SAN VICENTE FERRER, PREDICADOR
Las multitudes que venían a
escuchar sus sermones no lo hacían simplemente por oír al predicador de moda,
de entre múltiples que había en aquella época, sino que eran atraídas por la
autenticidad de una vida entregada de lleno al Señor.
En su ya mencionado Tratado de la vida espiritual ha dejado reflejada su autenticidad de apóstol y apóstol dominico. Autenticidad que fue madurando y fraguando a través de una rigurosa ascesis y una experiencia personal de Dios. Algunos testigos de sus Procesos de Canonización han señalado estos aspectos de su integridad de vida. Ello hizo que su palabra cobrase fuerza y fuera foco de atracción permanente, convirtiéndole en el deseado de las ciudades, que a través de sus enviados gestionaban su presencia. Predicó "la verdad evangélica" y de su predicación se seguía una reforma bienhechora de la "cosa pública", de la ciudad o pueblo.
Predicase donde predicase acudían
multitud de personas a escuchar su mensaje, dispuestas a comenzar una vida
nueva. Le seguían clérigos, religiosos y laicos, que formaban una Compañía, o
familia espiritual; algo parecido ocurría con otros predicadores populares de
la época. Sobre su modo de predicar escribía el Rector de la Universidad de
París, Nicolás de Clemanges, desde la ciudad de Génova en 1405: "Nadie
mejor que él sabe la Biblia de memoria, ni la entiende mejor, ni la cita más a
propósito. Su palabra es tan viva y tan penetrante, que inflama, como una tea
encendida, los corazones más fríos [ ... ]. Para hacerse comprender mejor se
sirve de metáforas numerosas y admirables, que ponen las cosas a la vista [ ...
] i Oh si todos los que ejercen el oficio de predicador, a imitación de este
santo hombre, siguieran la institución apostólica dada por Cristo a sus
Apóstoles y a los sucesores! Pero, fuera de éste, no he encontrado uno
sólo". Con frecuencia sus sermones eran tomados por escrito y después se
hacían copias, de las que se conservan numerosas muestras en archivos y
bibliotecas de Europa.
Por otra parte, conocía y utilizaba técnicas de predicación de su época, tales como por ejemplo el destacar el estribillo que frecuentemente repetían los oyentes como compendiando la enseñanza que recibían. Además, poseía una sólida formación intelectual, teológica y litúrgica, así como profundos conocimientos de la interpretación bíblica y de las vidas de los santos. Y, sobre todo, sabía llegar a la vida cotidiana del hombre. Ese hombre de finales del siglo XIV y principios del XV que estaba envuelto en la ignorancia, en el juego, en el abuso de autoridad, en infidelidades y veleidades, en atropellos de la justicia y en bandos enfrentados.
VICENTE, HOMBRE DE SU TIEMPO
No es extraño, por tanto, que en
los Manuals de Consells de la ciudad de Valencia vayan apareciendo los acuerdos
tomados por dicho Consell siguiendo sus indicaciones y las consultas que le
dirigieron, siendo paradigma de lo que ocurrió también en otros lugares. Así,
en 1390, a instancias de Vicente, se determinó una cantidad de dinero para las
prostitutas que iban a casarse con el fin de que no recayesen en el pecado
Una serie de leyes se tomaron en
1410 sobre los juegos y otros aspectos de la vida social; o en enero de 1413,
estando en Alzira, le pidieron que predicase contra aquellos que almacenaban el
grano de trigo u otros cereales, que escaseaban en la ciudad; o las peticiones
reiteradas para que acudiese a Valencia a poner paz entre los Centelles y
Vilaraguts, dos bandos enfrentados y que llevaban años ocasionando muertes.
También en 1410 fue el promotor de los acuerdos entre el Obispo y la ciudad
para la creación de un Estudio General, que si bien tuvo corta vida, es uno de
los precedentes de la posterior Universidad. Así como apoyó la urgente creación
de unas instituciones que aliviaran marginaciones ciudadanas, tal es el caso
del Colegio de Niños Huérfanos. Son meros brochazos de su acción al respecto
que, por otra parte, responden a una mentalidad y actitudes vitales que no son
exclusivas suyas, sino comunes a otros contemporáneos suyos.
Esta encarnación y transmisión de
la Palabra de Dios exigía urgente cambio radical de costumbres en el clero,
religiosos y demás cristianos. Por eso se ha dicho que el Maestro Vicente era
"predicador de penitencia y reforma". El Pare Vicent fue un
fustigador de los vicios e injusticias sociales existentes, en ocasiones con
características de verdadero profeta apocalíptico, tremendista y catastrofista
respecto al inminente fin del mundo.
Habría sido el "Ángel del
Apocalipsis", siendo su predicación una permanente mención del Juicio
Final. Efectivamente predicó de este Juicio, aunque es pequeño el porcentaje de
sus sermones recogidos por los copistas y conocidos hoy que hablan de este
Juicio sin más. Sin olvidar que lo hizo en muchas ocasiones, como él mismo lo
manifiesta, a petición del auditorio. Además, ¿no forma parte de los contenidos
de la fe cristiana ortodoxa, siendo una costumbre en boga ya en el siglo XIII y
que después Arnaldo de Vilanova, la "Peste Negra", la ausencia del
Papado de Roma y el mismo Cisma, había actualizado?
