D. Vicente Boix
Valencia
1855
- XXVII -
El Padre de Huérfanos
Junto a la parroquia de Santa Cruz, antes convento del Carmen,
existe una calle que lleva el recuerdo del Padre de Huérfanos; este
funcionario era una persona altamente respetada. Su institución data desde los
tiempos de Pedro II, y su objeto era recoger a todos los pobres, huérfanos de
padre y madre, o de padre impedido. Les dedicaba a oficio; fijaba el jornal que
se les debía dar; oía en tribunal todos los martes a los maestros y a los
oficiales en sus mutuas querellas; vigilaba la conducta de sus protegidos en
las casas donde entraban a servir, y hasta salir de menor edad; no podían los
huérfanos contraer matrimonio sin permiso del Padre.
Cuidaba de recoger los vagabundos,
los pordioseros, y a éstos se les obligaba a llevar un plomo colgando del
cuello, en señal de tener permiso del Consejo para mendigar.
El Consejo General elegía Padre de
Huérfanos a quien solía asignar ciertas cantidades para cubrir las atenciones
de su filantrópico oficio, y para el pago, de sus andadores o avisadores. Este
cargo, como todos los demás de la Municipalidad, era gratuito.
- XXVIII -
Tribunal de los Acequieros, llamado vulgarmente Tribunal de las
Aguas
Resto único de nuestra antigua libertad foral forma aún en el día
este respetable tribunal una de las más sabias instituciones, que conserva
Valencia. Parécenos digna de estudio su organización; y con el objeto de darla
a conocer, insertamos con gusto las noticias completas, que se hallan recogidas
en una obra moderna(1).
Lo más admirable de nuestra preciosa
huerta, célebre por su riqueza y población, es la economía, distribución, orden
y gobierno de su antiguo sistema de riego, por medio de sus ocho grandes
acequias, cuya construcción data desde época muy remota. El Rey D. Jaime I
halló ya concluidas en 1238 las grandes obras de esta hermosa canalización, que
deben sin duda atribuirse al gobierno de los árabes
Abderrahman-Anisir-Ledinala, y Alhaken Almostansir Bilah, su hijo, por los años
911 al 976. El Rey aragonés hizo donación a los habitantes de Valencia de todas
las acequias de la huerta, reservándose la de Moncada, que denominó
Real; pero en 1268 la vendió también a los propietarios de las tierras de sus
riberas por la cantidad de 5000 sueldos valencianos. Para gobierno de la
acequia de Moncada existe una junta, que se compone de doce Síndicos, a saber:
de los diez pueblos primeros, su Regidor decano, y dos por turno de los demás.
Esta acequia en los años de escasez debe socorrer a las de Mestalla, Rascaña,
Favara y Godella con la mitad o cuarta parte de sus aguas, según fueren
las necesidades, con arreglo a lo dispuesto por el Rey D. Jaime II en Mayo de
1321: tiene dicha acequia su acequiera particular, nombrado por los doce
Síndicos, y se gobierna con independencia de los demás. La citada junta conoce
privativamente de todos los asuntos, relativos a riego, que ocurren en los
veintitrés pueblos de su territorio. Cuando hay alguna dificultad en la
división en grande de las aguas, conoce de ella la autoridad civil de la
provincia.
El gobierno de las siete acequias,
que son las de Tormos, Mestalla, Rascaña, Cuart, Mislata, Favara y Godella,
si bien corresponde al Ayuntamiento, tienen cada una un Síndico nombrado por el
común de regantes, y reunidos componen el tribunal, llamado de las Aguas. Este
tribunal celebra todos los jueves su sesión pública bajo el pórtico de la
iglesia Catedral que mira a la plaza de la Constitución, o de la Seo. Allí,
como en las aljamas de los moriscos, comparecen los interesados a producir sus
quejas sobre las aguas, sin que medien letrados ni escribanos; y el
fallo de este tribunal se lleva, sin apelación, a puro y debido efecto.
El Síndico, de cuya acequia se ha
producido la queja, no tiene voto en aquel fallo.
En tiempo de escasez, las siete
acequias disfrutan el Privilegio del agua de las villas de Pedralba,
Villamarchante, Benaguacil y Ribarroja, por cuatro días con sus noches, o bien
repartidas según sorteo, con arreglo a lo dispuesto por el citado Rey D. Jaime
II en 8 de Junio de 1320. La de Moncada debe dar dos días con sus
noches la mitad o cuarta parte de sus aguas por la almenara tenderá a las de Mestalla,
Favara, Rascaña y Rovella, en los lunes y martes de cada semana mientras
dura la escasez y necesidad, la cual es reconocida por el acequiero, quien debe
dispensar el tandeo; y cuando no lo hiciere, los interesados en el riego de las
cuatro acequias recurren al Baile General para que falle sobre la queja, sin
que medien escritos informes judiciales.
