viernes, 11 de octubre de 2013

APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LOS FUEROS DEL ANTIGUO REINO DE VALENCIA (XVII)

 

D. Vicente Boix
Valencia 1855

- XXVII -

El Padre de Huérfanos
Junto a la parroquia de Santa Cruz, antes convento del Carmen, existe una calle que lleva el recuerdo del Padre de Huérfanos; este funcionario era una persona altamente respetada. Su institución data desde los tiempos de Pedro II, y su objeto era recoger a todos los pobres, huérfanos de padre y madre, o de padre impedido. Les dedicaba a oficio; fijaba el jornal que se les debía dar; oía en tribunal todos los martes a los maestros y a los oficiales en sus mutuas querellas; vigilaba la conducta de sus protegidos en las casas donde entraban a servir, y hasta salir de menor edad; no podían los huérfanos contraer matrimonio sin permiso del Padre.
     Cuidaba de recoger los vagabundos, los pordioseros, y a éstos se les obligaba a llevar un plomo colgando del cuello, en señal de tener permiso del Consejo para mendigar.
     El Consejo General elegía Padre de Huérfanos a quien solía asignar ciertas cantidades para cubrir las atenciones de su filantrópico oficio, y para el pago, de sus andadores o avisadores. Este cargo, como todos los demás de la Municipalidad, era gratuito.

