Se ha confirmado. La amenaza del Govern de la Generalitat de
sancionar a los profesores que utilicen el castellano en los institutos de
secundaria empieza a tomar cuerpo. Los comisarios lingüísticos
(eufemísticamente llamados asesores lingüísticos) han comenzado a recorrer los
institutos para diseñar y recoger el perfil y usos lingüísticos de cada
profesor y centro con los que diseñar “El mapa del virus castellano-hablante en
Cataluña”. Una vez completado, cada profesor y centro estarán controlados por
el centro epidemiológico del Departament d’Ensenyament para ser
convenientemente aislados y sancionados.
Un día cualquiera de la semana pasada (no daré nombres para evitar focalizar su ira sobre tal o cual centro), el comisario lingüístico llega al colegio a una hora cómoda de la mañana. Viene desayunado, cambia unas impresiones con la dirección del centro y se aposta en el hall del instituto. No lee, no habla, pero oye y mira mucho y saluda más. Pasas una vez, dos, tres veces. A distintas horas. El inquisidor sigue con la misma actitud. Podría leer El Periódico de Catalunya, su periódico, el periódico del Tripartito; pero no, sigue mirando,saludando, aburriéndose. Así pasa la mañana. En otros centros deambula por pasillos, se aposta en el bar con un mísero cortado. Y espera y toma notas. Ha de comprobar en qué lengua se relacionan los alumnos entre sí, los alumnos con los profesores y los profesores con los profesores. Son los nuevos “secretas”; ¿se acuerdan de aquellos policías sociales que se confundían con los alumnos y controlaban las actividades políticas en las facultades franquistas?
Última hora de clase, la delegada de curso se me acerca y me dice preocupada: “Profe, no el volem perjudicar, però hem d’omplir aquesta enquesta”. Era una hoja donde constaban asignaturas identificativas de los profesores y cuatro apartados donde habían de puntear en qué lengua realizaban cada una de las actividades, en qué proporción y cuál la utilizada para las explicaciones en clase.
No les basta con exigirnos dejar por escrito en nuestro horario en qué lengua damos las clases. Han comprobado la poca fiabilidad de esos datos por el miedo del profesorado castellanohablante a las represalias y han recurrido a la utilización de menores de edad para delatar con su firma a los profesores que dan las clases en castellano. Porque los dos delegados han de firmar, están obligados firmar y responsabilizarse junto al tutor de
la verdad de lo especificado en esas “hojas de delación lingüística”.
Hasta los alumnos huelen la maldad: “Profe, no el volem perjudicar…”¡Pobres alumnos! Allí donde deberían aprender a ser críticos,autónomos, libres y sabios, son utilizados para seleccionar y sancionar a los profesores que hoy representan mejor que nadie esos valores.
¡Malditos seáis! Por perseguir lo mejor de esta tierra: la libertad y utilizar para ello a lo mejor de nosotros mismos, nuestros hijos.
Nos levantaremos contra vosotros como se levantaron otros pueblos contra la opresión de sus dirigentes. No pasaréis a la historia por destruir la Constitución española, sino por ser una fotocopia en catalán de Francisco Franco.
Un día cualquiera de la semana pasada (no daré nombres para evitar focalizar su ira sobre tal o cual centro), el comisario lingüístico llega al colegio a una hora cómoda de la mañana. Viene desayunado, cambia unas impresiones con la dirección del centro y se aposta en el hall del instituto. No lee, no habla, pero oye y mira mucho y saluda más. Pasas una vez, dos, tres veces. A distintas horas. El inquisidor sigue con la misma actitud. Podría leer El Periódico de Catalunya, su periódico, el periódico del Tripartito; pero no, sigue mirando,saludando, aburriéndose. Así pasa la mañana. En otros centros deambula por pasillos, se aposta en el bar con un mísero cortado. Y espera y toma notas. Ha de comprobar en qué lengua se relacionan los alumnos entre sí, los alumnos con los profesores y los profesores con los profesores. Son los nuevos “secretas”; ¿se acuerdan de aquellos policías sociales que se confundían con los alumnos y controlaban las actividades políticas en las facultades franquistas?
Última hora de clase, la delegada de curso se me acerca y me dice preocupada: “Profe, no el volem perjudicar, però hem d’omplir aquesta enquesta”. Era una hoja donde constaban asignaturas identificativas de los profesores y cuatro apartados donde habían de puntear en qué lengua realizaban cada una de las actividades, en qué proporción y cuál la utilizada para las explicaciones en clase.
No les basta con exigirnos dejar por escrito en nuestro horario en qué lengua damos las clases. Han comprobado la poca fiabilidad de esos datos por el miedo del profesorado castellanohablante a las represalias y han recurrido a la utilización de menores de edad para delatar con su firma a los profesores que dan las clases en castellano. Porque los dos delegados han de firmar, están obligados firmar y responsabilizarse junto al tutor de
la verdad de lo especificado en esas “hojas de delación lingüística”.
Hasta los alumnos huelen la maldad: “Profe, no el volem perjudicar…”¡Pobres alumnos! Allí donde deberían aprender a ser críticos,autónomos, libres y sabios, son utilizados para seleccionar y sancionar a los profesores que hoy representan mejor que nadie esos valores.
¡Malditos seáis! Por perseguir lo mejor de esta tierra: la libertad y utilizar para ello a lo mejor de nosotros mismos, nuestros hijos.
Nos levantaremos contra vosotros como se levantaron otros pueblos contra la opresión de sus dirigentes. No pasaréis a la historia por destruir la Constitución española, sino por ser una fotocopia en catalán de Francisco Franco.
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