Per Antonio Ubieto
Me alegra muchísimo que os continuéis preocupando por la tierra donde
nacisteis y casi llegasteis a la mayoría de edad. Pero comprendo que algunos
problemas últimamente aireados en la “prensa” os desconcierten. Yo no quiero
tomar postura, aunque fácilmente podría deducirse de lo que os voy a contar.
Efectivamente se está celebrando el cincuenta aniversario de las “normas”
de Castellón, por las que se pretendió regular la forma de escribir la lengua
hablada por las gentes de Valencia, con objeto de hacerla paralela a las normas
de escritura usada en Barcelona. Y digo en Barcelona, teniendo en cuenta lo que
luego os referiré.
La causa de todo esto estriba en que siempre quien escribe necesita
“dibujar” los sonidos, con objeto de que el lector pueda reproducirlos para
enterarse de lo que le dicen. Y esto ha planteado muchos problemas siempre. Los
que habéis estudiado paleografía os habéis encontrado con que hay un nombre muy
frecuente en la documentación vieja: es el de Sancho. Pues bien, los escribas
medievales no sabían “dibujar” el sonido de la “ch”, y dieron una variedad
excepcional. De memoria os diré que lo pusieron por lo menos así: Sanxo,
Sancio, Sancho, Sanio, Sanjo, Sanyo, Sactio, y otras muchas más que os
encontraría si rebuscase un poco. Pero con esas siete variantes del mismo
sonido se produce una variedad que es desconcertante para muchos. Lo mismo
ocurre con los nombres de lugar: el pueblo riojano de Nájera se escribe así y
hasta con cerca de veinte variantes más. Por ejemplo: Nauara, Nagara, Naggara,
Naxara, Naiara y otras muchas.
Este es el problema: se quiere unificar la forma de dibujar sonidos o – lo
que es más grave – de sustituir unas palabras por otras.
Creo que todos recordáis a don Juan Reglá, que había nacido en Báscara,
provincia de Gerona. Hablaba un catalán maravilloso, con acento de su tierra,
el Ampurdán. No sé si le oísteis contar en alguna ocasión, pues lo refería
bastantes veces, que cuando él escribía en catalán para las editoriales
barcelonesas le corregían el texto “porque no era lo suficientemente catalán”.
Y le corregían tanto las grafías como las mismas palabras. El se reía de esta
“normalización”, lo que le produjo más que un disgusto. Pero de esto quizá os
hable en otra carta.
Otro escritor al que le “normalizan” sus escritos en catalán es don Martín,
que –como gran especialista en Bernat Metge y en los textos cancillerescos
catalanes del siglo XIV – acostumbra a mantener sus grafías, colocando al lado
una fracesita donde tal forma se usa, añadiendo la signatura o página donde se
encuentra el texto. Lo que no sé es si le hacen caso.
También sabéis el gran esfuerzo económico que hemos realizado familiarmente
para publicar la colección de “Textos medievales”. Por eso he buscado muchas
veces el camino más barato Y hemos reproducido algunos facsímiles. Pues bien,
existe un texto muy importante escrito en Valencia durante el siglo XV y se
titula “Dietari del capellá”. Fue publicado por el canónigo Sanchis Sivera a
principios de siglo en una edición muy difícil de conseguir. Naturalmente quise
reproducirla, ya que “componerla” de nuevo era cara, aunque legalmente posible.
Por eso hablé con el heredero del primer editor, el conocido filólogo Sanchis
Guarner, ya que era su sobrino. Y me puso como condición sólo que “normalizase”
el texto del “Dietari”. Sabéis que no lo publiqué, ya que me negué en redondo a
bastardear un texto magníficamente escrito. Creo que si se publica hay que
hacerlo como su autor lo redactó, y dejarse de monsergas de “normalizarlo”.
Esta serie de ejemplos la podría multiplicar hasta aburriros. Pero voy a
otro campo, que también debéis conocer.
No me planteo el problema de lo que podría ser la “normalización” de la
lengua hablada en Valencia. Si os recordaré lo que ocurrió en otra región
limítrofe, que se planteó el problema ya en la segunda mitad del siglo pasado,
aunque las “normas” se escribieron un poco más tarde.
En la provincia de Lérida, además del catalán y del español se hablaba el
pallarés y el aranés. Un inciso: digo español y no como otras veces castellano
porque con esto de las autonomías no puedo aceptar una posible imposición
centralista. Pues bien, a principios de este siglo XX se “normalizó” el idioma
en el valle de Pallás, según podéis leer en el prólogo de Carbonell a la
edición de don Ramón de Abadal sobre los documentos correspondientes de la
Catalunya Carolingia. El mismo prologuista insiste que entonces desapareció la
lengua pallaresa y fue sustituida por la catalana. Esto es una “normalización”.
La otra “normalización” es quizá más interesante. Recordaréis que cuando
hemos ido al valle de Arán procuro que nos hablen en aranés, que es un idioma
muy diferente a cualquiera de los que se hablan al sur de los Pirineos. Habéis
comprobado también que los habitantes del valle con mucha frecuencia hablan
cuatro idiomas: aranés, catalán, español y francés. Y los coloco por orden
alfabético para que no haya suspicacias. Pero en lo que llevamos de siglo se ha
intentado eliminar el aranés en beneficio única y exclusivamente del idioma
menos universal. Afortunadamente los araneses durante los últimos años están
cultivando su idioma, sin aceptar la “normalización”.
Ayer me visteis hablar con un colega que trabaja sobre la imprenta de
Zaragoza en la época de sus comienzos. Me indicaba la duda de los literatos
aragoneses de hacia 1500 cuando realizaban traducciones, pues no sabían si
hacerlo al aragonés o al castellano o español. Y todos lo hicieron a este
último porque “era la lengua del imperio”.
• “Carta a mis hijos” per Antonio Ubieto
Arteta. Catedratic.
• Articul publicat en la revista “Parlem”
(pags. 14 i 15), de l´Associació Cultural Unió Valencianista Independent (UVI)
de Burriana, sense data, possiblement dels anys 1978,79 o 80.
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