viernes, 11 de octubre de 2013

APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LOS FUEROS DEL ANTIGUO REINO DE VALENCIA (VI)


D. Vicente Boix
Valencia 1855

 XLII Universidad literaria



HIJOS INSIGNES.
     Pocas Universidades podrán presentar un catálogo de discípulos insignes como la de Valencia. Desde su fundación ha sido un fecundo plantel, que ha provisto a la sociedad de hombres eminentes en todas sus clases y categorías. La Cátedra de S. Pedro, el Colegio de Cardenales, el Obispado, la suprema magistratura, los más elevados puestos de la república se han visto ocupados por hijos educados en esta escuela, y robustamente instruidos con la leche de su doctrina. Fuera empero negocio harto prolongado el enumerarlos: haremos por tanto una ligera reseña de los que más han sobresalido por sus méritos puramente literarios.
     Pedro Juan Belluga, natural de Valencia, a quien el historiador Blancas llama intérprete clarísimo del derecho, fue hijo de esta escuela, y tan aventajado en el estudio de la jurisprudencia, que el Rey D. Alonso de Aragón le confió los encargos más honoríficos, así en Nápoles como en España. Víctima de la emulación y de las intrigas, viose precisado a retirarse a Almansa, y llevar una vida oscura; mas este ocio tan favorable siempre a las letras, le hizo publicar la célebre obra titulada Espejo de Príncipes, que le mereció los más honrosos títulos.
     Nicolás Saguntino, natural de Murviedro, estudió en esta escuela las lenguas griega y latina poseyendo tan profundos conocimientos de ellas, que tradujo del griego la obra de Onosandro filósofo, llamada Strategum, y que él tituló de Re Militari. Trasladado a Roma, y admirados allí de la grandeza de su ingenio y de la facilidad con que hablaba la lengua griega, le mandaron pasar a Florencia al Concilio general, congregado de orden de Eugenio IV, en donde sirvió de intérprete en las disensiones que mediaron entre los padres griegos y latinos, teniendo gran parte en la feliz unión de ambas iglesias.
     D. Gerónimo de Torrella, natural de Valencia, estudio en ésta la filosofía y medicina, egerciendo la última, con tal crédito y nombradía, que el Rey D. Fernando el Católico le nombró su médico de Cámara. Floreció por los años 1496, en cuyo tiempo publicó la obra De Imaginibus astronomicis, que dedicó al Rey D. Fernando, haciendo mención en ella de, otras seis que había escrito.
     D. Gaspar Torrella, hermano del anterior, fue natural de Valencia e hijo de esta escuela, célebre médico e insigne matemático, y hombre que en su siglo era reputado por universal en todo linage de literatura. Egerció la medicina en Roma por espacio de muchos años, y se grangeó tal estima y nombradía, que Alejandro VI le nombró su Comensal y Médico de Cámara. Con este motivo se hizo eclesiástico, y el Papa le promovió al Obispado de Santa Justa, en la isla: de Cerdeña, haciéndole Prelado doméstico. Escribió varias obras, así de medicina como de astronomía, promoviendo ya en ellas los adelantos de la medicina, y procurando hermanarla con la filosofía.
     Juan Luis Vives, natural de Valencia., célebre en el orbe literario, fue hijo de esta escuela, estudiando en ella las buenas letras, y pasando después a París a perfeccionar sus estudios. Pero instruido Vives según el mal gusto que en aquel siglo reinaba, su imaginación y viveza superior a todo encarecimiento, le hizo conocer el estraviado sendero por donde había caminado, y trasladado a Lovaina, se dedicó con gran tesón al estudio de las lenguas latina, griega y hebrea, saliendo un eminentísimo filósofo. Bien sabidos son los esfuerzos que hizo este insigne literato para introducir el buen gusto, con especialidad en esta escuela, para cuyo fin remitió al magistrado un libro, que titulé de Componenda Schola, del que no nos resta más que el nombre. Profesor en Inglaterra y en Lovaina, supo grangearse una reputación tan universal, que le mereció la amistad de las mayores notabilidades literarias de su siglo. En sus voluminosas obras de que se hizo una edición lujosa en Valencia, que consta de siete tomos en folio, se observa ya aquel espíritu investigador y filosófico, que sacando las ciencias del estado de postración en que yacían, las ha elevado progresivamente al punto de perfección y de finura en que actualmente se hallan.
     D. Juan Almenar, caballero nobilísimo de Valencia, sintióse poseído de tal pasión por la literatura, que a pesar de su fortuna y de su grandeza, se dedicó al estudio de la astrología y medicina en esta escuela, graduándose de Doctor en dicha facultad: concluidos los estudios, no se contentó con saber las solas teorías, sí que descendió a la práctica, egerciendo en esta ciudad la medicina por puro amor a la humanidad, y sin desdeñarse de ello por los títulos de su nobleza. Dedicóse también a los adelantos de la ciencia, siendo el primero de los españoles, que escribió una obra con el título de Lue venerea. Merece esta producción ser consultada por los hechos que refiere, y en especial por la historia de una enfermedad, cuya aparición en Europa ha sido y será siempre para los médicos filósofos un objeto interesante y de curiosa investigación.
