EN EL COMPROMISO DE CASPE
Este es un hecho de capital
importancia para la sociedad hispana del momento. Podemos seguir de cerca los
acontecimientos gracias a un diario de los hechos relatados minuciosamente en
un códice del archivo de la catedral de Segorbe que perteneció a Bonifacio
Ferrer, su hermano, también compromisario como él por la ciudad de Valencia.
El 31 de mayo de 1410 había
muerto sin sucesión Martín el Humano, hasta entonces Rey de la Corona de
Aragón. Después de multitud de encuentros por parte de las legaciones
catalanas, valencianas y aragonesas (representantes de los tres Reinos de la
Corona) se negó a principios de 1412 a la elección de los nueve compromisarios
para la designación del nuevo Rey. El peso moral y la trayectoria de nuestro
fraile no ofrecía duda.
Las aspiraciones del duque de
Calabria y de don Fabrique quedaron descartadas por la lejanía de parentesco de
uno y por ser bastardo el otro, por ello los compromisarios elegidos se
centraron principalmente en Fernando de Antequera y Jaime de Urgell.
Vicente Ferrer que había llegado
a la aragonesa Caspe a principios de abril de aquel 1412 y que era el octavo de
los compromisarios según el orden jerárquico, fue invitado el 24 de junio a
pronunciar en primer lugar su voto. Y lo hizo en favor de Fernando de
Antequera. Su hermano Bonifacio, así como otros cinco, siguieron este mismo
parecer. Dos se inclinaron por el conde de Urgell, aunque secundarían la
votación de la mayoría. Uno se abstuvo y otro no había tenido tiempo de formar
su parecer.
En la mañana del 29 de junio se
celebró un solemne pontifical presidido por el Obispo de Huesca. Nuevamente
Vicente fue elegido para comunicar la noticia. En su sermón explicó la justicia
que había inspirado la decisión e insistió en la importancia de la fe en las
gestiones temporales y en el gobierno de los pueblos. Al leerlo ahora, se
recuerdan las palabras que en 1396 el mismo santo dirigió en un momento
parecido, cuando el Rey Martín había sucedido a su hermano Juan al frente de la
Corona. En aquella ocasión apeló a la conciencia del Rey para reparar la
injusticia cometida por el Rey Pedro con los canónigos de Tarragona. El siempre
insistió sin temor y ante quien fuera en los deberes y obligaciones de todo
buen gobernante.
Vicente Ferrer no cedió ante
presiones. Pero es evidente que la sentencia de Caspe no podía agradar a todos.
Y menos al conde de Urgell. Sus biografías contarán, aunque quizá no sea del
todo verídico, el encuentro de Vicente Ferrer y Jaime de Urgell y cómo éste le
tildó de "hipócrita maldito" y cómo Vicente le puso de manifiesto los
secretos de su poco ejemplar vida, o el intento fallido de asesinarle por parte
de sus partidarios en los caminos de Lérida.
SU ACTITUD ANTE LAS MINORÍAS RELIGIOSAS
Es evidente que sus veintiún últimos años dedicados a la itinerancia apostólica, y los anteriores de plena actividad, le continuaron ofreciendo continuos contactos con el mundo judío y musulmán. Vicente Ferrer quería la salvación de los hombres y que su mensaje llegase a toda clase de gentes. Algunos hechos van a ser motivo, aunque él fuera ajeno a los acontecimientos, a que se ponga en entredicho su figura al presentársele o bien como causante de algo que nunca realizó, o bien como promotor de un ambiente hostil a las minorías religiosas. Así, por ejemplo, unos lo han querido ver como impulsor de la revuelta de Valencia de 1391 que generó la matanza de los judíos y la conversión precipitada de muchos; mientras que otros autores, por el contrario, le presentan como el gran pacificador de la misma. Lo cierto es que se encontraba ausente de la ciudad y que siempre rechazó enérgicamente todo atropello o lucha sangrienta con las minorías no cristianas.
Pero ello no debe hacer olvidar la
actuación de Vicente a través de las conversiones realizadas gracias a su
predicación. Sin entrar en su número, pues fluctúa bastante según las fuentes,
sí hay que destacar que por los menos fueron convertidos importantes rabinos.
Tampoco puede negarse que,
siguiendo el parecer del santo, algunas poblaciones tomaron acuerdos muy
habituales en aquel tiempo, como por ejemplo ofrecer a los judíos en las
ciudades un lugar separado de los cristianos y otras medidas segregacionistas.
Ni debe silenciarse el acuerdo tomado en Valencia ante los acontecimientos de
1391 de separar a los judíos conversos del resto de judíos. Se buscaba
salvaguardar la fe de aquéllos. Su conciudadano, el franciscano Francesc
Eiximenis, también era partidario de ello.
La actitud de san Vicente al
respecto es muy similar a la de otros muchos de sus contemporáneos partidarios,
por ejemplo de la predicación persuasiva a los judíos y sarracenos, con
asistencia obligatoria por su parte. En esta predicación se
hará patente su manejo del hebreo
y sobre todo el conocimiento de la Escritura junto con la Tradición. Su técnica
oratoria, llevado siempre por el lenguaje directo y la expresión más familiar y
popular, conllevó expresiones duras. Expresiones no tanto de rechazo de los
judíos como para la prevención de los cristianos, quienes a su vez también
causaron atropellos que él condenó y que exigieron medidas enérgicas por parte
de las autoridades.
Finalmente está su vinculación
con la Disputa de Tortosa de 1413, promovida por Pedro de Luna en un afán por
atraer a los judíos. No intervino directamente en su desarrollo, cuya
representación por el campo cristiano la llevó principalmente el converso
Jerónimo de santa Fe, discípulo suyo. Sí intervino en la predicación popular
que se hacía paralelamente así como en la posterior redacción de la obra
titulada Tratado contra los judíos. "Fue editado y compuesto por mandato
de Benedicto Papa por cuatro famosos maestros en Teología, uno de los cuales
fue fray
Vicente Ferrer dice en su
comienzo Obra que está en la línea de controversia diálogo, según la mentalidad
cristiana hebraísta y arabista del siglo XIII. La fe no se impone. Debe darse
persuasión, pero a través del estudio directo de las fuentes empleadas y por
tanto del conocimiento de la doctrina de aquellos con quienes se dialoga. Así
es como puede hablarse de persuasión eficaz. Sólo así puede darse un clima de
acogida favorable al mensaje que se predica.
Además Vicente desarrolló un
trato peculiar con los convertidos, encomendando su formación y educación
cristiana a personas seleccionadas, o preocupándose, como en el caso del
converso musulmán Atmez Hannexa, que tomó el nombre de Vicente cuando se
bautizó, de que él y su familia tuvieran una pensión para su socorro y sustento
y pudiera prepararse adecuadamente para poder predicar la fe cristiana entre
musulmanes y cristianos.
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