Hemos aludido a sus sermones.
Dichas piezas escritas en su lengua vernácula, en latín y en castellano,
quedando todavía algunas inéditas nos muestran otro aspecto de su magisterio.
Fue un predicador fundamentado en las Sagradas Escrituras y la Tradición;
predicación abundante y rica sobre todo en contenidos dogmáticos fundamentales
(sobre Jesucristo, la Virgen María, la unidad de la Iglesia, etc.) y morales
(reforma de costumbres y otros aspectos sociales). Pero también un hombre de
Iglesia abierto al mundo intelectual. Su mente imaginativa y viva, amó la
lógica y buscó siempre el razonamiento y la síntesis. Su espíritu fue siempre
libre, con la libertad de aquellos que a ningún poderoso de la tierra se
esclavizan y hablan como hijos de Dios. Buscó e invitó a buscar la santidad por
los caminos del equilibrio humano y cristiano, huyendo de estridencias que sólo
llevan al cansancio y al desaliento.
Con un lenguaje vivo, popular, rico en ejemplos, dichos y parábolas, de intensidad persuasiva y plasticidad y habilidad oratoria, obtuvo un extraordinario éxito entre sus coetáneos. A sus predicaciones asistían multitudes, además de su abigarrada Compañía. Contrario a algunos postulados de los incipientes humanistas, el austero asceta se dirigía al pueblo llano e insistía en la reforma de las costumbres, la práctica sacramental, la austeridad, la oración y la pacificación entre las personas, familias y naciones como preparación ante la imprevisible muerte de cada uno o del fin del mundo, en el que el Señor emitirá un juicio favorable para quienes hayan colaborado en la gestación de un mundo diferente, donde las espadas se hayan convertido en arados.
Escuchemos lo que dice el
dominico valenciano Vicente J. Antist, biógrafo suyo ya en el siglo XVI:
"acerca de los sermones del Santo que andan impresos, es de saber que no
los juntó él con intento de imprimirlos porque entonces aún no existía la imprenta.
Tampoco los juntó él para
publicarlos, pues vemos que en algunos de ellos se nombra el Maestro Vicente en
tercera persona; sino que sus discípulos los escribieron predicando él y
después los tradujeron en lengua latina, nada elegantemente, pero no sin harta
devoción. Y con todo, dice muy bien Flaminio [otro de los pri
meros biógrafos] que estos
sermones son como una sombra o cifra de los que san Vicente predicó. Y dice muy
bien, porque en ellos se hallan sus palabras muertas y no el espíritu con que
las dijo. Y con todo, las mismas palabras muertas mueven extrañamente".
Una tradición recogida en las
actas de su Proceso de Canonización, divulgada por sus primeros grandes
biógrafos y magnificada por las apologías de algunos de sus conciudadanos, ha
sostenido que siempre empleó su lengua materna, aun cuando estuviera en países
de lengua no románica. Este hecho le añadió la aureola de símbolo del idioma
del pueblo valenciano.
Para una más exacta valoración
del hecho, hay que tener en cuenta su formación clerical en latín y que como ya
se ha indicado estudió en Barcelona, Lérida y Toulouse, así como que a lo largo
de su vida entró en contacto con personas de otras lenguas. Años y años de
contactos y experiencias lingüísticas que no debieron pasar en vano. Parecería ser
que el Maestro Vicente dominaba con más o menos facilidad las lenguas románicas
de los países donde predicó (es decir: el valenciano, el catalán, el
castellano, el aragonés, el occitano, el francés y el italiano) y que se adaptó
lingüísticamente a sus auditorios. No es descartable que, fuera de estos
ámbitos, supliese sus posibles déficits lingüísticos con recursos de su lengua
propia o de otras.
También es bien probable que, en
determinados contextos lingüísticos, usase esporádicamente la lengua de los
miembros que integraban su Compañía en cuanto eran sus oyentes en ese momento.
Respecto a la atribución del don de lenguas que constatan numerosas declaraciones de su Proceso pero contradecida en otras e ignorada por la documentación coetánea del santo puede explicarse desde la sociolingüística diacrónica, o sea de sus cambios a través del tiempo.
Respecto a la atribución del don de lenguas que constatan numerosas declaraciones de su Proceso pero contradecida en otras e ignorada por la documentación coetánea del santo puede explicarse desde la sociolingüística diacrónica, o sea de sus cambios a través del tiempo.
Por otro lado, la sugestión
colectiva, la inducción institucional y la ausencia de nacionalismo lingüístico
son algunas de las claves básicas para entenderla. Sin dejar de lado, el que
siempre disertó en países de habla románica, la similitud de las lenguas
romances, no tan diferenciadas como ahora, y la enorme cantidad de gestos que
empleaba.
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