- XXVIII -

Tribunal de los Acequieros, llamado vulgarmente Tribunal de las Aguas
Resto único de nuestra antigua libertad foral forma aún en el día este respetable tribunal una de las más sabias instituciones, que conserva Valencia. Parécenos digna de estudio su organización; y con el objeto de darla a conocer, insertamos con gusto las noticias completas, que se hallan recogidas en una obra moderna(1).
     Lo más admirable de nuestra preciosa huerta, célebre por su riqueza y población, es la economía, distribución, orden y gobierno de su antiguo sistema de riego, por medio de sus ocho grandes acequias, cuya construcción data desde época muy remota. El Rey D. Jaime I halló ya concluidas en 1238 las grandes obras de esta hermosa canalización, que deben sin duda atribuirse al gobierno de los árabes Abderrahman-Anisir-Ledinala, y Alhaken Almostansir Bilah, su hijo, por los años 911 al 976. El Rey aragonés hizo donación a los habitantes de Valencia de todas las acequias de la huerta, reservándose la de Moncada, que denominó Real; pero en 1268 la vendió también a los propietarios de las tierras de sus riberas por la cantidad de 5000 sueldos valencianos. Para gobierno de la acequia de Moncada existe una junta, que se compone de doce Síndicos, a saber: de los diez pueblos primeros, su Regidor decano, y dos por turno de los demás. Esta acequia en los años de escasez debe socorrer a las de Mestalla, Rascaña, Favara y Godella con la mitad o cuarta parte de sus aguas, según fueren las necesidades, con arreglo a lo dispuesto por el Rey D. Jaime II en Mayo de 1321: tiene dicha acequia su acequiera particular, nombrado por los doce Síndicos, y se gobierna con independencia de los demás. La citada junta conoce privativamente de todos los asuntos, relativos a riego, que ocurren en los veintitrés pueblos de su territorio. Cuando hay alguna dificultad en la división en grande de las aguas, conoce de ella la autoridad civil de la provincia.
     El gobierno de las siete acequias, que son las de Tormos, Mestalla, Rascaña, Cuart, Mislata, Favara y Godella, si bien corresponde al Ayuntamiento, tienen cada una un Síndico nombrado por el común de regantes, y reunidos componen el tribunal, llamado de las Aguas. Este tribunal celebra todos los jueves su sesión pública bajo el pórtico de la iglesia Catedral que mira a la plaza de la Constitución, o de la Seo. Allí, como en las aljamas de los moriscos, comparecen los interesados a producir sus quejas sobre las aguas, sin que medien letrados ni escribanos; y el fallo de este tribunal se lleva, sin apelación, a puro y debido efecto.
     El Síndico, de cuya acequia se ha producido la queja, no tiene voto en aquel fallo.
     En tiempo de escasez, las siete acequias disfrutan el Privilegio del agua de las villas de Pedralba, Villamarchante, Benaguacil y Ribarroja, por cuatro días con sus noches, o bien repartidas según sorteo, con arreglo a lo dispuesto por el citado Rey D. Jaime II en 8 de Junio de 1320. La de Moncada debe dar dos días con sus noches la mitad o cuarta parte de sus aguas por la almenara tenderá a las de Mestalla, Favara, Rascaña y Rovella, en los lunes y martes de cada semana mientras dura la escasez y necesidad, la cual es reconocida por el acequiero, quien debe dispensar el tandeo; y cuando no lo hiciere, los interesados en el riego de las cuatro acequias recurren al Baile General para que falle sobre la queja, sin que medien escritos informes judiciales.
     La acequia de Rovella tiene por principal objeto la limpieza y salubridad de la capital. Discurre por la parte más alta de ella, y soltando el agua los sábados por cuatro puntos distintos, y durante veinticuatro horas, arrastra las inmundicias de los valladares mayores, donde desaguan las acequias madres o inferiores subterráneas; da impulso también a las fábricas de lana, seda, curtidos y azulejos; a tres molinos harineros; riega los huertos y jardines; sale después de la ciudad, ya a fertilizar la contigua huerta de Ruzafa, que es un objeto secundario. Por estas dos atenciones importantes nunca le puede faltar una muela de agua, por grande que sea la escasez de la del río; disfrutando igualmente del privilegio de la mitad o cuarta parte de la de Moncada.
     Para esto concedió a la ciudad el Rey D. Jaime I en 1251 y 1269 la propiedad de las fortificaciones, fosos, torres y valladares, acequias, puentes y caminos, con el cargo de repararlos y conservarlos.
     Las ocho acequias principales que riegan la huerta de Valencia, reciben del Turia 138 filas de agua, y benefician 21,069 cahizadas, 2 hanegadas y 3 tres cuartones de tierra.
     Toman sucesivamente las aguas por otras tantas presas, y dividiéndose después en infinitas acequias o canales más angostos, facilitan el riego cada quince días, y cada ocho o nueve en ciertas épocas del verano. El agua que debe traer el Turia para acudir a las necesidades de la huerta en la distancia de veinticuatro leguas, es de 471 filas y 8 plumas; cuando por razón de la sequía disminuye este volumen, hay escasez y penuria, como se observa en algunos años, en que salva las cosechas la grande industria y mayor economía establecida en el riego; si se aumenta, pasa el agua sobrante al mar por el cauce formado al efecto al N. de la ciudad, y junto a sus murallas.
     La población agricultora es de 71,209 almas, y de 32/5 las leguas, cuadradas que riegan las ocho acequias; por consiguiente viven en cada legua 21,364 individuos, cuya actividad es inmensa.
     Las ocho grandes acequias riegan los términos de los pueblos siguientes. La acequia de Moncada baña el territorio de Albalat, Albuixech, Alfara, Benifaraig, Bonrepós, Burjasot, Carpesa, el Puig, Foyos, Godella, Masalfasar, Masamagrell, Masarrochos, Meliana, Mirambell, Moncada, Museros, Paterna, Puebla de Farnals, Puzol, Rafelbuñol, Rocafort y Vinalesa. - La de Tormos el de Benicalaf, Beniferri, Benimamet y Borbotó. - La de Mestalla el arrabal de Alboraya, el de Murviedro, el Grao, y Partido de Santo Tomás. - La de Rascaña el de Alboraya, Almásera, Benimaclet Campanar, Orriols, y Tabernes. - La de Cuart el de Alacuás, Aldaya, Benacher (despoblado), Benetuser, Cuart, Faitanar (despoblado), Manises, Paiporta, Picaña, Torrente y Vistabella. - La de Mislata el de Chirivella y Mislata. - La de Favara el de Albal, Alfafar, Arrabal de Cuart, el de S. Vicente, Benetúser, Catarroja, Lugar-nuevo, Masanasa, Patraix y Sedaví. - La de Rovella entra en la ciudad, y sale por debajo de la muralla en el espacio comprendido entre las puertas del Mar y de Ruzafa, y fertiliza la huerta de este nombre.
     Las acequias de Moncada, Tormos, Mestalla y Rascaña, dirigen su curso por la orilla izquierda del Turia; y por la derecha corren las de Cuart, Mislata, Favara y Rovella. Riegan, pues, 21,069 cahizadas y 2¾, hanegadas, y 62 pueblos, mueven 121 molinos, un martinete de cobre, una fábrica de seda, un batán de paño, y 16 fábricas de Curtidos.
     Tal es el mecanismo que forma el gran sistema de riego, y cuya inspección, digámoslo así, pende del antiquísimo y venerando Tribunal de las Aguas. El local que ocupa, el aspecto de los jueces, la calidad de los interesados generalmente en sus fallos, y el respeto con que estos son acatados, aumentan, si cabe, el prestigio de esta institución veneranda, que no he contemplado jamás, sin lamentar la pérdida de los antiguos justiciazgos, que eran representantes a la vez de la ley y de la libertad. Último resto de nuestra pasada grandeza es aún en el día el Tribunal de las Aguas el gran monumento de la constitución foral. No hace muchos años se trató de abolirlo. No envidio la ignorancia gloriosa del gobierno que lo intentó. Sólo sentiría que esta destrucción sacrílega se verificara en mis días. Nada nos resta que perder: bastante postergada se halla Valencia a los ojos de los que mandan, para que nos roben el único vestigio, de libertad que podemos enseñar al viajero.


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