Por Ricardo García Moya
Las Provincias 15 de Mayo de 1998
Once kilos de papel, once;
pesan "Las observaciones de
Cabanilles" editadas por Bancaixa en castellano y catalán, como es
norma en el ente del logotipo de las cuatro barras. Al facsímil del texto de
1797 se le ha adherido un dadaista epílogo de don Vicent M. Rosselló,
catedrático de Geografía de la Universidad de Valencia. Bajo la boina ideológica
de Joan Fuster -al que recurre como autoridad omnímoda- analiza los criterios
filológicos que sobre el idioma valenciano tenía el naturalista dieciochesco.
¿Conclusión? Cabanilles era un convencido partidario de la unidad de la lengua:
"Cabanilles se ve obligado a hacer una declaración de principios sobre el
valenciano, cuya pertenencia al ámbito catalán reconoce con el eufemismo de
llemosí" (Roselló, V.; Bancaixa, T.IV, 1997, p. 501). Puf, pub, ¡vaya
patinazo anacrónico, diacrónico y sincrónico que comete el veterano
paisvalencianero Roselló!
El lemosín era considerado
origen del valenciano, mallorquin y catalán por los filólogos del XVIII;
criterio que aceptaban los intelectuales valencianos como Ros, Mayans o
Cabanilles. EI profesor Roselló hubierá evitado el ridículo si leyera LAS PROVINCIAS pues el 24 de febrero de
1995 publicábamos "Mayans y Siscar
contra el Bloc", donde reproducíamos los razonamientos expresados por
Gregorio Mayans en 1737 sobre el tema: "Dialectos de la lengua lemosina
son la catalana; valenciana y mallorquina. La catalana ha recibido muchos vocablos
de la francesa; la valenciana, de la castellana..." (LP, 24-2-1995). Es decir, Cabanilles seguía la opinión de las
universidades europeas al pensar que "el
idioma general del Reino de Valencia es el valenciano", distinto al dialecto
catalán del lemosin.
Roselló enarbola los
criterios de Fuster, ignorando la documentación coetánea. Si leyera LAS PROVINCIAS se habría enterado de
que los cata- lanes del XVIII idearon la estrategia de aumentar la longevidad
de su lengua; pues como decía el barcelonés Agustín Eura en 1731: "No
me acontenta que la lengua catalana tenga origen del pueblo lemosín" (LP,18-11-1997). Pretendían que fuera
una de las 72 babélicas, e intentaron hacer creer -ante el cachondeo de los
ilustrados- que el catalán era el origen de los idiomas adyacentes, desde el
provenzal al castellano. (B. Univ. Barc. Ms. 42). Este tocomocho todavía lo
recuerdan los franceses: "Dans les temps modernes, le nom de catalan a été
donné quelquefois au provençal classìque. Cette erreur a été répandue par
des savants (?) catalans du XVIII siècle" (Grammaire de I'ancien
provençal. Paris,1921, p.
9).
Roselló carga al
"diglósico" Cabanilles maldades castellanizantes: "Un diglósico
(Cabanilles) tiende a aproximarse a la lengua dominante por la vía de
adaptación. Por esta vía puede
convertirse la Mare de Deu del Loreto en Lorito,
Llucena en Lucena, Mutxamel en Muchamiel" (p. 496).
Yerra otra vez. Cabanilles era un científico que escribía Lorito por escucharlo al pueblo y leerlo en documentación culta. En
1621 anotaba el cronista de Alicante: "Lo Bisbe de Oriola, devotissim de
Nostra Senyora de Lorito" (Ms.
C. Lor.1620). Además ¿qué es eso de "Mutxamel"
con tx, señor Roselló? En la documentación foral en lengua valenciana -como el
manuscrito de "Nostra Senyora de Lorito
de la Iglesia de Muchamel"-
aparece el topónimo con ch; y en
1600 no padecía diglosia esta zona del Reino.
En su delírio fústeriano,
el teniente Colombo Roselló cree descubrir impresores y correctores valencianos
"catalonófonos" (p. 498) que intentaban catalanizar la lengua valenciana
en el XVIII (quizá confunde a los buscadores de arcaísmos provenzales, como
Sanelo, con sardaneros del Bloc). También supone que el "diglósico"
Cabanilles comete pecado castellanizante al escribir Lucena por Llucena (pueblo
de mis raíces, por cierto), cuando el
botánico se limitaba a cumplir una norma ortográfica que, en 1667, el Artiacá de Molvedre recordaba:
"May al principi se escriu en valenciá ab dos II, sols sen escriu una, y
es pronuncia com a dos" (Bateig,
1667). Centenaria norma valenciana que en aquellos años desaparecía,
como observó Escoriguela en 1792 "ultimament, la ele en principi de dicció
te forma de dos eles" (Ms. Reflexiones, f.14). Esta norma sobre las
consonantes liquidas llegó a afectar a las internas. En 1669, un burlesco
"Romance en lengua valenciana"
describía a "Un home, que pera fer la mort, sols li ve a faltar el que li
buiden los uls (por ulls) y leven
(per lleven) lo cap del nas" (Rodriguez, J.: Fiestas, 1667, p. 396).
Da a entender Roselló que Cabanilles
era una especie de calabazón con extremidades que escribía al dictado de algún
sabio catalán, pues intuye su presencia por cualquier resquicio de la prosa del
botánico: "Se sospecha al repasar
el índice caballinesiano alguna fuente catalana" (Roselló. T. 4."
p. 499). Sospecha, intuye, imagina, supone... (como decía Goya, el sueño de la
razón produce monstruos). Sin más apoyos que los de su fiebre sardanera,
insiste en los disparates: "Es
probable que Cabanilles fuese el introductor del apóstrofo en la lengua
catalana" (p. 497) ¡Qué cruz, señor, qué cruz! En primer lugar
atropella los conceptos de Cabanilles, que siempre llamó lengua o idioma
valenciano al del Reino, jamás catalán. En segundo lugar, Roselló descubre su
liviandad al no consultar textos coetáneos conocidísimos que le evitarían hacer
el ridículo bis. Por ejemplo, antes de la obra de Cabanilles se pulilicaba el
catálogo "d'els pardals de l'Albufera", donde Orellana
situaba apóstrofos hasta en el titulo.
Así son los criterios
filológicos del Tercio de Catalunya
íncrustado en las universidades valencianas. Ellos y los asesores
sardaneros de Bancaixa sí han dejado huella en "Las observaciones", alterando conceptos y toponimia.
Cabanilles anotaba Cabeçó, no Cabeç;
Chorrador del Fillol de Alcoy, no
Xorrador d'Alcoi; Orcheta, no Orxeta, etc. Todo es patético, como las
fotografías con carteles recién pintados por los inmersores para dar a entender
que voces como "amb" o "bruticia" están arraigadas en el
Reino. Once kilos de papel, once, pesa este féretro catalanero donde quieren
sepultar a Cabanilles.
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