     Juan Gelida, llamado el Aristóteles de su siglo, fue natural de Valencia e hizo sus Primeros estudios en esta escuela. Más codicioso siempre de saber, atraído de la fama que la Universidad de París tenía, trasladóse a aquella escuela, siendo tales los progresos que hizo en los estudios, especialmente filosóficos, que por espacio de dieziséis años regentó allí una Cátedra de filosofía, de que salieron muy aventajados discípulos. Tuvo también a su cargo en calidad de Prefecto de estudios el famoso colegio del Cardenal de Moyne, que era uno de los más brillantes establecimientos que tenía entonces aquella capital. Habiéndose trasladado a Burdeos, fue nombrado Rector de aquella Universidad, que gobernó con el mayor acierto, hasta que invadida de una peste dicha ciudad, tuvo que abandonarla, muriendo a poco tiempo en un lugar inmediato a ella. Esto sin duda ocasionó el que se perdieran muchos de sus escritos, no habiéndose publicado más obras de este insigne literato, que algunas epístolas latinas, escritas con la mayor pureza, y que tienen por objeto la perfección y fomento de las ciencias.
     D. Fernando de Loazes, natural de Orihuela, estudió filosofía y teología en ésta, y deseando perfeccionar los conocimientos adquiridos, pasó a París, Bolonia y Pavía, en donde se dedicó a la jurisprudencia, llegando a ser consumadísimo en todo. Al regresar a su patria le nombró por letrado consultor el magistrado de la misma, encargándole el desempeño de graves negocios, a cuyo fin pasó a la Corte del Emperador Carlos V. La destreza y sabiduría que manifestó, le grangearon la afición del Emperador y del Cardenal Adriano Florencio, Obispo entonces de Tortosa, y luego Pontífice, con el nombre de Adriano VI, distinguiéndole y confiándole las comisiones más complicadas. Fue nombrado Obispo de Elna, y gobernó sucesivamente las Diócesis de Lérida, Tortosa, Tarragona, y últimamente Arzobispo de Valencia. Aunque ocupado de continuo en el desempeño de su ministerio y en las comisiones que se le confiaran, su decidida afición a las ciencias hizo que emprendiera la publicación de varias obras relativas la mayor parte a la jurisprudencia. Y con objeto de fomentar el estudio en su patria, fundó el célebre colegio de Orihuela, que fue erigido en Universidad por bula de Pío V.
D. Carlos Coloma, natural de Alicante, hijo de los ilustres Condes de Elda, estudió humanidades en esta escuela: dedicado a la milicia, ostentó su valor en las guerras de Flandes. Fue nombrado Teniente General de Flandes y Cataluña, mostrando tanta destreza y prudencia para gobernar, como pericia y esfuerzo para pelear. Embajador estraordinario en Inglaterra, desplegó un tino y política tan fina como sagaz, obteniendo los mayores resultados en su embajada. Aunque ocupado de graves negocios, no descuidó la literatura, como lo comprueban la publicación de las Guerras de los Estados-Bajos, y la traducción de los Anales de Cornelio Tácito, que le adquirieron una justa celebridad.
     Doctor D. Tomás Vicente Tosca, varias veces Vice-Rector de esta Universidad, matemático célebre, en cuyas obras, señaladamente el Compendio matemático, que en nueve tomos en 8.º publicó en 1715, y reimprimió después, han sido celebrados por los profesores más insignes de toda Europa.
     D. Manuel Martí y Zaragoza, natural de Oropesa, estudió filosofía y teología en esta escuela. Con el deseo de dar mayor ampliación a sus conocimientos pasó a Roma, en donde aprendió la lengua griega y hebrea. Aunque en un principio no lució sus talentos en Roma, pues se encerró en las bibliotecas, entregándose a un incesante estudio; sin embargo se dejó conocer su numen poético en algunas composiciones que publicó, y le grangearon la estimación de las personas más ilustradas. El sabio Cardenal Sáenz Aguirre, le nombró por su bibliotecario, y valióse de los conocimientos de Martí para que le ayudara en la célebre colección de los Concilios de España. La fama de un hombre tan eminente llegó a oídos del Papa Inocencio XV, el que le mandó predicar en su presencia y del Sacro Colegio en el día de S. Juan Evangelista. Su Santidad lo nombró Deán de Alicante, a cuyo título se ordenó Martí; mas no siendo aquella ciudad la más proporcionada entonces para conferenciar con varones sabios, estuvo algunos años en Valencia, mereciendo las mayores distinciones de todos. Muchas son las producciones de este insigne literato; pues que a su facilidad en la lengua latina, acompañaba muy grandes conocimientos de antigüedades. Sus escritos le acreditan de poeta aventajado, de orador elocuente y de arqueólogo erudito

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