -especialmente el sobrino que "dansaba muy bien"- evitaron que Cervantes muriera de hambre
(en palabras suyas, "me sustenta y me ampara") en su vejez.
Te diré, que el único catalán no ficticio relacionado con el mundo
cervantino es el bandolero Roque Guinart;
por el contrario, la lista de valencianos es copiosa. Tras su liberación de
Argel, llegó a Valencia en 1580, encontrándose con sus amigos: Cristóbal de Virués, al que ensalza su
heroísmo en Canto a Calíope y su obra poética "una de tres mejores que,
en lengua castellana, están
escritas"; el valiente Andrés Rey
de Artieda, que influenció a
Cervantes con sus obras sobre Amadís
de Gaula y Los encantos de Merlín. En Valencia, Cervantes gozó en el Corral
de Comedia y participó en tertulias con Timoneda.
Observa, para entender lo que sigue, que la lista más copiosa de
obras citadas por Cervantes fueron editadas en el Reino de Valencia: "La Diana", del Gil Polo, que
"merece que se guarde como del mismo Apolo"; "EI mercader amante" de Gaspar
Aguilar; "EI enemigo favorable",
del canónigo Tárrega. "Tirant
lo Blanch", que consideraba "el
mejor libro del mundo".
"La Carolea", de Jerónimo
Sempere (Valencia,1560), "EI
verdadero retrato de la batalla de Roncesvalles", de Francisco Garrido
(Valencia, 1555). Hasta Montemayor
vivía en Valencia cuando publicó su "Diana"
en 1559.
Pues bien, todo
este bagaje cultural ha pasado a
Cataluña. Si tuvieras tiempo y ganas, podrías conocer un proceso expansionista
del que somos víctimas los valencianos
(levantinos, para la prensa madrileña, y catalanes irredentos, para la
catalana que se edita en Valencia).
Te pondré un ejemplo significativo: en la
revista "L'Avenç"
(enero,1996), un catalán que fue ministro, Ernest
Lluch, arrambla como producción catalana las ediciones
efectuadas en territorio valenciano desde 1476, sean en latín, castellano o
valenciano. Todas las obras citadas en El
Quijote -donde autores como Timoneda o Martorell presumen de ser valencianos
y escribir en idioma valenciano- pasan a ser patrimonio catalán. Y otro detalle
chusco, Ernest Lluch hace y deshace
títulos a su antojo, al llamar Principado de Cataluña a su territorio y -no
sabemos por qué regla de tres- a nuestro Reino de Valencia lo denigra en un
anodino país valenciano (p. 20).
Puede que percibieras el tufillo fascistoide cuando nos visitaste
recientemente, y tu verbo escandalizó a Canal
9 hasta el punto de retirarte
el micrófono. Quizá, cuando vuelvas, ya no seremos
aquel Reino de Valencia donde Cervantes -con novio o sin él-
encontró el Parnaso
cultural y pudo oír la más dulce
lengua de Europa. Nos habrán incorporado a Cataluña, terrorífico lugar donde,
además de quemar a los "novios", fabricaban pólvora con sus cenizas.
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