'Historias ocultadas del
nacionalismo catalán'
Por Javier Barraycoa
Extraído de Internet
Hoy, en Cataluña, se toman como
realidades multiseculares toda una serie de hechos que en realidad se han
incorporado al imaginario catalanista sólo muy recientemente. Por el
contrario, tradiciones muy arraigadas durante siglos, como las fiestas
taurinas, son tomadas como elementos extraños. El propio catalanismo, con
apenas un siglo de historia, pretende encarnar el alma de una Cataluña casi
milenaria, reconfigurando no sólo la historia de Cataluña sino la del propio
catalanismo.
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El catalanismo inventa Cataluña y cree sus mentiras a
pies juntillas. Todo lo que se oponga al envoltorio virtual, fantasmagórico,
que absorbe las almas, las historias y los entornos del catalán concreto debe
desaparecer.
Con otras palabras, y evidentemente con otra
intención, coinciden con una expresión de Torras i Bages –el llamado Patriarca
de Cataluña, por su influencia y ascendencia espiritual– cuando avisaba del
peligro de construir una "Cataluña de papel". Se refería Torras i
Bages a los intentos de erigir una Cataluña moderna desarraigada de su
tradición, de su historia real y de su herencia espiritual, que a nada podían
llevar, sino a extinguir la verdadera Cataluña. De hecho, el nacionalismo
moderno pretende dotar al catalán de una identidad que nada tiene que ver con
la identidad de los hombres que ocuparon estas tierras durante siglos. Peor
aún, se puede sospechar que el innegable triunfo actual del catalanismo, más
que reafirmar una identidad cultural, ha provocado un vaciamiento identitario,
sólo sustituido por cuatro elementos simbólicos, tres agravios históricos y
altas dosis de sentimentalismo.
En la obra mencionada, En tierra de fariseos,
Oriol Malló y Alfons Martí sentenciaban con toda rotundidad:
El catalanismo ha conseguido su mayor éxito: convertir
Cataluña en un desierto de almas. No quedan tenderos, republicanos, burgueses
ni obreros. Casi tampoco católicos de comunión diaria. Todos somos clase media,
champiñones de una nueva especie cultivada en el estercolero de la posguerra.
Sólo sabemos que fuimos víctimas de Franco, que somos los buenos, y nos basta.
Aunque nada sea verdad.
Tremendas palabras, en la medida que se acercan a la
realidad. Cuanto más se alzan las voces reclamando la identidad cultural de
Cataluña, más fácil es detectar la vacuidad identitaria y espiritual que reina
en la actual sociedad catalana.
[...]
El doctor Francisco Canals, que fuera catedrático de
Metafísica en la Universidad de Barcelona, catalán de raigambre y un profundo
estudioso del catalanismo, lo caracterizaba de la siguiente forma:
El nacionalismo es al amor patrio lo que es un egoísmo
desordenado en lo afectivo, y pretendidamente autojustificado por una falsa
filosofía, a aquel recto amor de sí mismo que se presupone incluso en el deseo
de felicidad (...) El nacionalismo, amor desordenado y soberbio de la nación,
que se apoya con frecuencia en una proyección ficticia de su vida y de su
historia, tiende a suplantar la tradición religiosa auténtica, y a sustituirla
por una mentalidad que conduce por su propio dinamismo a una idolatría
inmanentista.
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