Por: Ricardo de la Cierva
Editorial
Planeta
Segunda edición: febrero 1991
IX.
RECONQUISTA HISTÓRICA Y
RECONQUISTA ANTIHISTÓRICA DEL
REINO
DE VALENCIA (siglos XIII y XX) (IV)
LOS
REINOS DE TAIFAS
Lo podemos
comprobar en un libro esencial y definitivo, de un gran medievalista que
fundamenta implacablemente sus tesis en
documentación y análisis histórico, fuera.de toda pasión polémica; y que en
ocasiones rebate también las exageraciones del campo valencianista, porque no
interesa la política sino la historia. Los pancatalanistas suelen esgrimir
dogmáticamente, con sentido totalitario de historia, las conclusiones de los intocables, como hemos nominado al más
relevante de todos ellos, Manuel Sanchis Guarner, y por eso no queremos ahora
caer en los exclusivismos del argumento de autoridad al apoyarnos en el libro
de Ubieto. Pero lo importante en el libro de Ubieto no es su autoridad
carismática -que es relevante-, sino el hecho de que tal autoridad se funda en
un análisis documen,ntal, cronológico y comparado casi siempre
irrebatible a no ser que se aduzcan documentos firmes en contra, lo que no se
ha hecho, y no simples emociones. El libro a que me refiero es la obra en dos
tomos del profesor Antonio Ubieto Arteta, Orígenes
del Reino de Valencia. –3ª' edición. Zayoza, Anubar edics., 1981.
Con
acopio verdaderamente impresionante de ducumentación, previamente cribada
gracias a un análisis exhaustivo el profesor Ubieto refuta la falacia de que
las lenguas romances van imponiéndose en loasterritorios reconquistados a
medida que avanzan los ejércitos cristianos. Acepta la tesis de que la gran
mavoría de los mozárabes se fueron convirtiendo al islamismo, pero demuestra
que ese hecho
religioso apenas afecta al hecho lingüístico, la pervivencia del romance, de
la que no tiene dudas ni en el conjunto de Al-Andalus ni especialmente en el
Reino de Valencia. En esto es tajante, una vez aducidas las pruebas: «La lengua
romance hablada durante el siglo XII en Valencia persistió durante todo el
siglo XII y en el XIII, desembocando en el valenciano medieval.» No le
convence en absoluto, a efectos lingüísticos, la presunta aniquilación de
cristianos por los almorávides, que cree además muy discutible.
Mientras floreció el
califato en Córdoba, Valencia y su territorio se vieron libres de la amenaza
cristiana, pero cuando en 1031 se hundió el califato en el maremágnum: de los
reinos de taifas esa amenaza empezó a concretarse desde Aragón y desde
Castilla. Hasta el tlaxcalteca Joan Fuster tiene que reconocerlo: «No hay duda
de que la conquista del País Valenciano (sic) fue una iniciativa aragonesa»
(op. cit., p. 41). Aragonesa -y en su caso castellana y en ningún momento
catalana; los señores y las ciudades de Cataluña, con la excepción local e
interesada del obispo de Tortosa, que deseaba reconquistar los territorios islámicos
asignados a su diócesis, no sintieron la menor ansia, ni el menor impulso, por
la reconquista del Reino de Valencia, a la que contribuyeron muy escasamente, y
a 1a que hubo de arrastrarles el ímpetu del rey don Jaime I Ante la
descomposición del califato, el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el
Cid, y el rey Pedro I de Aragón penetraron casi a la vez en el territorio
valenciano. El rey de Aragón ocupó el norte de la actual provincia de Castellón;
el noble castellano llegó a tomar la ciudad de Valencia, donde se asentó hasta
su muerte en 1099, tras vencer a los almorávides, que trataban de recuperarla.
El Cid realizó su conquista por libre, tras ser colocado fuera de
la ley por su señor, el rey de Castilla don Alfonso VI, conquistador de
Toledo. A la muerte del Cid su viuda doña Jimena y los castellanos, que no
veían la posibilidad de mantenerse en la ciudad dentro del océano almorávide,
optaron por abandonarla y regresar a Castilla, como hicieron en el año 1102.
