Philippe Blanchet
Profesor de Sociolinguística, Universidad de Rennes 2, Alta Bretaña, Francia
Director del Centre de Recherche sur la Diversité Linguistique de la Francophonie
Extraído de Internet
Tanto el Provenzal como el Valenciano (entre otros casos) se enfrentan a un proceso similar algo sorprendente de que puedan convertirse en “dialectos” de otras así llamadas “lenguas minoritarias”. El Valenciano, el tema principal de este congreso, tiene que hacer frente a la presión del Castellano dentro de un sistema disglósico usual (“una lengua vehícular estatal versus a una vernácula local”) y a la presión del Catalán, un vecino muy poderoso. El Provenzal tiene que hacer frente a la presión del Francés y del Occitano (un vecino ligeramente menos poderoso). Todas las lenguas implicadas en estos complejos procesos son romances y, por tanto, bastante próximas entre sí desde un punto de vista tipológico puro.
El Valenciano satisface los criterios sociolingüísticos (incluyendo los sociopolíticos) para ser considerado como una lengua distinta (y no como variedad del Catalán). Una prueba notable de esto es el hecho de que así ha sido reconocido oficial y democráticamente por la Comunidad Valenciana en 1982 y 1983, dentro del marco de la Constitución Española de 1978. No obstante, algunas personas y organismos procedentes de diversos campos siguen insistiendo en afirmar que es Catalán, por diversas razones bien conocidas y refutables. No profundizaré más en este asunto que ya ha sido estudiado con precisión por los especialistas del Valenciano.
El Provenzal satisface los criterios sociolingüísticos (incluyendo los sociopolíticos) para ser considerado como una lengua distinta (y no como variedad del Occitano). Una prueba notable de esto es el hecho de que así ha sido reconocido oficial y democráticamente por el Consejo Regional de Provenza el 17 de octubre de 2003 (véase el documento en el anexo), tras unos decenios de un debate creciente contra la posibilidad de que fuera considerado una variedad del Occitano y dentro del reciente contexto de la aceptación moderada de las lenguas regionales en la República Francesa. No obstante, algunas personas y organismos procedentes de diversos campos siguen insistiendo en afirmar que es Occitano, por diversas razones poco conocidas y también refutables. No profundizaré más en este asunto que ya he estudiado con precisión y presentado hace dos años a los especialistas del Valenciano (en el 1er Seminario Internacional sobre Lenguas Menos Usadas que tuvo lugar en la Ciudad de Valencia, organizado por la Real Academia de Cultura Valenciana en 2002, véase Blanchet 2003).
Mi propósito en esta comunicación es presentar datos y un análisis de la estrategia de un movimiento llamado “occitanismo”, que ha tratado de imponer su visión unificadora de las lenguas romances habladas en el sur de Francia. Su comparación con el movimiento catalanista (con el que está relacionado) nos podría ayudar a comprender la forma en que se desarrollan este tipo de movimientos y la manera en que deberían ser tenidos en cuenta por las políticas lingüísticas. El objetivo de mi análisis es tanto teórico como práctico. Tengo que precisar claramente que esta comparación sólo es significativa en cuanto a las similitudes, porque también hay diferencias importantes entre las dos situaciones.
Orígenes y contexto de la competencia Occitano (singular) versus Lenguas de Oc (plural)[1]
La situación sociolingüística de las variedades de Romance habladas en la mayoría de las partes del sur de Francia (i.e., dentro de sus fronteras actuales) ha sido observada y comentada predominantemente desde un punto de vista particular político y teórico durante los últimos decenios: el occitanista, que las presenta como una lengua unificada llamada Occitano. Sin embargo, las variedades con las que trataremos de ahora en adelante, que se extienden desde Gasconia hasta Provenza, desde Lemosín y Auvernia al Languedoc, se han conocido e identificado con diversos nombres y clasificaciones a lo largo de los siglos: Provenzal, Lengua de Oc, Occitano son las globales más conocidas, pero Lemosín o Galo-romance del sur también se han utilizado en contextos históricos más específicos, y los nombres más locales tales como Gascón, Bearnés, Rouergat, Auvergnat, Nissart, y hasta incluso Patois han sido siempre los utilizados con más frecuencia –y a veces los únicos- por los propios hablantes. Ha habido una excepción muy debatida para las variedades del Rosellón (alrededor de Perpignan) y el resto del dominio catalán, que ahora se considera definitivamente que constituye una lengua distinta bien definida conocida como Catalán.
Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, estas variedades han sido citadas fundamentalmente por filólogos bajo la forma del “Antiguo Provenzal” de los viejos trovadores. Desde el siglo XVI en adelante, diversos observadores también notaron, aquí y allá, estas variedades como los “dialectos” locales (e incluso “patois”) habladas por la mayor parte de las secciones de la sociedad en las provincias del sur que gradualmente fueron formando parte del reino de Francia (véase Brunot 1901: libros 5, 7, 8). En el siglo XIX surgió un nuevo punto de vista, en primer lugar porque los comparativistas y dialectólogos se interesaron en descripciones más precisas de estos descendientes del Latín. Sin embargo, en estas observaciones no había muchas consideraciones sociolingüísticas.
Fue más tarde, con el surgimiento de los primeros partidarios políticos de asuntos lingüísticos y el surgimiento de partidarios políticos de ciertas lenguas, como la imposición del Francés como símbolo de la unidad nacional a partir de la Revolución de 1789, o el Bretón y el Provenzal apoyados, en oposición a la política monolingüe francesa, por intelectuales locales desde mediados del siglo XIX en adelante, cuando comenzaron a hacerse consideraciones sociales o políticas. Pero es solamente a partir de los años 1970 cuando comenzaron a elaborarse estudios rigurosos en Francia, que coincidieron con que la primera generación de sureños franceses monolingües fuera siendo mayoría, cuando la situación sociolingüística y los problemas de estas variedades fueron por fin analizados, referenciados y fueron conocidos internacionalmente por medio de informes científicos y políticos.
El contexto ideológico de la época en Francia y Europa Occidental tuvo una profunda influencia en estos acontecimientos. El fin del colonialismo engendró y promovió la idea de los derechos de los pueblos a la autodeterminación, junto con la idea de la protección de las minorías. Ideas más o menos marxistas y liberales de izquierdas (aquí utilizamos “liberal” en su sentido inglés) estaban en el aire tras la pequeña “revolución” francesa de 1968. En España, el retorno a la democracia posibilitó que los nacionalistas catalanes y los sociolingüistas catalanes organizaran el renacimiento del Catalán tras decenios de dominación castellana en Cataluña con Franco. Y resulta que el Catalán es un vecino muy próximo de las variedades que se hablan en el lado francés de la frontera, alrededor de Toulouse y Montpellier... Desde los años 1950, una evolución gradual y limitada de la autoridad francesa, primero tolerando y luego “promoviendo” las lenguas regionales de una forma limitada, creó unas pocas oportunidades para actuar y unos pocos campos de poder simbólico, incluyendo cargos en las diversas administraciones (la mayoría en educación). Tuvo lugar una creciente competencia entre los partidarios de las diversas opciones políticas lingüísticas. El conflicto era –y sigue siendo- muy difícil en el sur de Francia, debido a que (i) las diferentes opciones ya habían dividido claramente a los activistas de diversas regiones bajo la sombra del inevitable provenzal F. Mistral; (ii) es el conjunto más grande de zonas lingüísticas “regionales” de Francia (en espacio, en hablantes, en prestigio, etc.); (iii) la extensión del idioma funcionaba rápida y dramáticamente, amenazando el uso y supervivencia de las variedades locales. En semejante contexto histórico, la afiliación a determinadas ideologías “liberales” políticas de moda podrían parecerles a algunos de los activistas ser estrategias eficientes –y a veces coherentes, especialmente cuando eran sinceras. Decir que alguien era conservador o simplemente no suficientemente exigente era una estrategia eficiente de exclusión. Además, las recientes victorias sobre Pétain, Hitler y Mussolini (y más tarde sobre Franco), y las subsiguientes oleadas de “caza de brujas” que tuvieron lugar (con mucha gente mostrando una nueva cara y tratando de que se olvidara su pasado reciente), la caída gradual de dictaduras comparables en Grecia y Portugal, todo ello proporcionó a ciertas personas una forma fácil de derribar a sus competidores: acusarlos de colaboración con los fascistas también era terriblemente eficiente, aunque fuera absolutamente falso. Se han librado todas estas batallas, y todas estas estrategias han sido utilizadas una vez u otra en el campo de la sociolingüística en el sur de Francia.
[1] La mayor parte de lo que sigue está tomado de un libro próximo a publicarse La Sociolinguística de la Francia “Occitana” del sur, revisitada.
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