Ricardo García Moya
El catalanismo propaga que la carencia
de textos en romance valenciano de los siglos XI o XII es algo que demuestra
la inexistencia del mismo. ¡Qué graciosos son! Olvidan que el Reino estaba
ocupado militar y culturalmente por islámicos, siendo el árabe la lengua que
ahora llamaríamos oficial; sólo las tímidas jarchas y algún documento diplomático transgredían
la regla. Tiempos de hambre y espada, el papel era rareza oriental y los
mozárabes bastante hacían con subsistir. Incluso en la zona cristiana, donde
el castellano era la lengua vehicular y el latín la diplomática, científica y
eclesiástica, un idioma vivo como el vasco apenas dejó testimonio escrito antes
del año 1517.
Del mozárabe anterior al 1238 quedan
huellas que la inmersión trata de camuflar o sustituir. En la academia catalana
Canal 9, fingiendo naturalidad, repiten machaconamente los castellanismos
catalaneros robatori, robar; despreciando furt, furtar. No es casual, todo está
programado. Según Corominas: “furt es antiguo, genuino y, sin ninguna duda,
heredado del mozárabe del Reino de Valencia; del latín furtum, robo, derivado
de fur, ladrón” (DELLC); y añade esta puntualiz ación: “en el Reino de
Valencia, ya al fin del siglo XIV el viejo mozarabismo se abría paso en el uso
común” (ibid.).
El etimólogo sitúa entre 1380 y 1400 el triunfo del
viejo mozarabismo valenciano factor que explica la derrota de formas
provenzales que perdurarían en el romance catalán hasta la influencia de los
clásicos valencianos. También surgieron pequeñas diferencias sintácticas entre
las neolatinas hispánicas; p.e. en el uso de pronombres átonos, a la
construcción valenciana «li la dona” se opondría la castellana “se la dona”
(arcaísmo verbal), y la catalana “la hi dona” (Lleal,C..La formación de las
lenguas, Barcelona 1990). De igual modo, las traducciones ponían veto a
vocablos considerados bárbaros. Fray Antoni Canals, consciente de la
diferenciación lingüística tras vivir y estudiar en Lérida y Barcelona,
prescinde de la voz gayre (con y en el siglo XIV) como valenciana, usando en su
lugar molt y prou. Un siglo después, en el primer diccionario impreso en
España, ya no se la considera ni arcaísmo adjetival o adverbial valenciano,
adoptando en su lugar molt y prou (Libera. 1489).
Hacia el 1390, con la fusión del antiguo
mozárabe (Corominas dixit) y la creación de léxico y morfosintaxis
valencianos, nuestros antepasados construían su propio idioma. El citado
Antoni Canals ya cincelaba sustantivos abstractos con la terminación actual:
“a vostra altea» (Trad. Valeri Máxim, a. 1393), oponiendo a los castellanos
altesa i bellesa los valencianos altea y bellea. También utilizaba el clásico
pronombre “yo” (no el catalán jo, que tanto gusta al DV en el Parle Vosté), y
mantiene el culto adverbio “hui”, no el avui catalán. Esta “secesión”
idiomática no acaecía el 2001 promovida por una columna de tías marías, el GAV
o UV; sino en el 1390, auspiciada por latinistas valencianos que no vivían del
parasitismo institucional.
Nuestro idioma ha seguido creando léxico
y acepciones singulares que, en algún caso, enlazaban con el viejo mozárabe.
En el vituperado siglo XIX hallamos neologismos distanciados semántica y
morfológicamente del étimo medieval: furgadents, furgaestores, furgastillo,
furgadura, furgaorelles, etc. Algunos los recogió Escrig (1851), y Corominas
los analizó; p.e., de furgamander destaca que es “derivat de l‘equivalència
mossárab de furgament» (DELLC). Lamentablemente, desde la ocupación catalanera
del Reino, está prohibida crear léxico sin permiso de nuestros amos del
Institut d´Estudis Catalans.
La Generalidad está espongiforme por
priones culturales que mutan lo valenciano en catalán. En la Universidad engordan
los más activos: p.e., el mallorquín Roselló, experto en apóstrofos y
colaborador de la Historia de la Marina Catalana (Ed. Eliseu Climent), donde
las galeras y atarazanas del Reino figuran como catalanas. Otro es el
prodigioso Herr G. Hauf, que hizo hablar en castellano a los malos y en catalán
a los buenos; su última hazaña ha sido catalanizar el manuscrito Speculum
Animae de Isabel de Villena. Entre la peonada indigena destaca Martí Mestre,
doctor Caníbal que devora ches y normalitza hasta el nombre de escritores como
Melchor Fuster en politizados ensayos donde repite una y otra vez que “Melcior
Fuster usàs el catalá”(A sol pots, 1995). También culebrea el gudari Mikel de
Epalza, con su traducción del Corán al catalán, rememorando que en el siglo
XIV el rey Pedro IV encargó otra “traducció catalana”(?) del Corán (Epalza;
Avui,13-II-01). Por favor, señor Micalet d´Epalsa, no cuente chistes malos.
Jamás pidió este rey una traducción al “catalá” del Corán o del Zendavesta. De
todas formas, ¿Podría decir en qué archivo está depositado el documento? No le
pedimos un texto mozárabe, sino de la época en que los valencianos ya habían
introducido el papel en el condado de Cataluña. Eskerrik asko, señor Micalet.
A mayor altura está Juan y Medio. Entre
risas enlatadas, los niños se aplastan el cráneo contra el suelo (risas),
magrea a la negrita (risas), y le dice: “No tienes paquete» (risas), “no eres
negra, eres un lunar” (risas). Historiador y medio, explica que en tiempo de
los Reyes Católicos no existía España, “sólo se sentían catalanes, gallegos...”,
aunque no cita a los valencianos. En el 1500, por lo visto, no existía ni el
Reino de Valencia ni España ¡pero sí Cataluña.! (Canal 9, 14-2-2001) El doctor
y medio explica que “sólo en el siglo XVIII aparece lo de llamarse
españoles”.¡Qué raro! El catalán Carbonell escribió “Croniques de Espanya” en
tiempos de los citados reyes; y los valencianos, gallegos, vascos y catalanes
que conquistan Italia son llamados y se llaman a sí mismos españoles. Quienes
reinaban en 1500 no eran arzallus o pujoles, sino Isabel y Fernando.
Volviendo a los mozárabes. Hay una
arriesgada teoría de Tovar por la que boniato y moniato vendrían de un mozarabismo
de origen griego. Hay dudas, pero lo cierto es que en idioma valenciano tenemos
una expresión apropiada para quien dice disparates: “Eixe chicot es un
moniato”. Y si los dice con malasombra, Moniato y Mig.
Diario de Valencia 25 de
Febrero de 2001
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