La acequia de Rovella tiene
por principal objeto la limpieza y salubridad de la capital. Discurre por la
parte más alta de ella, y soltando el agua los sábados por cuatro puntos
distintos, y durante veinticuatro horas, arrastra las inmundicias de los
valladares mayores, donde desaguan las acequias madres o inferiores
subterráneas; da impulso también a las fábricas de lana, seda, curtidos y
azulejos; a tres molinos harineros; riega los huertos y jardines; sale después
de la ciudad, ya a fertilizar la contigua huerta de Ruzafa, que es un objeto
secundario. Por estas dos atenciones importantes nunca le puede faltar una
muela de agua, por grande que sea la escasez de la del río; disfrutando
igualmente del privilegio de la mitad o cuarta parte de la de Moncada.
Para esto concedió a la ciudad el
Rey D. Jaime I en 1251 y 1269 la propiedad de las fortificaciones, fosos,
torres y valladares, acequias, puentes y caminos, con el cargo de repararlos y
conservarlos.
Las ocho acequias principales que
riegan la huerta de Valencia, reciben del Turia 138 filas de agua, y benefician
21,069 cahizadas, 2 hanegadas y 3 tres cuartones de tierra.
Toman sucesivamente las aguas por
otras tantas presas, y dividiéndose después en infinitas acequias o canales más
angostos, facilitan el riego cada quince días, y cada ocho o nueve en ciertas
épocas del verano. El agua que debe traer el Turia para acudir a las
necesidades de la huerta en la distancia de veinticuatro leguas, es de 471
filas y 8 plumas; cuando por razón de la sequía disminuye este volumen, hay
escasez y penuria, como se observa en algunos años, en que salva las cosechas
la grande industria y mayor economía establecida en el riego; si se aumenta,
pasa el agua sobrante al mar por el cauce formado al efecto al N. de la ciudad,
y junto a sus murallas.
La población agricultora es de
71,209 almas, y de 32/5 las leguas, cuadradas que riegan
las ocho acequias; por consiguiente viven en cada legua 21,364 individuos, cuya
actividad es inmensa.
Las ocho grandes acequias riegan los
términos de los pueblos siguientes. La acequia de Moncada baña el territorio de
Albalat, Albuixech, Alfara, Benifaraig, Bonrepós, Burjasot, Carpesa, el Puig,
Foyos, Godella, Masalfasar, Masamagrell, Masarrochos, Meliana, Mirambell,
Moncada, Museros, Paterna, Puebla de Farnals, Puzol, Rafelbuñol, Rocafort y
Vinalesa. - La de Tormos el de Benicalaf, Beniferri, Benimamet y Borbotó. - La
de Mestalla el arrabal de Alboraya, el de Murviedro, el Grao, y Partido de
Santo Tomás. - La de Rascaña el de Alboraya, Almásera, Benimaclet Campanar,
Orriols, y Tabernes. - La de Cuart el de Alacuás, Aldaya, Benacher
(despoblado), Benetuser, Cuart, Faitanar (despoblado), Manises, Paiporta,
Picaña, Torrente y Vistabella. - La de Mislata el de Chirivella y Mislata. - La
de Favara el de Albal, Alfafar, Arrabal de Cuart, el de S. Vicente, Benetúser,
Catarroja, Lugar-nuevo, Masanasa, Patraix y Sedaví. - La de Rovella entra en la
ciudad, y sale por debajo de la muralla en el espacio comprendido entre las
puertas del Mar y de Ruzafa, y fertiliza la huerta de este nombre.
Las acequias de Moncada, Tormos,
Mestalla y Rascaña, dirigen su curso por la orilla izquierda del Turia; y por
la derecha corren las de Cuart, Mislata, Favara y Rovella. Riegan, pues, 21,069
cahizadas y 2¾, hanegadas, y 62 pueblos, mueven 121 molinos, un martinete de
cobre, una fábrica de seda, un batán de paño, y 16 fábricas de Curtidos.
Tal es el mecanismo que forma el
gran sistema de riego, y cuya inspección, digámoslo así, pende del antiquísimo
y venerando Tribunal de las Aguas. El local que ocupa, el aspecto de
los jueces, la calidad de los interesados generalmente en sus fallos, y el
respeto con que estos son acatados, aumentan, si cabe, el prestigio de esta
institución veneranda, que no he contemplado jamás, sin lamentar la pérdida de
los antiguos justiciazgos, que eran representantes a la vez de la ley y de la
libertad. Último resto de nuestra pasada grandeza es aún en el día el Tribunal
de las Aguas el gran monumento de la constitución foral. No hace muchos años se
trató de abolirlo. No envidio la ignorancia gloriosa del gobierno que lo
intentó. Sólo sentiría que esta destrucción sacrílega se verificara en mis
días. Nada nos resta que perder: bastante postergada se halla Valencia a los ojos
de los que mandan, para que nos roben el único vestigio, de libertad que
podemos enseñar al viajero.
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