En el siglo XII Alfonso I el Batallador de Aragón se
apoderó de Morella en 1117, antes de conquistar Zaragoza: v luego
recorrió el reino valenciano y asedió sin éxito la capital. Desde 1102 a 1145 dominaron el reino los
almorávides, que ni eliminaron a los restos de publación cristiana ni
acabaron con el romance hablado por el
pueblo, con densa contaminación
arábiga. Expulsados los almorav-ides y ante la
presencia de los almuhades, los musulmanes de Valencia proclaman rey a un personaje
singular, Ibn Mardanis (¿Martínez?), que no recataba sus origenes, sus
creencias y su modo de vivir vivir cristiano; era seguramente un mozarabe
cristiano, a quien se llamo el Rev Lobo (Lope), que entabló relaciones próximas
al vasallaje con cevinas coronas de Aragón y Castilla, y que con su sola
presencia demuestra la pervivencia cristiana en el reino. En 1171 fué
derrotadopor la nueva invasión musulmana que se hizo con la hegemonía en todo
Al-Andalus, los almohades, pero dejó una profunda huella popular e incluso
dinástica en el período siguiente, marcado por las convulsiones de la
decadencia almohade, que se hizo irreversible después de la victoria conjunta
de los reinos cristianos en la batalla las Navas de Tolosa, el año 1212.
JAIME
I, LA
INTUICIÓN DEL REINO
Desde
1151, en el tratado de Tudilén, Alfonso VII de Castilla y el conde de
Barcelona, Ramón Berenguer IV de Aragón, habían decidido que el Reino de
Valencia quedara dentro de la reserva aragonesa para la reconquista restante
que va a emprender Jaime el
Conquistador. Esta cruzada de
reconquista no fue un conjunto de empresas aisladas sinbo un esfuerzo
común de todos los reinos hispánicos que lanzaron contra el Islam español a
través de un plan conjunto, como apuntan hoy casi todos los grandes
historiadores. Sancho II de Portugal encomienda a la orden del Temple la
preparación de una base de operaciones en el territorio de Ocrato y a los
caballeros de Santiago la toma de Aljustrel;
Fernando III el Santo convocará a sus tropas en Toledo para la gran
campaña de Córdoba, y Jaime I de Aragón
soñará con el Reino de Valencia. Los reyes aragoneses, como sabemos, habían intervenido ya en los
asuntos valencianos desde dos siglos antes, pero Jaime deja claro que su
designio es apoderarse del Reino de Valencia com tal. Aunque se había hablado
(con diversas acepciones) de reino moro en Valencia, es el Conquistador quien
realmente lo concibe como una unidad y objetivo de su gran empresa; el
auténtico creador del reino en el sentido definitivo de la palabra, como
demuestra Ubieto.
En 1225 el rey de Aragón y conde de Barcelona, Jaime I, decide emprender
una campaña previa, cuando ya ha concebido la conquista de su nuevo reino, al que
ve así, como tal reino dentro de su Corona, en igualdad con los demás, sin
enfeudarle o anexionarle a Aragón, ni a Cataluña. Un singular personaje, con
notable sentido del futuro, Zeyt Abu Zeyt, era entonces gobernador de Valencia
en nombre del califa alhomade. A1 intuir la irresistible avalancha cristiana,
se hace vasallo del rey Fernando III de Castilla en Moya, Cuenca, en 1225;
luego se convierte al catolicismo para lo que solicita la presencia de un
legado del papa y durante una de sus estancias en diversas partes de los reinos
de Valencia y de Murcia, experimenta un encuentro místico en el castillo de
Caravaca de la Cruz, de donde surge la arraigadísima creencia popular,
perfectamente fundada en las circunstancias del momento, de la Cruz de Caravaca,
que era entonces baluarte castellano en la frontera contra el reino islámico
de Granada. Pero el llamamiento de Jaime I en 1225 resulta un fracaso. De
Cataluña no viene casi nadie. En la plaza de Teruel, lugar de la cita regia,
sólo se presentan, con sus mesnadas, los nobles aragoneses Blasco de Alagón,
Artal de Luna y Ato de Foces, cuyo nombre no puedo escribir sin emoción, puesto
que se trata de un antepasado por línea directa y materna del historiador que
suscribe; era mayordomo de Aragón. Con tan escasas fuerzas el rey don Jaime
fracasa en la conquista de Peñíscola y tiene que aplazar de momento su
reconquista valenciana, que sigue dominada por los almohades.
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